Texto: Manuel L. Sacristán.
Aprovechando la gira de reunión de Guns N’ Roses y el reciente estreno del documental “It’s so easy and other lies”, adaptación cinematográfica del primer libro de Duff McKagan, hacemos un repaso de su trayectoria.
Michael “Duff” McKagan, el más pequeño de una familia numerosa de clase obrera de Seattle, siempre ha sido conocido como “el miembro punk de Guns N’ Roses”. Como él mismo reconoce en su autobiografía, llegó a formar parte de 31 bandas en su ciudad natal, siendo las más relevantes los Vains, The Fartz y los Fastbacks, en las que McKagan tocaba fundamentalmente la batería, aunque también el bajo. Su estilo como bajista quedó definido por ese estallido post-punk de comienzos de los 80, y aunque siempre se declaró un gran fan de Prince, sus influencias musicales tendían a centrarse en Black Flag, pasando por Motorhead o los Sex Pistols. Y lo que le define como bajista también lo hace como persona, cuando en 1983 se muda a Los Ángeles, entrando a formar parte de Guns N’ Roses dos años más tarde. La compenetración musical que existía entre Duff y Steven Adler, así como con Slash, se origina en que los tres formaron una banda previa a GNR, Road Crew, que colisiona con los Hollywood Rose de Axl Rose e Izzy Stradlin dando lugar a una de las historias más rememoradas del rock de finales de los 80 y primeros 90.
En Appetite for destruction (1987), hemos oído en innumerables ocasiones que el “pegamento” que todo lo une es el bajo de McKagan. Sus líneas siempre al servicio de la canción, y su intuición para complementar el dibujo de las guitarras así como la contundencia y el estilo funk a la hora de tocar lo representaban. Con su modelo Fender Precision Bass clásico blanco con el diapasón negro que se ve en los clips clásicos de Guns N’ Roses, su sonido se define por su estilo siempre “grooveado”, y el característico ataque con púa unido al uso de los efectos Chorus y Flanger muy propios del rock de los años 70 (Thin Lizzy, “Waiting for an Alibi”) y que sin duda le sentaba como un guante al incandescente sonido de Guns N’ Roses.
Hay pocos discos en la historia del rock en los que una base rítmica resulte tan sólida, fluctuante y dinámica como en el Appetite. Hay varias entradas y líneas de bajo tan históricas, que es imposible obviar ya desde sus primeros pasos musicales a nuestro hombre: la intro de “It’s so easy”, el primer fraseo de “Sweet Child O’Mine”, todo el rastro de perversión que deja en “Rocket Queen”, los saltos en “Anything goes” o cómo sostiene todo en “Nightrain” o “Welcome to the jungle”. Por mencionar media docena, cuando podríamos poner el dedo en todo el disco. Historia del rock e historia de la humanidad que debería enseñarse en los colegios. Piezas esenciales: la voz, la fraternal e impulsiva mezcla de guitarras, y una de las bases rítmicas más, permítaseme, rítmicas de la historia del rock. Y las canciones, claro.
El disco mitad directo mitad acústico GN’R Lies (1988) precedió a la expulsión de Steven Adler, y con él marchó la primera muesca de espontaneidad de una banda que se instalaría tumultuosamente en la élite del rock durante un par de años más, hasta la conquista mundial que tuvo lugar tras el doble lanzamiento de Use your Illusion en 1991. En ese periodo, Duff ya había mostrado cómo estaba viviendo su estrellato, en la ceremonia de los American Music Awards de 1990, cuando Slash y McKagan salieron ebrios y palabrotones a recoger su premio de aquel año.
Eran tiempos de locura y descontrol juveniles, y aun no se palpaba en ellos el desgaste físico que enseñarían tiempo después. Se vivía un momento de cierta incorrección política en la era post-Reagan, con cierta permisividad de los medios, en parte por la explosión de la cadena MTV. Sin embargo, McKagan deja de recordar todo aquello como algo divertido nada más despegar la gira mundial de Use Your Illusion, que tuvo lugar entre enero de 1991 y julio de 1993. Sus recuerdos se tiñen de sangre en la orina, lapsos sin gracia, sueños en los aviones inducidos por pastillas para tratar los ataques de pánico y semanas enteras en blanco durante dos años y medio, en los que Duff empezó a matarse rápidamente, compungido por un desaforado consumo de, esencialmente, vodka y cocaína. Destornillador. Tiro. Decibelio.
