14 de junio de 1995. Un día triste para el blues, para el rock y para la música en general. Nos enteramos de que en un hospital londinense ha fallecido el gran Rory Gallagher debido a complicaciones surgidas tras un trasplante de hígado. Complicaciones que desembocaron en el fatal desenlace. La noticia no ocupó, al menos en España, grandes titulares ni portadas de prensa. Los canales de televisión tampoco le concedieron gran importancia. Al contrario, la información al respecto fue escasa e inmerecidamente breve. Pero creo que vino a ser la constatación definitiva de que el aura de estrella que otros alcanzaron, no estaría jamás al alcance de un Rory que fue siempre alguien guiado solo por su instinto y que nunca llegó a encajar en los rígidos cánones de la industria musical. Respetadísimo por muchos de sus colegas y adorado por su legión de fans, quizás no excesivamente numerosa pero extremadamente fiel. En 1995 era sin embargo ignorado por medios, prensa e industria.
Estamos hablando de uno de los músicos con mejor y más brillante trayectoria de todos los tiempos. Los 70´s fueron suyos. Y a los hechos me remito. Podéis pensar en los nombres más reconocidos de esa década y no encontrareis nadie con más talento. Los Stones, Lynyrd Skynyrd, Zeppelin, Humble Pie, Allman Brothers, Deep Purple, KISS, Thin Lizzy, etc. No voy a decir que todos estuvieran por debajo de Rory, pero me parece evidente que él estaba como mínimo al nivel de cualquiera de esas bandas. Disco tras disco dio una auténtica lección de coherencia y honradez. Nunca trató de amoldarse a tendencias, ya fuesen musicales o estéticas. Y pese a alcanzar en ciertos momentos notables niveles de popularidad, nunca buscó fama, éxito o colocar hit singles en las emisoras de FM. Si la fama llegó fue gracias a un boca a boca que se producía conforme los seguidores compraban sus discos y vivían sus apabullantes directos. Directos que fueron siempre su mejor promoción. Nunca se subió a un escenario a medio gas, desmotivado o simplemente para cumplir el expediente. Sus conciertos derrochaban furia y pasión y todo el que vivía la experiencia de asistir a uno de ellos repetía posteriormente. Si en los 80´s el ritmo de grabaciones fue inferior (que no el nivel) fue debido a una industria que dejó de considerarlo un personaje interesante lo que hizo que tuviera que autoeditarse su trabajo con la consiguiente ralentización que eso conlleva.
Nunca grabó temas mediocres para rellenar espacio en sus discos y llegó a descartar la publicación de alguno una vez grabado porque no acababa de estar convencido con el resultado. Y para él era vital que a sus seguidores solo les llegara material que él considerase como digno. Su preocupación era que sus fans obtuvieran solo lo mejor de lo mejor por su dinero. Una actitud encomiable que mantuvo hasta el fin de sus días, pasase lo que pasase. Su pasión por su música, su obsesión por el control de su obra, su desprecio por los eventos promocionales y su negativa a acomodar su sonido y su estética a las modas de cada momento le llevaron a tener que ir por la vida en clase turista mientras otros figurones menos talentosos pero más hábiles con el marketing iban en clase preferente. El trayecto, cuyo final tuvo lugar ese aciago día de junio de 1995 había comenzado 47 años atrás en su Irlanda natal.
