VOA FEST
5 y 6 de agosto de 2016 – Corroios (Lisboa) – Portugal
Crónica y fotos: Rafa Diablorock
Aspectos Generales:
VOA FEST proviene del antiguo Vagos Open Air, festival veraniego que venía celebrándose anualmente en la ciudad portuguesa de Vagos. Para la edición de 2016 la organización del festival decide trasladar el evento a Corroios, localidad muy próxima a Lisboa, con la intención de mejorar sus instalaciones y aumentar el número de asistentes, conformando, eso sí, un cartel muy en sintonía con los de las pasadas ediciones. El festival nos ha dejado un sensacional sabor de boca, ya que ofrece una mezcla de las virtudes de los festivales clásicos y de los modernos.
El festival se da lugar en una céntrica plaza de Corroios, muy cercana a servicios de transporte público y anexa a la zona de acampada, la cual no hemos necesitado usar pero parece bastante cómoda, con suelo de césped y abundantes sombras. El recinto del festival es muy diáfano, de forma ovalada y enmarcado por una elevación de terreno cubierto de hierba, que enfrentada al único escenario da aspecto de auditorio. El festival en cierta manera nos hizo retroceder en el tiempo, y no precisamente por los inconvenientes. En VOA puedes pillar cerveza “de verdad” en lugar de cerveza aguada, a un precio asequible y con tu dinero, nada de tokens, tickets o tarjetas cashless. En VOA tienes un único escenario y unos discretos puestos de comida/bebida/merchandising, también a precios “de antes”. En la actualidad son muchos los grandes festivales con varios escenarios y decenas de miles de asistentes, por lo que disfrutar de un festival con un único escenario, desde donde te dé la gana, sin solapes, con tiempos de espera entre bandas que permiten ir al baño o comer tranquilamente sin colas ni aglomeraciones… es un gustazo. Tanto como público como para prensa es un festival cómodo y familiar.
En cuanto a las virtudes de los festivales modernos, tiene para mí la mejor: el sonido. Si en los últimos años nos hemos quedado asombrados por la calidad de la sonorización de muchos de los festivales a los que hemos podido asistir en Europa, VOA para eso sí que ha querido ofrecer lo mejor de la actualidad. La totalidad de las bandas han disfrutado de un excelente sonido, potente y limpio, de ese que sólo somos capaces de encontrar fuera de España. Aunque en casa nos estamos poniendo las pilas aún seguimos rozando el larguero. Por todo esto y por el atino de las bandas del cartel, VOA FEST 2016 es uno de los grandes festivales a los que hemos asistido este año, y te invitamos a tenerlo presente en próximas ediciones ya que merece mucho la pena. Entramos en materia…
Viernes 5 de agosto
Minutos después de llegar al recinto comenzaron la jornada MANTAR, que bajo un lorenzo de justicia sufrieron 55 minutos de una radiación solar para la que el joven dueto alemán no estaba preparado. Ver a Mantar en directo es la antítesis de asistir a los grandes shows repletos de efectos y trucos. Lo minimalista de su concepto puede llevar a engaño, ya que son innumerables los matices de su música dentro de su brutalidad y simpleza. Puedes ver como el Hanno sin camiseta contrae su abdomen para vaciarse en el micrófono, atacándolo desde arriba o desde abajo dependiendo de lo grave o agudo de sus alaridos. Su única guitarra es usada a modo de guitarra bajo, con sendos amplis para cada función. El músico haciendo uso de diferentes rasgueos, tocando con púa o dedos según su antojo, así como apoyándose en pedales con diferentes efectos y loops conforman la muralla de saturadas cuerdas que Erinc impulsa con su potente pegada de batería. Si todo eso es palpable en un concierto de Mantar, banda que acostumbra a darlo absolutamente todo, las condiciones climáticas que hubo propiciaron un concierto épico, en el que pudimos ver sufrir a la banda por el calor. El dueto se regaba de agua continuamente, haciéndose entre ellos gestos de “para el carro” pidiéndose tiempo entre tema y tema, llegando incluso a pedir disculpas por esos pequeños descansos que aprovechaban para lanzar agua y cervezas a los espectadores, o bromear por la utilización, más necesaria que nunca, de su gorra de Manowar. Sin embargo, una vez comenzaban la interpretación se dejaban de lamentos y apretaban los dientes, Era Borealis o Cross the Cross fueron celebradísimas, y aunque el público mayoritario del festival no esperaba ver a una banda del estilo de Mantar, conectó con los alemanes y supo recompensar su entrega y calidad.