Use Your Illusion habían deparado algunas de las canciones más recordadas de comienzos de la década, con Duff en la sombra, cada vez más hinchado, suicidándose lentamente. Pero también en esos discos, en especial en el segundo volumen, su bajo estaba presente de una forma sensacional; baste recordar la intro de “You could be mine” o el aplastante sonido logrado con su nuevo compañero Matt Sorum en “Locomotive”. Además de componer conjuntamente con Izzy, Slash o Axl algunas canciones (“Civil War”, “Get in the ring” o “Right next door to hell”, que daba comienzo al primer volumen con otra inconfundible línea de bajo marca de la casa), Duff se estrenó como vocalista y único compositor en la excelsa “So fine”, una pieza de tal belleza que es frecuentemente mentada por los fans como la gran gema oculta de ambos discos, en dura batalla con “Breakdown”. Rara vez tocaron en vivo esta última, aunque sí se prodigaron algo más con “So fine”, que apareció en el lanzamiento en video de los legendarios conciertos que la banda dio en Tokio en 1992.
La repugnante magnificencia de la gira, excelsa en sucesos y popularidad, acompasaba la memoria de McKagan, cada vez más poblada de lagunas y episodios esperpénticos. Nunca se olvidó de salir a tocar, pero sí de cómo tocar correctamente alguna línea que él había inventado. Y así, entre océanos de vodka y balsas de cocaína, se veían ilustradas todas las limitaciones y la ridícula gloria del rock, de una forma tan salvaje y exhaustiva que por fuerza había de colocarse la gira, y el grupo, en el estante de los mitos indestructibles. Especialmente, si sobrevivían a tantos trances. Aquellos discos y aquella gira contaban todo lo que había que saber sobre el repugnante pecado del rock ‘n’ roll.
El desgaste físico de McKagan contrastaría con su cada vez mayor protagonismo dentro de la banda, especialmente a raíz de la publicación del álbum de versiones “The Spaghetti Incident!?” (1993) que contenía un buen puñado de canciones de corte punk, en las que Duff brillaba de forma natural: “New Rose”, original de The Damned, y “Attitude”, de los Misfits (que Duff había interpretado cada noche en la gira), definían el concepto de un álbum descompensado en parte por el hecho de haberse grabado en diversas fases de la gira. Además, Duff interpretaba y tocaba la mayoría de instrumentos en “You can’t put your arms around a memory”, de su ídolo Johnny Thunders. Aquel sería el último disco de Guns N’ Roses en muchos, muchos años. Aunque por entonces ellos no lo sabían. La banda había empezado a fracturarse casi desde sus inicios, con unos cimientos forjados sobre seres asociales sin formación académica y tendencias patológicas, entre ellas el alcoholismo y la drogadicción pronunciados. En noviembre de 1991 Izzy Stradlin abandonó el barco, siendo reemplazado por Gilby Clarke, que pese a no componer ni una sola nota en la banda, fue capaz de lanzar al mercado un notable disco en solitario (Pawn Shop Guitars, 1993) en el cual Duff se tocó casi todos los instrumentos en la curiosa “Jail Guitar Doors”, original de The Clash.
McKagan empezó en 1993 una curiosa carrera en solitario con el lanzamiento de Believe in Me, un disco muy emotivo con una producción deslavazada, que no ha envejecido bien, pero que sigue sonando enérgico y poderoso como el primer día. En el disco, además de componer cada canción y escribir cada letra, Duff se distinguía por tocar prácticamente cada instrumento y por haber tenido en su estudio a invitados de lujo (Slash, Jeff Beck, Lenny Kravitz, Sebastian Bach y varios de los chicos de Skid Row) que dieron forma a un disco que en su día a los fans de GN’R nos resultó apasionante. Recuerdo con especial cariño el single, que daba título al disco, así como “I love you”, “Man in the meadow” con su sonido tan puramente Illusions, así como “Trouble”, “The majority”, la preciosa “10 Years”, aquel rap tan entrañable como cualquier cosa que hubiese parido Dee Dee Ramone en sus años de cuelgue total, o el homenaje a Elvis con la canción que cerraba el disco, “Lonely Tonite”. Duff siempre había mostrado admiración por Prince, y en este su primer disco emulaba al de Minneapolis con su versatilidad a la hora de tocar instrumentos. Duff era un bajista fabuloso, pero además era un competente guitarrista y un sólido batería, con un estilo parco pero definido, muy punk, y se atrevía con los teclados y era capaz de cantarse la gran mayoría del disco, si bien no con virtuosismo, sí con mucha personalidad. McKagan era un músico solvente, un cantante agresivo, con un punto de originalidad y varias facetas que merecía la pena explorar. Sin embargo, se le había ido la mano con la botella (en la gira de Believe in me llegaba al consumo de 10 botellas de vino al día, sus manos se habían hinchado y tenían heridas hasta el punto de tener que llevar guantes en escena) y su cuerpo dijo basta, sufriendo una pancreatitis que provocó que fuese ingresado de urgencia. Durante el tratamiento, el médico que le atendió pronunció la frase que definiría la existencia de Duff McKagan para el resto de sus días: “Si bebes una copa más, morirás”.
