Crítica y fotos por Rafa Diablorock
Download Festival Madrid – Caja mágica.
Primera jornada – jueves 22 de junio de 2017.
Aspectos Generales:
Madrid lo estaba deseando, y por fin llegó Download Festival. 33.000 asistentes acudieron en la primera jornada, que contaba con 22 bandas sobre los 4 escenarios del recinto de 35.000 m2 de césped artificial. El hecho de ser la primera toma de contacto sabíamos que iba a traer algunos inconvenientes, desde la organización, que por mucho esmero siempre tiene que echar a rodar para terminar de pulir todos los detalles, como para el público, quien anduvo algo desorientado por no conocer el modo más fácil de entrar al recinto. La organización se disculpó por el retraso en la hora de apertura de puertas, y cuando empezó a rodar la cosa empezó a funcionar con normalidad. El recinto es muy amplio, y no se sufrieron colas para pedir bebida o acceder a los servicios (aunque siempre hay algunas barras o mostradores que están más concurridos que otros) y los escenarios son bastante grandes. Los mainstages 1 y 2 tienen pantallas a los lados, y un gran sonido, mientras que los 3 y 4 son algo más pequeños y sin pantallas. Un punto a favor de la organización es haber separado con una gran lona los escenarios 1 y 2 de los 3 y 4, de modo que el sonido nunca llega a mezclarse. Otro punto muy positivo desde mi punto de vista es la zona dedicada a los asistentes «vip», aquí llamados «rip», y es que mientras que se garantiza a los espectadores que lo quieran pagar una zona que les asegura ver en los dos escenarios grandes a sus bandas preferidas, por contra también se reserva al resto del público esa posibilidad si «se lo curra». En lugar de reservarles a los clientes «rip» toda la zona delantera, se les acota la zona izquierda, quedando la derecha a todos los valientes o pacientes que lo quieran ocupar sin necesidad de pagar más. Respecto al tema del agua, que ha indignado a tantos, vi a muchísima gente rellenando los vasos desde los grifos de los baños, y aunque se supone que no es potable, todavía no nos hemos cagado por la pata abajo. Hablando de cosas que huelen mal, debe haber una planta de aguas residuales o algo por el estilo cerca, ya que el «aroma» a veces es importante. Hay pocas sombras, pero el que la necesita la encuentra, y el césped artificial es muy cómodo para descansar, por no decir que acaba definitivamente con el problema del polvo-barro que todos alguna vez hemos sufrido. Por contra, a primeras horas el césped despide mucho calor, algo que debería tratarse de algún modo. La zona de mercadillo y de comidas está algo alejada pero muy bien, con una zona con mesas y sillas, y aunque el tema precios siempre pensamos que puede mejorarse, es equivalente al del resto de festivales. Se puede ir a cuchillo, pero en general, para nosotros ha sido muy positiva la primera toma de contacto, teniendo en cuenta alguna novatada. En cuanto a organización esperamos al veredicto definitivo del segundo día en el que se espera mucha más gente. Entremos en materia… ¡los conciertos!
Nos estrenábamos con Code Orange, todavía más brutos que en estudio. Con un formidable sonido que cortaba, la actuación de esta joven banda llamó la atención por su entregada puesta en escena, donde los cinco miembros no paran de moverse y sacudirse por el escenario. Alternando voces entre el batería, la guitarrista y un tercer guitarrista/teclista, poseen un peculiar formato en directo, en el que su bajista Joe Goldman ocupa la labor de frontman, en un continuo ir y venir por el escenario saltando y lanzando patadas. Repasaron ampliamente su violento último disco, Forever. No sé dentro de unos años cómo andarán de popularidad, pero ese hambre que muestran sobre el escenario es difícil de mantener con el paso del tiempo. Como decían Les Luthiers: «Véanlos, ¡antes de que crezcan!».
Marchamos al escenario 3 para comprobar si Black Peaks eran capaces de llevar al directo sus notables composiciones, algo que yo al menos no pude o supe encontrar. Cierto es que no contaron con el mejor de los sonidos, pero la sensación de banda verde no me la quita nadie. El vocalista no es lo más carismático del mundo, y tardó en calentarse para acabar algo cansado a mitad del concierto. La gente estuvo algo apagada, aunque no era una banda demasiado conocida. Los temas se hacían anodinos totalmente, y el que no los conocía era imposible que encontrara nada atractivo en lo que sacaban del escenario. Posiblemente la desilusión del festival. Son jóvenes y tienen un largo recorrido, la próxima será mucho mejor.
Pudimos terminar de ver a Hacktivist, quienes no esperaba tan fiesteros. Su rap-metal con instrumentalización djent será un castigo para los más puretas del público, pero es innegable que su propuesta, totalmente al contrario de sus compatriotas Black Peaks, cuaja entre el público a las mil maravillas. Yo los encontré más «jueguistas» que «activistas», interactuando con el público y gozando de un gran sonido. Su concierto fue un deleite para sus fans, y seguro que hicieron nuevos amigos.
Desde la zona central del escenario principal pude ver a A Day to Remember, quienes posiblemente hicieron el concierto revelación de la jornada, al menos para mí, que nunca he congeniado ni con ellos ni con su estilo en particular. Su estilo asequible de punk-metalcore, o easycore, no tiene secretos, y de ahí que funcione tan bien en directo. Si además el sonido vuelve a ser perfecto y el público responde, pues tienes un concierto ciertamente memorable. La banda tiene repertorio y sabe qué es lo que mejor funciona de él, por lo que, a igual que con Hacktivist, hicieron las delicias de sus fans con un show intachable.