Infancia y juventud
Rory Gallagher nació el 2 de marzo de 1948 en la localidad de Ballyshannon, en el condado de de Donegal, en Irlanda. Poco después su familia se trasladó a Cork, ciudad que terminaría identificándose como el hogar del guitarrista y que aún hoy en día se enorgullece de identificarse con la figura del músico. Ya desde joven, Rory desarrolló una gran afición por la música de raíces norteamericana, sobre todo, por el blues y el folk que escuchaba en la radio y por las canciones de Lonnie Donegan, músico escocés que por aquel entonces se había hecho famoso en Gran Bretaña e Irlanda, “importando” el sonido del rock 50´s estadounidense. Y empezó, desde muy joven a practicar con una guitarra que le regalaron sus padres, de manera autodidacta. A los 12 años, tras ganar un concurso de jóvenes talentos, compró su primera guitarra eléctrica con el dinero del premio. Y a los 15 años se hizo, con sus ahorros, con la célebre Fender del 61 con las que le hemos visto tocar en muchísimas ocasiones a lo largo de su carrera. No contento con aprender a tocar la guitarra y consciente de que tenía un talento innato para la música, aprendió también, siendo muy joven, a tocar el saxofón, la armónica, la mandolina y el sitar, instrumentos todos ellos que posteriormente utilizó en mayor o menor medida en sus obras. Su carrera más o menos profesional, comenzó en una banda llamada Fontana con la que realizó sus primera giras locales por Irlanda y Gran Bretaña. La banda era un sexteto y en 1964, Rory formó, junto con el batería y el bajista, un trío denominado The Impact, que se deshizo poco después. De todos modos, no se desanimaba y el super éxito de The Beatles le convenció de que era posible abrirse camino con canciones de composición sin tener que recurrir a las sobadas versiones de artistas americanos. Para ello, se puso manos a la obra y junto a Norman Damery y Eric Kitteringham fundó The Taste en 1966. Un año más tarde, cambiaría de compañeros y The Taste, pasaría a ser conocida simplemente como Taste, con el batería John Wilson y el bajista Richard McCracken como nuevos compañeros de viaje. Y es con Taste como se inicia la carrera musical y discográfica propiamente profesional.
Taste
Taste fue un power trio (formato en auge a finales de los 60´s) orientado al blues rock y que trataría de competir con bandas como Cream o The Jimi Hendrix Experience que con el mismo formato de trío con bajo/guitarra/batería, basaban su música en el blues, aportando a su vez un sonido con más distorsión. Un poco lo que terminaría por denominarse Heavy Blues. La banda publica su primer disco en estudio, titulado simplemente Taste en 1969. Y queda claro ya desde el principio que Rory Gallagher es el indiscutible líder. Cantante, guitarrista y compositor de la mayoría de canciones. Y lo que encontramos en este disco es lo que en gran medida encontraríamos en casi toda la obra del irlandés. Un recorrido por las diversas corrientes del blues y del folk americano, con alguna pincelada jazzísitica y un sonido netamente rockero y eléctrico. Una senda que el bueno de Rory no abandonaría jamás, pero que mejoraría desde este estimable primer intento. Se alternan potentes temas casi hard rock como Blister on The Moon o Dual Carriageway Pain, con otros más folkies o blueseros como Leavin´blues (versión de Leadbelly) o Sugar Mama y con temas con largos desarrollos instrumentales como Catfish Blues, paradigma del sonido de los power tríos bluesrockeros de la época. El disco alcanza un moderado éxito y la banda realiza una gira teloneando a Cream y empiezan a ser así conocidos, sobre todo en Gran Bretaña. El único pero que se le ponía a Taste era la total dependencia del talento de Gallagher, quedando Wilson y McCracken relegados en muchas ocasiones a la mera condición de músicos acompañantes.
Un año después del debut se publicaría el segundo disco, On The Boards que mostraba a la banda más acoplada y haciendo gala de la experiencia acumulada de un disco y docenas de conciertos a sus espaldas. Como si el debut representara un boceto que se transformase en definitivo dibujo en esta continuación. Además del salto cualitativo, On the Boards también agranda la brecha entre Rory y la sección rítmica. Todas las canciones son composiciones del guitarrista, que además de ocuparse de guitarra y voz, toca también armónica y saxo alto, erigiéndose en líder indiscutible y figura visible de la banda. El disco, al igual que su predecesor alterna canciones con sonido hard rock con otras más enraizadas en el blues, sea eléctrico o acústico. Canciones como What´s going On o Morning Sun son dos buenos temas enérgicos e ideales para subir el volumen. Y Rory le da al bottleneck a base de bien en Eat my Words. Se aprecia además un paso adelante en canciones cuyo sonido se aproxima al jazz como la que da título al álbum e It´s Happened Before, It´ll Happen Again. Dos largos temas que se apartan del blues más básico gracias en parte al saxo de Gallagher y a la aportación, aquí sí, brillante y en primer plano de bajista y batería. Se trata en definitiva de un paso delante del grupo que se nota que va a más. Por primera vez dan el salto a Estados Unidos de la mano de Blind Faith a quienes telonean en una gira que discurre por recintos de bastante aforo. Además, el grupo formará parte del cartel del festival de la Isla de Wight en donde son elogiados por prensa y público tras su brillante actuación. Pero nada puede evitar ya una ruptura anunciada y tras el festival, Gallagher decide romper con Wilson y McCracken, que se quejan amargamente de su posición de segundones. La formación se separa irremediablemente. Rory comenzará una carrera en solitario y sus ex compañeros formarán la banda Stud. De todos modos, y por motivos contractuales la discografía de Taste aún se ampliará con dos discos en directo publicados por Poyldor en 1971. Live Taste, grabado en el casino de Montreux en Suiza y el Live at The Isle of Wight, grabado en el festival de Wight en 1970. En ambos discos se apreciaba el poderío de la banda en el escenario y, sobre todo, la rotundidad de la guitarra de un Gallagher que, fuera del estudio, ganaba en contundencia y en crudeza.