A los pocos días de abandonar el hospital, aun durante su convalecencia, Duff decidió cambiar de vida, sustituyendo la botella por la bicicleta de montaña y el saco de kickboxing. Empezó a entrenar para cambiar su enfoque vital, situando el dolor y el esfuerzo físico como piezas centrales de su existencia. Conoció a un sensei en Los Ángeles que comenzó a guiarle por un camino de renacimiento, y al poco tiempo, visiblemente cambiado, comenzó a dar shows en el Viper Room junto a Steve Jones (Sex Pistols), Matt Sorum y John Taylor de Duran Duran. Al set primerizo de versiones poco a poco le fueron añadiendo canciones propias, hasta lograr la firma con el sello Maverick Records para el lanzamiento de un disco a cambio de un millón de dólares.
Neurotic Outsiders (1996) era el segundo disco en el que Duff aportaba temas propios fuera de Guns N’ Roses. Slash también había sacado un disco en solitario con otros músicos el año anterior, y Axl Rose se había convertido en un recluso. El disco de Neurotic Outsiders era, cómo decirlo, un bombazo de proporciones cósmicas, una patada en los cojones de la industria (jamás vendió ejemplares suficientes para cubrir el gasto de un millón de dólares), con un sonido poderoso y vibrante. Directo a la nuez, duro y veloz, estaba dominado por una enorme serie de composiciones de Jones y McKagan, por su estilo rocoso y ágil, y por la nada sutil pegada de Matt Sorum, que en este disco estaba colosal (¿cuándo no lo ha estado?). Duff cantaba en “Good news”, “Revolution” y “Six Feet Under”, piezas que iban del power pop al hard rock monolítico, con un fuerte acento punk. Casi todo el disco era memorable, en especial “Nasty Ho”, “Angelina”, “Union” o “Jerk”, cuyo vídeo daba una buena medida del motor de la banda. Así deberían ser los discos, celebraciones festivas de comunión musical, retratos de vibraciones entre músicos sin más pretensión que tocar con gracia y convicción, sin importar el estilo ni el sonido tanto como la pasión desmedida.
Eran tiempos difíciles en Guns N’ Roses, sumidos en un momento de gran indefinición, con Axl al mando de una nave a la deriva. Duff mudó a su Seattle natal, donde se reencontró con sus viejos amigos de The Fartz, instigado por Stone Gossard, el guitarrista de Pearl Jam, que le conminó a reunir a la banda que un día se había llamado 10 Minute Warning. El único miembro nuevo fue el cantante Christopher Blue, que reemplazó a Steve Verwof, que cumplía pena de prisión por entonces.
10 Minute Warning apareció en 1998 a través del conocido sello Sub Pop. Constaba de nueve canciones, incluyendo dos grabadas originalmente por The Fartz («Is This The Way?» y «Buried»), y la toma original de “Mezz”, que más adelante Duff regrabaría para su siguiente disco. La banda dio su último concierto el 22 de agosto de 1998 en Portland. Poco después, Duff dejó Guns N’ Roses, cansado de los intentos de Axl de reformar la banda tras el abandono de Slash en 1996. No fue fácil dejar su banda, pero tampoco difícil, ya que por entonces ni siquiera consideraba que existiese una banda.
El segundo disco en solitario de Duff, ya un ex alcohólico hiperactivo en toda regla, iba a salir en 1999. De Beautiful Disease apenas se prensaron unas decenas de copias, casi todas promocionales. El disco se perdió en la batalla legal de la fusión entre Geffen e Interscope Records, y McKagan fue expulsado del catálogo de Geffen justo cuando iba a sacar su disco, perdiendo todos los derechos comerciales del lanzamiento. Para la que iba a ser la gira de presentación de aquel álbum formó Loaded ese mismo año, aunque el combo se desintegró, reformándose al año siguiente. Duff pasó a tocar la guitarra rítmica en lugar del bajo, regrabando varias de las canciones que nunca vieron la luz con Beautiful Disease, entre ellas “Seattle Head” (originaria de las sesiones con Neurotic Outsiders de 1996), “Then and now” y “Superman”. Junto a otras canciones como “Queen Joanasophina”, “Criminal” o “Wrap my arms”, Duff dio forma al estupendo Dark Days, lanzado en 2001 bajo el nombre de Loaded, la “cuarta” banda de Duff, pero la primera en la que se agenciaba en solitario las tareas vocales, dejando a un lado su disco en solitario del 93.