Muy bien Jardín De La Croix, que pese a volver a tener que defenderse en el escenario que andaba más justito de sonido (4) dejaron claro que son una banda muy especial. El calor, la luz a plena tarde y el hecho de ser una banda poco festivalera fueron importantes handicaps que la banda madrileña supo superar. No pude permanecer en su actuación completa, pero era la primera vez que los veía y me convencieron pese a que no fue el concierto más explosivo del día, y es que esa no es su apuesta.
Volví a pasar por el escenario 2 para ver a House of Pain, que aunque viven de las rentas saben como hacer bailar a casi cualquier público. Un DJ Lethal algo orondo hizo de maestro de ceremonias, y los dos MC hicieron saltar a la muchedumbre a ritmo del su cláisco Jump Around, infalible para este tipo de citas.
Five Finger Death Punch son unos profesionales como la copa de un pino. Su metal mainstream podrá resbalar a algunos, pero pocos pueden presumir de tener las tablas de esta banda, que viene hormonada por su éxito en EEUU. Parece increíble que el vocalista Vext lleve con ellos tan solo unas semanas, y es que más de un despistado podría pensar que es su vocalista de toda la vida. La banda no para de regalar guiños y gestos al público, una imagen y puesta en escena vistosísima, y clavan cada nota al milímetro. Un conciertazo con todas las letras, quizá con algún tema demasiado blandengue. A buen seguro se les hizo muy corto a su cada vez más numerosa base de fans por aquí. Quieren conquistar Europa, y lo van a conseguir.
¿Que hacen los empollones cuando sacan un sobresaliente? Pensar en el siguiente reto y apuntar a la matrícula de honor, lo mismo que Gojira. Cuando una banda es casi perfecta se puede despreocupar, desmotivar, o permitirse un mal día, algo que los Duplantier no aceptan en ningún caso. Con un sonidaco impresionante en el escenario dos, los vasco-franceses volvieron a dar motivos para que muchos los consideren la mejor banda de metal en directo, algo tremendamente subjetivo, pero que si tanto se dice, y desde tantos sitios, será por algo. Ya no los avanzó el comando pamplonica de Diablorock, que hace un par de días los vio en el sur de Francia, «van a arrasar Download», decían. Y se cumplió. Daba igual que tocasen su tántrica y reciente The Shooting Star (siempre diré que tiene mucho de Killing Joke este tema) o sus viejas gemas, Remembrance, Backbone… todas funcionan a la perfección, engalanadas (ya de noche) con columnas de CO2 y llamaradas perfectamente sincronizadas. Unos leves cortes de sonido chascaban minimamente en ciertas ocasiones, recordando que lo que estábamos escuchando era sencillamente perfecto. La noticia sería que no reinasen en cualquier festival. No tienen techo.
Y llegaron los cabezas de cartel del día, la actuación principal de la jornada. Esperadísimos Linkin Park, que llevaban 7 años sin pisar Madrid. La banda californiana venía presentando un nuevo disco bastante polémico, que Chester Bennington defiende vocalmente a la perfección, pero que no hay muchos que defiendan estilísticamente. Así se lo recordó su inmenso público cuando tocaron sus grandes hits guitarreros, y es que mientras en los temas nuevos el guitarrista podía entretenerse en hacer palmas o ir a recoger espárragos, cuando llegaban los One Step Closer y compañía aquello eran miles y miles de personas botando. ‘One More Light‘ es muy bonito, pero la mayoría del personal quería ir calentando para los brincos que nos esperan las dos siguientes jornadas. La banda estuvo impecable, sonidazo de nuevo y la verdad es que Chester tiene un vozarrón importante. Los más puretas huyeron de allí despavoridos para ir por comida o coger sitio para Dark Tranquillity, pero tampoco se tuvieron que arrancar el parche, ya que en realidad es una banda de la que nunca lo llevaron. Salvo el repertorio, que es algo siempre discutible, otro show impecable.
Poco pude ver de los suecos Dark Tranquillity, suficiente para comprobar que siguen en estado de gracia con su actual y renovada formación. Un gran sonido esta vez en el escario 3, en el que los teclados tuvieron mucho protagonismo, y donde una pantalla tras el escenario ofrecía proyecciones con imaginería de la banda. Mikael Stanne es uno de los mejores frontman de metal europeo, un tipo que gusta y se gusta, liderando una -como siempre- elegante actuación de los suecos.
La gente salía en estampida tras el final del show de Linkin Park, casi sin molestarse en saber quienes eran Monster Magnet, que yo tampoco me molestaré en presentar. Si te los perdiste no tienes perdón, junto a Gojira llegaron a lo más alto de las puntuaciones. Dave Wyndorf no es el pipiolo de los 90, y su guitarra es de atrezo totalmente, pero está en un renovado estado de forma, a igual que los propios ‘Magnet. Parece mentira que tenga 60 años, y es que, en realidad, parece el mismo que vimos en Festimad 99,. Dave rockea y luce como hace mucho no hacía, y tiene un aura de semidiós rockero difícil de igualar. Los de Nueva Jersey dieron un señor conciertazo, con actitud y repertorio inmejorable bajo mi punto de vista, abriendo con Dopes to Infinity y cerrando con Space Lord… con otras grandes barbaridades por medio. Phil Caivano es un guitarrista excepcional, segundo protagonista de la banda pero en un segundo plano absoluto, eclipsado por Wyndorf, que parecía pasarlo realmente bien defendiendo sus canciones mientras el ventilador soplaba en su cara. La gente se lo pasaba bomba. Powertrip me hizo sacudirme de lo lindo en el foso mientras hacía las fotos, y Wyndorf me señaló sonriente como preguntándose: «tú que haces trabajar o pasarlo bien», a lo que le podría haber respondido: ¡Las dos cosas Dave!
Crónica de segunda jornada aquí.
Crónica de tercera jornada aquí.