Por David Koma
Una vez vista la nueva obra del estudio Disney-Pixar, tenemos que haceros una advertencia: a menos que queráis correr el riesgo de una alarmante deshidratación lacrimal, no vayáis a verla. O mejor dicho, haced todo lo contrario y disfrutad de una de las mejores películas de animación del año. Puede que no sea el mejor film de la factoría Pixar, pero posiblemente sí el más sentimental de todos, más incluso que aquel final de «Toy Story 3» o esos diez primeros minutos de «Up» que poseían una intensidad emocional inabarcable. “Coco” es tan bonita y tan emotiva que es imposible no acabar a moco tendido. Y no sólo eso, porque este trabajo es una declaración de amor a esa porción de la cultura mexicana que muchos de nosotros desconocemos y que resulta especialmente cautivadora gracias a una mitología sobre el más allá (junto a su tradicional celebración del día de los muertos) realmente curiosa y atrayente. No debe de haber sido nada fácil plasmar todo este (infra)mundo en la pantalla: el entorno rebosa tanta originalidad y la fantasía está tan bien contada que rápidamente asimilamos toda esa magia facilitándonos enormemente la inmersión en este universo del día de los muertos, como si prácticamente lo conociéramos de toda la vida.
Además, “Coco” es una carta de amor a la música (mensaje que obviamente siempre me cala hasta el tuétano) y también representa un canto a la vida, a la familia y al hecho de perseguir nuestros sueños por muchos impedimentos que nos pongan por el camino. Pero, por encima de todo, se trata de una reflexión sobre el olvido, base principal sobre la que girará todo el relato: la idea del olvido como la verdadera muerte del individuo, más incluso que la muerte en sí misma. Es sorprendente la fuerza con la que se transmite este mensaje tan profundo, realmente sobrecogedor.
Por todo esto, quizá esta película no sea la cumbre de Pixar (ni lo pretende) pero sí que tiene elementos de sobra para ser una mezcla desbordante de fantasía y emoción que entra por derecho propio en la selecta colección de clásicos de la factoría.