Dark Days no fue especialmente bien recibido en su día, pero tiene un envejecer más que digno, y contiene algunas de las canciones más grunge, casi indie, que mejor le sientan a Duff. El disco prueba nuevamente su versatilidad, y si bien es cierto que pone de manifiesto un limitado rango vocal, también enseña a un compositor más redondo y sugerente que antaño. El disco viaja entre acordes menores, algunos casi disonantes que podrían recordar a los Afghan Whigs de Gentlemen, y las canciones se redescubren con gozo tiempo después. Un buen disco, muy recomendable para cualquier aficionado al rock alternativo de comienzos de los 90 en general.
Pero Duff no podía parar quieto, y al año siguiente, en 2002, formó junto a Slash, Matt Sorum y su viejo amigo Dave Kushner Velvet Revolver, algo que mutó en supergrupo con el fichaje del ex cantante de Stone Temple Pilots, el malogrado Scott Weiland, al año siguiente, tras completar una infausta búsqueda de vocalistas durante meses que fue documentada en “The rise and fall of Velvet Revolver”, de la cadena VH1. El documental, que muestra con matices la creación del proyecto, es el primer documento visual de la fortaleza de McKagan como gestor de una banda, resultando un elemento de cohesión y sentido común en el, por lo demás, ridículo docu-drama que resultó ser aquella banda. Velvet Revolver demostraron desde sus inicios tener muy pocas conexiones con la grandeza de Guns N’ Roses, pero sí bastantes con sus momentos más delirantes, desde los excesos a la megalomanía plasmada en videos autocomplacientes y absurdos, con un punto de la picaresca sleazy tan pasada de moda por entonces. Sin embargo, Contraband (2004) debutó en el nº 1 y vendió dos millones de ejemplares, con una gira que los llevó por todo el mundo, en un océano de sensaciones ya vividas e incluso de alguna que otra indeseable recaída.
Así, Duff cuenta en su libro cómo durante la gira recayó de una de sus adicciones, en este caso a los analgésicos/relajantes musculares que inconscientemente empezó a consumir, sin darse cuenta de que un adicto es siempre un adicto. Para Weiland, sin embargo, todo era mucho más difícil, y para el momento en que su segundo disco (Libertad) vio la luz en 2007, Scott ya se estaba comportando como aquel viejo amigo pelirrojo de Slash y Duff. La banda sonaba bien, pero la historia de rockeros ya entrados en los 40 y con un saco de vivencias tan estremecedoras raramente tiene continuidad. Más allá de canciones puntuales, aquello se asemejaba bastante a un quiero y no puedo. En abril de 2008, Weiland dejó la banda para volver con Stone Temple Pilots.
Duff volvió a reunir a Loaded, lanzando en 2008 el EP Wasted Heart, que fue un preludio de su siguiente disco, el segundo de estudio, titulado Sick (2009). Un disco potente que les valió para girar junto a Mötley Crüe y deparó algunas buenas canciones, que no reventaron los charts pero valieron para probar que el talento compositivo de McKagan se encontraba intacto. “Sick”, “Flatline”, “IOU” o “Mother’s day” eran buena prueba de ello, y Duff parecía relajado, como si su destino fuese tocar en una banda de club.
En 2010 Duff giró brevemente con Jane’s Addiction, una de las bandas más emblemáticas del circuito alternativo rockero de Los Ángeles a finales de los 80, y cuyo cantante Perry Farrell siempre había mostrado su antipatía por el hard rock sleazy que GN’R habían patentado. Resultaba curioso ver a Duff ahí, y la mayoría de críticos coincidieron en que no pegaba ni con cola. En mi opinión, Duff siempre es bienvenido encima de un escenario, con su porte esbelto clásico y su saber estar, pero aquella no era su banda. Duff se unió a Jane’s Addiction por respeto y admiración, pero no había necesidad de seguir en la oscuridad con una banda que nunca sería la suya.