Los años en solitario. 1971-1972
De todos modos, Rory no se paraba en menudencias contractuales y de management. Lo suyo era componer, crear y grabar música y no perdió ni un minuto en llorar a Taste. 1971 daba el pistoletazo de salida a una carrera en solitario que iba a proporcionar muchos momentos memorables. Para ello, se hizo con los servicios de Gerry McAvoy como bajista y Wilgar Campbell como batería, así como los de Vicent Crane como pianista en los temas que requerían su presencia.
El disco, titulado simplemente Rory Gallager, era una especie de continuación de On The Boards en donde el irlandés, retomaba la senda iniciada con Taste y la continuaba con 10 temas compuestos por él, que se movían entre el blues acústico, el blues rock y el folk. Incluso, como era el caso del tema que cerraba el disco (Can´t Believe It´s True), aún se dejaban ver algunas pinceladas jazzísticas. Laundromat, Hands Up o Sinner Boy (canción que ya interpretaba con su antigua banda) eran las canciones que representaban el sonido por el que Rory sería posteriormente muy reconocido. Sobrio, crudo, con su guitarra y su voz empapada en bourbon en primer plano y siempre rockeando pero con una clara influencia blues y boogie. Una canción como Wave Myself Goodbye sería un buen ejemplo de la pasión del guitarrista por el blues acústico. Sonido que también estaría presente en todas sus obras en uno o dos temas por disco. En la reedición en CD de final de los años 90´s se añadieron dos temas que en su momento se quedaron fuera del disco. Gypsy Woman (de Muddy Waters) e It Takes Time (de Otis Rush). Hay que aclarar que no son descartes por falta de calidad ni nada por el estilo. En los tiempos del vinilo, la duración era limitada y por ello, a veces Rory se vió obligado a dejar temas fuera, pero después aparecieron en las reediciones en CD y no eran ensayos ni temas a medias, si no canciones completas que bien pudieron haber entrado en la lista definitiva de haber sido mayor el espacio. Un debut de mucha calidad y que destilaba honestidad por los cuatro costados. Una honestidad que terminaría costando muchos disgustos al músico, pero que le daría muchas alegrías a los fans.
1971 fue un año lleno de inspiración, sin duda y a los pocos meses de publicarse el debut del guitarrista, se editaba el segundo disco, titulado Deuce. Con la misma sección rítmica y energías renovadas, el disco se componía de nuevo de 10 temas de composición propia y es considerado por muchos fans como uno de los puntos álgidos de su discografía. Y no seré yo quien lo discuta. Si el debut era magnífico, pero aún deudor del sonido de Taste y de los power trios tan en boga en aquel momento, esta continuación ahondaba más en el rock de raíces y apostaba por un esquema más básico y sencillo, prescindiendo de piano y saxo. Tan solo bajo, batería, guitarra, armónica y voz que darían forma a varios futuros clásicos de su repertorio. El disco se abre con un trío ganador. I´m Not Awake Yet en la que Rory demuestra su extraordinaria habilidad con la guitarra acústica. A esta canción le siguen Used to Be y Don´t know Where I´m Going dos blues inapelables, eléctrico y agresivo el primero y acústico y folkie el segundo. Tras un trío de canciones así, el resto podría ser bazofia y pese a ello calificariamos el disco de buenísimo por estas tres joyas. Pero de bazofia nada. El resto del material es de primera y se nota que los tres músicos estaban relajados y convencidos de las posibilidades de las composiciones del líder. No creo que nadie pueda ponerle peros a In Your Town, Whole Lot of People, Out of my Mind o la extraordinaria Crest of a Wave que cerraba el disco. En la reedición de 1999 se incluiría Persuassion, un tema con tanta calidad que cuesta creer que se quedara fuera en la edición original de 1971, pero eso demuestra el gran momento que atravesaba Gallagher en aquel momento.
