1986. Un tipo bigotudo, con una chaqueta amarilla y un extraño pie de micro, canta a todo pulmón en un gran estadio y maneja a un público compuesto por miles de personas. Hace que griten, coreen las canciones o se muevan a su antojo. Es como si estuviéramos viendo a una especie de gigantesco titiritero manipular a una gran masa de gente que se comporta cual marioneta en manos de su amo y señor. Esa visión, en un ya lejano programa de Informe Semanal fue mi primer contacto con Freddie Mercury. Un primer contacto, que sentaría las bases de mi fanatismo por la banda y concretamente por su extraordinario líder, cantante e ideólogo.


Saltamos cinco años en el tiempo. Nos vamos a 1991. Varios medios de comunicación publican unas duras fotografías en las que podemos ver al antaño explosivo y enérgico vocalista, demacrado y con un aspecto que nada bueno hacía presagiar. La rumorología se disparaba. Se hablaba de que padecía SIDA, de que estaba al borde de la muerte, etc. Y por desgracia, se confirmaron los rumores y temores en 24 de noviembre de ese año. Ese día se anunciaba el fallecimiento de uno de los mas singulares artistas de la historia del rock, con solo 46 años. Fallecía Farrokh Bulsara, el hombre detrás de ese inolvidable alter ego que fue Freddie Mercury.

Cuando hablamos de Mercury, inevitablemente hemos de referirnos a Queen y a una serie de discos y canciones inolvidables que, en muchos casos, han pasado a ser himnos generacionales para todo tipo de públicos. Porque si algo les caracterizó fue el romper todo tipo de barreras estilísticas. Las etiquetas y el encasillamiento no iban con esta banda. Y menos con un Mercury que nunca se sintió cómodo en la categoría de cantante de rock. O de pop. O de lo que fuera. Para él, esas palabras eran solo eso, palabras. Restricciones semánticas que suponían mas una barrera que un impulso. Siempre huyó de esas definiciones como de la peste ya que suponían un corsé del cual era difícil deshacerse. Un límite a su creatividad que él nunca aceptó. Hablamos de alguien que no fue un crooner, ni un rocker, ni un icono glam, ni un divo operístico. En realidad, no fue nada de eso, pero a la vez fue todo eso y más, por paradójico y contradictorio que pudiese parecer.

Mercury y Queen
En sus compañeros, encontró Freddie la combinación ideal para dar rienda suelta a su desbordante creatividad. Me atrevería a decir que, muy posiblemente Queen no hubieran llegado a donde llegaron sin Mercury en sus filas. A su vez, es muy posible que Freddie no hubiera alcanzado la posición que logró alcanzar, de no ser por la aportación de Taylor, Deacon y May. Podríamos definirlo como la perfecta asociación. Uno de esos casos en los que el todo es mayor (infinitamente mayor) que la suma de las partes. Pero, siendo justos, y sin querer menospreciar el talento de ninguno de los miembros del grupo, nuestro protagonista fue quien mejor aunó en su persona talento, creatividad, teatralidad, pompa y espectáculo. Todos fueron grandes compositores. Brian May y Roger Taylor fueron grandísimos músicos, algo que nadie discutirá. Y John Deacon, además de un gran bajista fue uno de esos músicos con un olfato especial para escribir exitazos de esos que seguirán sonando hasta la saciedad superando todo tipo de modas y tendencias. Juntos, ejercieron unos de contrapeso y, a la vez, de complemento de los otros. Pero, así como cada uno de ellos aportaba ciertos ingredientes a una inigualable receta final, Freddie aportaba la suma de todos esos ingredientes, y además añadía la fantasía, la grandilocuencia y la genialidad.

mercury_1Porque “genial” es quizás el término que mejor podría definir su trabajo, que a su vez era un reflejo de su personalidad. Hasta en los mas nimios detalles, se esforzó en diferenciarse de todo y de todos. Su famoso pie de micro, por ejemplo, fue producto de un accidente en el que se le rompió un pie convencional. Su reacción no fue quejarse o sustituirlo por otro, si no hacer de la necesidad virtud y explotar la conocida pose que con el tiempo de se haría famosa con ese extraño micrófono que sería con el tiempo casi un apéndice. Una muestra de ingenio bien utilizado. Que no fue la primera, ni la última. Quizás ni siquiera la mas brillante. ¿Que podemos decir de grabar una parte de Bycicle Race como un solo de timbres? ¿O la conocida parte operística de Bohemian Rhapsody? Está claro que hablamos de alguien que era contemporáneo de grandes rockstars en los 70´s como Jagger, Bowie, Zeppelin, etc. Pero muy diferente a todos ellos.