El sol palidecía y cuando Katatonia salieron a escena, la delicada y melancólica banda consiguió que su música nos emocionase incluso en esas condiciones de tarde veraniega. Tras unos primeros minutos de cierto desatino técnico desde la mesa de sonido, la banda consiguió imponerse hasta equilibrarse en un formidable sonido, tan potente y limpio que parecía una broma. La nueva formación con está absolutamente asentada, y tanto en precisión instrumental, compenetración vocal, como en puesta en escena estamos hablando de una banda que roza el milagro musical. Yo y mis acompañantes hacíamos una especie de concurso comparando nuestros antebrazos para ver quién era al que más se le ponía la piel de gallina, algo inevitable por otro lado teniendo delante a los suecos sonando de esa manera. Los últimos tres o cuatro temas cuajaron de una manera asombrosa, ya con menos luz. Soil’s Song, Dead Letters y Forsaker terminaron por apuntillar una elegante y vigorosa actuación, con la que Katatonia se ganaron un puesto en el podio del festival.
Ya completamente de noche, Anathema arrancaron imponentes con un formidable sonido y demostrando la calidad que atesoran. Los ingleses dieron un intachable concierto en cuanto a ejecución y entrega, aunque la opinión generalizada fue que la selección del repertorio no fue la más acertada. Es cierto que podrían haber conformado un setlist más equilibrado, que recogiese todas las etapas de su carrera, pero me temo que de ser así no podríamos haber visto a la banda disfrutando sobre el escenario de la manera en que lo hicimos. Anathema en este momento quieren ser los Anatema de Weather Systems o Distant Satellites. O mejor dicho, eso es lo que son, y salvo tres temas todo lo que tocaron fue perteneciente a sus discos publicados esta década. Está claro que tocan lo que más les motiva, que dicho sea de paso, tampoco son temas tan terribles. Cortes como Distant Satellites o The Beginning and the End sonaron formidables, la alternancia de voces entre Vincent y Lee siempre es fantástica, la fusión de percusión acústica y electrónica en varios temas les aporta un punto de desmelene interesante, y finalmente en temas como A natural Disaster o Closer fue cuando se pudo ver la mayor conexión con el público. Una muy buena actuación, con la vestimenta y el protocolo de un recital estirado, en el que los hermanos Cavanagh no se salieron de un guión que el público hubiese escrito de otro modo.