Así, el 14 de octubre de 2010 Duff volvió a aparecer sobre un escenario con Guns N’ Roses por primera vez desde 1993. En aquella ocasión, McKagan fue invitado por Axl Rose para tocar unos temas en el O2 Arena de Londres, tras un encuentro casual en un hotel. Duff, recientemente convertido en asesor financiero para bandas de rock, tras haber cursado estudios como Economista en una escuela nocturna y más tarde en la Universidad, había viajado a Londres para una reunión de negocios. Coincidió en el hotel con Axl, se cruzaron llamadas entre ambos “campos”, y Duff se acercó a la habitación de Axl. Un guardaespaldas le cerró el paso. “No puede pasar. Él se va a duchar y preparar para el concierto de esta noche”. Duff no le hizo caso. “Le he visto desnudo antes”, espetó. De pronto, Axl apareció en la puerta, vestido y con ganas de confraternizar. Duff entró, se abrazaron y charlaron un rato, y esa noche volvió a tocar con la banda por primera vez en 17 años. Mckagan toco el bajo en “You Could be Mine” y la guitarra acústica en “Patience”. Unas noches más tarde, Axl invitó a Duff y a su mujer a cenar en plan relajado, e incluso tuvo el detalle de pedir un mojito sin alcohol.
Aquella fue la primera piedra de la reunión que hoy tenemos entre manos.
El tercer álbum de Loaded apareció en 2011, bajo el título de The Taking. Inferior a Sick, contaba con un sonido más metálico y poco apacible, pese a lo cual había un cuarteto de temas a la altura de su legado, entre los cuales se encontraba esta rotunda “Dead Skin”, con un vídeo protagonizado por su mujer Susan Holmes, con quien Duff había contraído matrimonio en 1999.
Duff se había convertido en un hombre de negocios en los últimos años. En 1994 se había matriculado en un curso de Finanzas en la Universidad de Santa Mónica, inducido por su propia ignorancia. “No sabía cuánto dinero ganamos o perdimos en las giras. Como un millonario de 30 años, ¿cómo puedo reconocerle a alguien que no sé qué coño estoy haciendo con mi dinero?”. En el año 2000, tras acudir a más clases en la universidad de Seattle Central, se matriculó en Empresariales y Económicas de la Universidad de Albers en Seattle, y en definitiva se probó a sí mismo que también podía con aquello. Dejar de beber, hacer deporte, volver a estudiar, seguir componiendo y grabando música. Lo que parecía una historia destinada a un triste final se convirtió en la historia de un triunfador, con un halo casi de omnipotencia. Entre 2011 y 2015, Duff se prodigó en prácticamente cada arte: sacó dos libros, uno en 2011 y otro en 2015, el primero de corte autobiográfico y el segundo una especie de manual para hombres casados y con hijos no varones. Escribió una columna semanal en la web de ESPN, y otra en el Seattle Weekly. Produjo el documental de su primer libro, al que aludíamos al principio. Fundó una empresa de ayuda financiera para músicos, formó parte de una superbanda (Rock N Roll All Stars, que luego se llamó Kings of Chaos), entró a formar parte temporalmente de Guns N’ Roses en sustitución de su bajista por entonces Tommy Stinson, y sacó otro disco en 2012 con The Walking Papers, junto a Jeff Angell y el batería de Screaming Trees Barrett Martin, donde tocó el bajo y compuso algunas de las canciones de un álbum que fácilmente puede pasar por el mejor proyecto donde ha estado McKagan tras Neurotic Outsiders.
Se dice que Duff y su mujer han jugado un papel vital en la reunión de Guns N’ Roses, que desde comienzos de este 2016 nos tiene en un sin vivir de emociones desatadas. Desconozco si acabaremos conociendo todos los detalles de la historia real de la reunión, pero por carisma, trayectoria y convicciones, la historia de superación de Duff McKagan no ha podido tener un final mejor. Esperemos tenerle mucho tiempo con nosotros, y si puede ser sacando música nueva bajo el nombre de la gran banda que un día ayudó a formar y que ahora parece que ha conseguido juntar de nuevo (lo que parecía que no sucedería en esta vida, que el infierno se congelase, y demás tópicos ya conocidos que un buen puñado de billetes logran moldear), mucho mejor.
Larga vida a Duff McKagan, el semidiós.
El texto que acabas de leer es de Manuel Sacristán, autor de Forajidos Inc, “Axl Rose contra la industria” . Obra donde se trata la gran gesta de la historia discográfica del rock n’ roll: “Chinese Democracy”.
Pedidos y toda la información aquí: mlsacristan@gmail.com