Trayectoria artística

En el aspecto musical, Mercury fue un ejemplo de versatilidad y de amplitud de miras. Ya desde el primer disco de Queen, supo que no quiso ponerse cortapisas y, aliado con el productor Roy Thomas Baker, fue progresivamente ensanchando su horizonte musical. En mi opinión el Freddie mas desmadrado y excesivo, hace acto de presencia, sobre todo a partir del disco A Night at The Opera. Pero ya en los anteriores discos de la banda había dado muestras de querer salirse de los rígidos corsés rockeros. En Queen II, se había reservado toda la segunda cara para sus canciones. Y en Sheer Heart Attack, ya se apreciaban claramente alguna de las constantes que se mantendrían a lo largo de su carrera. El aire vodevil de Bring Back that Leroy Brown, la épica de In The Lap of Gods o los juegos y armonías vocales de Killer Queen suenan a Mercury al 100%

Pero es en 1975 cuando, en mi opinión, vemos a Freddie evolucionar de cantante y compositor a icono. Dos canciones tienen “la culpa”. Love of my life y Bohemian RhapsodyLove of my Life es una balada con piano en la que el cantante puso toda su alma y que se convirtió poco después en uno de los puntos álgidos de los shows del grupo. Una de esas canciones que nunca pasarán de moda. Por otra parte, Bohemian Rhapsody es uno de esos temas inscritos en letras de oro en la historia de la música. La clase de canción que levanta pasiones y odios pero que a nadie deja indiferente. Freddie tenía la idea en la cabeza de una canción que supusiera la fusión definitiva entre la música clásica y el rock. Y le mostró el inicio al piano al productor Roy Thomas Baker. Cuando finalizó de tocar esa parte, dijo “Y ahora es cuando viene la parte operística”, comentario que descolocó a productor y compañeros. Pero lejos de desanimarse, todo el mundo de puso manos a la obra, siguiendo las indicaciones del cantante que actuó a modo de director cuidando obsesivamente hasta el mínimo detalle. La canción estaba dentro de su cabeza desde hacía mucho y sólo se grabaría definitivamente cuando se lograra el resultado que él deseaba. Resultado que se logró tras muchas horas de grabaciones de pistas vocales, de piano y de diversas secciones de la canción que se mezclarían de varios modos y se uniría para, finalmente dar forma al himno que todos conocemos. Una pesadilla de cintas y grabaciones que Mercury y Roy Thomas Baker, unieron empleando de nuevo horas y horas para finalmente dar forma al himno que todos conocemos. Seis partes para una canción digna del mas desquiciado proyecto de rock progresivo. Seis minutos de duración y con partes operísticas. Lo que parecía en su momento un suicido comercial, resultó ser contra todo pronóstico, un mega clásico que cuarenta años después es conocido por todo ser humano de Occidente entre los seis y los cien años.

mercury_3Tras esto, el Freddie visionario y megalómano, con renovada confianza, ya era imparable. Había conseguido llevar su delirio a buen puerto y a partir de ese momento ya nadie podría pararle ni ponerle barrera alguna. Tocó estilos como el gospel con la magistral Somebody to Love, en donde vuelve a demostrar que no solo posee una gran voz si no que sus composiciones se ven tocadas por una magia especial. Y unas armonías vocales y coros dignos de los mas inspirados Beach Boys. En News of The Word, Brian May incluyó su célebre We Will Rock You. Pero como si de una especie de competición se tratara, el bueno de Freddie no se iba a quedar atrás y firmaba en aquel mismo disco, el tema, posteriormente aceptado como una especie de himno de todo tipo de eventos deportivos, We Are The Champions. Pocas veces una canción definió tanto a su creador. “No time for losers, cause We are The Champions!!!”. Una frase que retrata a la perfección a Mercury. Sobre todo al Mercury que sobre un escenario era capaz de manejar a audiencias de docenas de miles de personas a su antojo.