Llegaba el turno de los máximos protagonistas, Opeth. Si hablamos de conexión entre músico y espectador hay diversos tipos de conciertos, están aquellos en los que no se llegas a conectar con el músico, otros en que sí lo consigues, luego hay conciertos en los que percibes como lo músicos lanzan una especie de mensaje encriptado que aciertas a descifrar y ello te hace sentir especial… y luego están los conciertos en los que como espectador te ves superado por el músico, como el concierto de Opeth en VOA Fest. Ver a Opeth es contemplar el talento musical y creativo de Mikael Akerfeldt, dueño de un concepto global que te cae encima desde el minuto uno y al que únicamente puedes rendirte. Hablamos de una suma inusual de virtudes, la capacidad de reproducir su música con un sonido cristalino, la conjunción perfecta de una banda que roza lo prodigioso en cuanto a técnica, la selección perfecta de repertorio tocando temas de 8 discos distintos y la singularidad de un frontman como Mikael, quien posee una voz y una destreza a la guitarra prácticamente inalcanzables. Todo esto no son más que palabras, que definitivamente se me quedan cortas cuando tengo que entrar a valorar la magnitud final de lo que vivimos teniendo en cuenta la genialidad creativa que existe en las propias canciones que se interpretaron. Siempre he pensado que es de una estrechez de miras importante entrar en polémicas alrededor de la evolución del sonido de Opeth, más que valorar sus discos creo que habría que valorar sus canciones, algo que se ve indiscutiblemente confirmado cuando los ves en directo. La evolución de la banda toma coherencia al ver cómo se unifican, en un repertorio perfecto, temas desde The Drapery falls hasta Cups of Eternity, piezas separadas por 23 años y que mantienen ese hilo conductor llamado Mikael Akerfeldt. Opeth son el mejor ejemplo de que se puede ser extremo, complejo, sofisticado y elegante al mismo tiempo. Akerfeldt, llamado Mr. Moustache por su público portugués (en Barcelona le llaman Miguelito) es el maestro de ceremonias perfecto, y esta vez además estuvo especialmente simpático y elocuente al comunicarse con la audiencia. Aunque durante la hora y media de actuación la banda nos dejó con la boca abierta, The Devil’s Orchard y la final Deliverance, nos sobrepasó definitivamente. Si tuviese que llevar a alguien que no le gusta el metal a ver una banda en directo, sin duda lo llevaría a ver a Opeth, es una banda para presumir de ser metalero.
Sábado 6 de agosto:
La segunda jornada del festival comenzaba, y llegamos a tiempo de ver unos magníficos Soldier, única banda española del cartel y quienes con su certeros ataques thrash metal ya conseguían ambientar tímido público que se atrevía a ponerse a pleno sol. La banda causó una excelente impresión, especialmente en sus interesantes cortes de medio tiempo. El cuarteto tiene tablas de sobra, y el vocalista/guitarrista se esforzó por conectar con la audiencia portuguesa. Una buena actuación que motivó a que muchos espectadores, entre los que me incluyo, los apuntásemos en la lista de bandas a las que no se les debe perder la pista.
Aunque ya es costumbre ver a los propios miembros de una banda montando y probando su propio equipo en el escenario, ver al frontman de Schammasch con la túnica y el maquillaje yendo y viniendo con instrumentos y probando antes de su actuación es algo que llamaba la atención. Ese detalle no fue el único que hizo que el concepto ceremonial de su directo quedase deslucido. Musicalmente hablando la actuación estuvo francamente bien, aunque eché en falta algo de dinamismo entre un tema y otro, posiblemente en una actuación con otra iluminación en la que el concepto ritual de su directo termine de cuajar la banda consiga llevarnos más a su terreno ominoso, que por otro lado manejan a la perfección. El frontman quiso hacer de las condiciones adversas un arma, comentaba: “The sun is symbol of freedom, and death”, mientras se le derretía el maquillaje. En cualquier caso la banda presentó sus credenciales fieles a su propuesta y salieron victoriosos con su pesado y asfixiante metal oscuro. Metanoia o Awakening From the Dream of Life convencieron, sobre todo a los que desde la sombra de la mesa de sonido disfrutaron de una cómoda situación. Estoy convencido que en el futuro Schammasch tendrán mucho que decir, los suizos creen en lo que hacen y lo hacen francamente bien, posiblemente fueron la sorpresa del festival.
Era la tercera ocasión en la que veíamos a Abbath este verano, y aunque resultó la mejor de todas volvemos a tener que hablar de luces y sombras, y no me refiero a que se hizo de noche durante su actuación. Abbath salió realmente enchufado, al igual que los otros tres músicos que le acompañan. El problema es que llevan hasta la última consecuencia esa especie de promesa de ser los Motorhead del Black Metal, en el sentido de sonar a volumen 11 y con toda la distorsión imaginable. El sonido de la banda fue una locura, si bien el festival les brindó en bandeja sonar tan perfectos como el resto de bandas, eligieron sonar a un volumen absurdamente atronador y con un sonido saturado hasta el extremo. Tanto, que entre tema y tema en lugar de silencio sonaba un zumbido constante únicamente de tener los instrumentos enchufados. Los temas de medio tiempo sonaron genial, y los rápidos razonablemente bien para el que los conociese. En cuanto a actitud el frontman es un espectáculo, regalando posturas, gestos y movimientos que los fotógrafos del foso no desaprovechamos. Personalmente mantendría este concepto eliminando de la formación el segundo guitarra, ya que Abbath se sobra solito a las seis cuerdas, como hacía en Immortal, y no comprometería un sonido tan atolondrado. Warriors, Tyrants y Count the Dead sonaron fantásticas.