Tras la edición de Deuce, junto a Wilgar Campbell y Gerry McAvoy, se lía la manta a la cabeza y ofrece varios conciertos por diversos países europeos. Quienes asisten hablan maravillas de un tipo que se vaciaba en el escenario y tocaba con una clase y una honestidad fuera de lo común. Y es por ello, que tanto Rory como el sello Buddha Records, deciden que es hora de enlatar en vinilo lo que sucede sobre el escenario. El guitarrista ya era, al fin, dueño de su destino y no tenía que rendir cuentas a nadie ni discutir con sus compañeros. Al fin su visión de la música y solo su visión, sería lo que se plasmara en el vinilo. Los dos primeros discos solo incluían composiciones suyas y además él mismo figuraba como productor para, de esa manera, asegurarse de que todo sonaba como tuviera que sonar. Además, su fama no dejaba de crecer y en 1971, era reclutado por el mismísimo Muddy Waters para participar en su disco London Sessions. Casi nada, ejercer de mano derecha de una leyenda del blues americano. Y además de eso, había participado en varias ocasiones en el programa The Beat Club, muy prestigioso en Alemania, que se emitía desde una emisora de Bremen. El cual era en parte el motivo de su creciente fama en tierras germanas.
Y es entonces cuando ya asentado y totalmente confiado en sus posibilidades y de las de su sección rítmica, de decide, como ya hemos comentado a publicar Live in Europe que recoge varias tomas de conciertos por diversas ciudades de Europa. Producido por el propio guitarrista, se aseguró que la crudeza de su sonido en el escenario de trasladara con máxima fidelidad al disco, sin overdubs, añadidos de estudio ni manipulaciones en forma de remezclas o añadidura de efectos. Al contrario que en sus obras de estudio, en sus directos Rory, incluía versiones de músicos a los que admiraba y este Live in Europe contiene unos brillantes Messin´ with The Kid (de Junior Wells) o Pistol Slapper Blues (de Fulton Allen) así como excelentes recreaciones de canciones tradicionales como I coud´ve Religion, Going to my Hometown o Bullfrog Blues. I could´ve Religion es casi casi paradigma de lo que es el blues. Ritmo lento, con mucho sentimiento, slide y armónica. Cuenta la leyenda que Bob Dylan se convirtió en fan incondicional de Rory cuando le escuchó interpretando esta canción de la que incluso se planteó grabar una versión. La otra cara de la moneda la representaría Going to my Hometown, bastante festiva y enérgica y con un Gallagher que para la ocasión cambia la guitarra por una mandolina que le da un aire folk y rural muy acertado a la canción. Pero no todo se basaba en versiones ajenas o temas tradicionales. También se incluyeron en el disco potentes revisiones de Laundromat y In Your Town que no desentonaba en absoluto al lado del material clasicote. Contrariamente a muchos de los discos en directo de la época, no fue doble, si no sencillo. 7 canciones a cada cual mejor y que es un título básico en la discoteca de cualquier aficionado al rock. En la reedición de 1999 se incluirían, además de los siete temas originales, What in The World y Hoodoo Man, otras dos canciones tradicionales de blues arregladas por el guitarrista que harían, si cabe, que el disco fuese incluso mejor. Fue además, el primero de los discos que entraría en las listas de éxitos de Estados Unidos. Llegó a ocupar un modesto puesto 101 en el Top 200 de Billboard. Algo que no se puede ni llegar a considerar éxito, pero que abrió algunas puertas para el futuro.
Como suele suceder en las carreras de muchos músicos, un disco en directo suele significar un cierre de ciclo y un salto a otra etapa. Y Live in Europe significó exactamente eso. No es que Gallagher haya experimentado notables cambios estilísticos a lo largo de su trayectoria. Pero en 1973, sustituía a su batería Wilgar Campbell por Rod d´Ath e incorporaba a Lou Martin como pianista, pasando así a grabar y a girar en formato de cuarteto durante los siguientes años de su carrera.
Pero de eso, hablaremos dentro de unos días.