Los 70´s terminaron con nuestro hombre pletórico de inspiración, firmando instantáneos clásicos como Let Me Entertein You, Don´t Stop Me Now, Jelousy, Mustapha o Bicycle Race con su solo de timbres. Los 80´s llegaron y con ellos, la extravaganza y el mas exagerado de los eclecticismos. No voy a decir que fueran la mejor época de Queen, pero si que Mercury expandió sus límites hasta practicamente derribarlos. Desde grabar con David Bowie hasta sentirse un divo del bel canto junto a Montserrat Caballé, todo valió para Freddie en aquella década. La interpretación de su Barcelona, junto a la Caballé, permanece grabada en la retina de mucha gente. Era 1988 y la expectación por ver a un cantante de rock compartir escenario con la soprano catalana tuvo a medio país pegado al televisor.

En los 80´s tuvo tiempo incluso de grabar una versión de The Great Pretender de The Platters, de componer un tema rockabilly como el brillante Crazy Little Thing Called Love o de aportar en The Works otra de esas maravillosas canciones melódicas con piano que tanto le gustaban. It´s a Hard Life, dedicada a la vida de la farándula es una de esas canciones que suenan hoy igual de bien que hace treinta años. Y que dentro de otros treinta seguirá sonando a gloria. En esa década Mercury y los suyos se tomaron unos años de respiro de giras y grandes montajes. El cantante comenzaba una carrera en solitario y el resto de miembros del grupo iniciaban tambien proyectos paralelos para mantenerse ocupados. Pero en 1985, fueron unos de los triunfadores en el festival Live Aid de Wembley y les picó el gusanillo de volver a los escenarios. Coincidiendo con la publicación de A Kind Of Magic, la Reina volvía a girar levantando una inusitada expectación. Era un retorno, para decir adiós y nadie se lo quería perder. Fue en ese momento, en el ya lejano 1986 cuando este humilde servidor conoció a Freddie (como comento al inicio de este artículo) y se dejó llevar por su magia y su carisma.

Tras esto, nada volvió a ser igual. Hubo mas hits en las radios, premios, etc. pero a esa altura de su vida, el cantante era ya un hombre que había logrado lo que quería artisticamente. Que podría seguir hasta el infinito, pero que ya no tenía mas cimas que escalar. El mismo lo había gritado a los cuatro vientos por los escenarios de medio mundo. Eran los campeones. Y lo sabía. Tras A Kind of Magic, y su apoteósica gira por estadios de medio mundo, nada volvió a ser igual. Mercury nunca dejó de trabajar. Pero ya nada fue lo mismo. La canción Barcelona fue ese último sueño que hizo realidad. Aún habría mas discos de Queen y mas canciones en solitario, pero ya se había perdido ese ansia de impactar y de sorprender al mundo. Sabía que mas alto ya no podría llegar. Su último golpe de genialidad se lo guardó para el final, con esa declaración de principios que fue The Show Must Go On, cuando él mismo era consciente de que su final estaba cercano. Un último momento de lucidez de un hombre que hizo del espectáculo una herramienta para lucimiento de Freddie Mercury, el artista y una pantalla que protegía a Farrokh Bulsara, el hombre.

Mercury, el hombre y la estrella

Freddie no triunfó solamente por su enorme talento artístico o por haberse rodeado de tres tipos tan increiblemente talentosos como sus compañeros en Queen. La base de su triunfo se forjó ya antes del estrellato y se cimentó en una personalidad única y un don de liderazgo pocas veces visto. Quizás no fuera un académico pero tenía una extraña habilidad para pensar a lo grande y llevar esa grandeza a la realidad. Desde que su carrera musical comenzó, lo tuvo claro. Quería ser una estrella. Y no una estrella de rock. No una estrella, mas allá de géneros y etiquetas. Para él, tan estrella era Mick Jagger como Liza Minnelli y trató a de aunar lo mejor de ambos mundos, cogiendo todo lo que estaba en el medio. En sus giras, la vida era una fiesta y el mundo, su patio de recreo. Líder en escena y fuera de ella, sus maneras de prima donna, fueron alabadas y rechazadas a partes iguales, pero todo el que coincidió con él, concuerda en que estaba dotado de un magnetismo especial. Phil Lynott, por poner un ejemplo, quedó profundamente impresionado cuando Thin Lizzy ejercieron de teloneros de unos cuantos conciertos de Queen.