Al igual que Opeth, Paradise Lost también nos hicieron disfrutar con un excelente repertorio representando la variedad estilística de toda la carrera de la banda. Los de Halifax tocaron piezas de 9 discos distintos en un show de más de hora y media donde brillaron especialmente los 5 cortes que interpretaron de su excelente último álbum, The Plague Within, que consigue resumir casi todas las caras de la banda. Los ingleses tienen repertorio más que suficiente y cintura para adaptarse, siendo capaces de pasar de As I Die a Say Just Words sin despeinarse. La banda se encuentra en un formidable estado de forma a pesar de haberse adaptado recientemente al cambio de batería. Contaron con un sonido formidable, especialmente las dos guitarras, complementarias la una de la otra como siempre en Paradise Lost, y compenetradas a la perfección. Apetecía observar por las pantallas a un gran Gregor Mackintosh, donde pudimos disfrutar en primeros planos el modo en que ejecutaba sus numerosos arreglos de guitarra solista con sus vampirescas manos. Sin embargo algunos de los temas con teclados pregrabados, como los de Faith Divide Us… Death Unites Us, quizá sonaron demasiado altos respecto al resto de instrumentos. Nick Holmes empezó algo tibio en la voz en los primeros temas, entonándose posteriormente perfectamente, especialmente en los temas en los que retomó fabulosamente su registro gutural. Beneath Broken Earth nos dejó a todos sentados de culo por su poder doom. Finalmente Pity the Sadness y The Last Time cerraron una actuación memorable de los británicos.
Llegó el momento de otro de los grandes protagonistas del festival, Kreator, quienes contaban con todas las virtudes que hemos adjudicado a las diferentes bandas del festival: Naturaleza salvaje (Mantar), repertorio variado (Paradise Lost), precisión instrumental (Opeth), feeling (Katatonia), carisma (Abbath)… sumado a una enorme veteranía que atribuyen a la banda de Thrash teutona de una fórmula asesina y ganadora. En un escenario con escaleras en dos alturas, con cañones de CO2 y confeti, y telón de fondo con el Violent Mind desplegando sus alas sobre la banda, Kreator lucían imponentes. Cañonazo a cañonazo fueron cayendo los 17 temas que nos tenían preparados la que para muchos es mejor banda Thrash Metal en directo del mundo. Mille Petrozza estuvo implicado al máximo, custodiado por ese animal a la batería llamado Ventor, y con el aporte técnico a las seis cuerdas de Sami Yli-Sirniö, quien desde 2001 hace brillar al cuarteto como nunca. Al igual que Paradise Lost, y con permiso de los clásicos inapelables, los temas que mejor me sonaron de la banda son los geniales cortes sacados de su último disco, en este caso Phantom Antichrist, cuyo tema homónimo interpretaron tan magistralmente como siempre. Pese a ello la banda no quiso dejarse atrás lo mejor de su carrera, recurriendo a un total de 10 diferentes discos para elaborar su setlist, y del que nada he de objetar salvo que personalmente siempre me quedo con ganas de escuchar algo de su bastardo e incomprendido Renewal, y más teniendo en cuenta que tocaron la pausada Black Sunrise de Outcast. El público, que en cierta manera estuvo demasiado comedido durante todo el festival, se desató totalmente con la banda alemana, en un continuo derroche de Headbanging, Walls of death y enormes Circle pits, que imprimieron a la actuación un carácter épico especial. Flag of Hate y finalmente Betrayer dieron por concluido este formidable festival, del que ya reservamos fecha en la agenda para el año que viene.