mercury_2Desde muy temprano, su comportamiento, cuando se mostraba al público, era propio de alguna diva de Broadway. Tras su debut, aún transcurriría cierto tiempo hasta que se convirtiera en un icono, pero dentro de su cabeza, desde el momento en que se puso por primera vez delante de un micrófono, él ya era una rockstar en toda regla. Para Freddie, la austeridad era pecado y el conservadurismo, anatema. Su imagen y su look en escena fue siempre la antítesis de la discreción y a la hora de grabar y componer, siempre se quiso saltar las reglas y clichés del rock, para llevar su arte mucho mas allá. Y por supuesto, siempre fiel a su regla de oro. NO ABURRIR. Hay quien se basa en que «Menos es más». No así nuestro protagonista, que se movía regido por la idea de “Cuanto más, mejor”. En 1977 en plena cima de su estrellato explotó con fuerza el movimiento punk en Gran Bretaña. Muchas vacas sagradas del rock británico de los 70´s vieron amenazada su posición. Algunos de ellos habían caído en un aburguesamiento con el que los jóvenes no comulgaban. Y bandas como Sex Pistols o The Damned, despotricaban contra todo lo que Queen podían representar (pompa, grandilocuencia, conciertos en estadios, etc.). ¿Cuál fue la reacción de Freddie ante el punk? Pues…¡ninguna! A su modo fue más punk que nadie. Su vida siguió y mientras Johnny Rotten y los suyos trataban de proclamar la anarquía en las ciudades británicas, él cantaba We Are The Champions a todo pulmón. Mundos diferentes. Opuestos, podríamos decir. Pero el divo rockero nunca se sintió amenazado por el movimiento punk. Incluso llegó a tener un encuentro con Sid Vicious que despachó con humor. El movimiento punk representaba una reivindicación del espíritu mas primario del rock and roll. Una vuelta a lo básico, a los conciertos en pequeños clubs, a la cercanía con el público y a las producciones crudas. Precisamente, todo lo contrario a lo que Mercury promulgaba. Evidentemente en 1977 y 1978, lo último que pensaba es en tocar en pequeños recintos. ¿Para que tocar en una sala para 500 personas, pudiendo ser adulado por varios miles de fans en el estadio de Wembley? ¿Por qué limitarse un formato de guitarra-bajo-batería-voz en los estudio de grabación, pudiendo añadir pianos, orquestas, coros y todo tipo de arreglos? No. Ni quiso ser un punk, ni el punk pudo con él. Si algo logró este hombre fue estar siempre arriba independientemente de las modas y tendencias del momento. Su caso, al igual que el de David Bowie, sigue generando un eterno debate. ¿Tenía especial habilidad para subirse al carro de lo que triunfaba? ¿O era él quien ejercía de pionero que creaba caminos a seguir e imitar? Una discusión en la que posiblemente nunca nos pongamos de acuerdo. Aunque creo que la mayor diferencia entre ellos era el hecho de que Bowie casi siempre tendió a moverse en las vanguardias, mientras que Freddie siempre fue mas de echar la vista al pasado (cabaret, musicales, etc.) Pero en la que yo tengo clara mi postura. Fue un visionario, mil veces imitado, poquísimas igualado y, desde luego, nunca superado.

Epílogo

No he pretendido escribir un sesudo retrato de la figura de Mercury, ni a nivel biográfico ni artístico. Quedan en el tintero muchas canciones que comentar y muchos hechos biográficos por reseñar. Pero no era el objetivo ser exhaustivo ni escribir el retrato definitivo del personaje. La idea era plasmar en negro sobre blanco mis impresiones sobre un hombre que fue mucho más que un cantante. Fue, para mi y para muchos, quien mejor encarnó el rock como fantasía y espectáculo. Quien hizo con su música que muchas personas se enamoraran, soñaran, bailaran, rieran, lloraran, se emocionaran, etc. Fue el hombre que nos dio coraje para creer en nosotros mismos, para desterrar la palabra “prejuicio” de nuestro vocabulario, el hombre que nos dio empuje para luchar por una idea, por descabellada que fuera, el que nos enseñó que la vergüenza era un freno y la confianza un potente combustible. Hablamos del hombre que se autodenominó campeón y que se paseó por los escenarios del mundo con una capa, una corona y…¡unos tenis Adidas! Y esa era mi intención, transmitir en esta palabras, la misma pasión que Mercury transmitió a través de su obra. Espero haberlo logrado. Y de no haberlo hecho, pido disculpas, lo he intentado. Sea cual sea vuestro veredicto sobre mis palabras, nos acogeremos en cualquier caso a la última voluntad del maestro y seguiremos adelante. The Show Must Go On!