Por Jaime Taboada.
Hace unos días me hicieron una interesante propuesta. Dedicar unos párrafos a un disco que en 2018 cumple nada menos que 30 años. Y recibí dicha propuesta con mucha alegría porque hay discos que, además de gustarnos mucho, los consideramos especiales debido a factores generalmente emocionales y/o sentimentales. En este caso va mucho más allá de un mero objeto. Es casi casi, un compañero de viaje que ha estado a mi lado durante las últimas tres décadas y que espero que lo siga estando durante unas cuantas más. Hablo de Seventh Son Of A Seventh Son de Iron Maiden y le guardo especial cariño porque fue uno de los primeros discos (junto a Appetite For Destruction) que este humilde servidor se compró con su dinero en formato vinilo.
Retrocedamos a 1988. Este juntaletras era por aquel entonces un adolescente de 14 años. Excursión de fin de curso de 8º de EGB en Madrid. Para los que éramos “de provincias” eso de estar en Madrid sin vigilancia paterna a esa edad era toda una aventura. Y pese a que los profesores que nos acompañaban ejercían un férreo marcaje, en un momento de despiste unos cuantos de nosotros salimos a dar una vuelta por las inmediaciones del hostal en el que nos alojábamos yendo a parar a una tienda de discos. Y ahí estaba, nada más entrar, esa portada en la que Eddie nos miraba de forma entre inquisidora y desafiante. Y como movido por algún invisible resorte compré el disco en ese mismo momento como si la criatura de la portada me hubiese sometido a algún tipo de hipnosis.
Para matizar, he de decir que tampoco fue totalmente una compra a ciegas. En 1988 en España, Iron Maiden eran el heavy metal dentro del imaginario colectivo. El género arrastraba muy mala fama entre las mentes bienpensantes y la idea que se tenía de un fan del heavy era que reunía en su persona todos los males habidos y por haber. Cuando se veía a un melenudo con chupa vaquera y pantalones ajustados, lo primero que pensaba mucha gente es que era violento, drogadicto y… ¡¡fan de Iron Maiden!! Muchos no tenían ni idea de lo que era el heavy metal más allá de los tópicos más casposos e incluso no sabrían nombrar ni tres canciones de la banda de Steve Harris, pero su nombre era conocidísimo y producía una mezcla de curiosidad y temor. Yo, debido a que mi hermano mayor era fan, conocía ya su música y sus clásicos himnos. Y por ello compré sin pensarlo Seventh Son Of A Seventh Son. Sabía que iba a ser un discazo. Treinta años después, sigo pensando lo mismo.
En 1988 Iron Maiden eran una banda en la cima del mundo. Dentro del heavy metal estaban en lo más alto, sus giras eran súper exitosas y sus cinco miembros tras varios años tocando juntos, se compenetraban a las mil maravillas. Los años anteriores habían publicando joyas como Peace Of Mind, Powerslave, Somewhere In Time y el célebre directo Live After Dead. Estaban en racha y cada álbum que publicaban los hacía más y más grandes. Somewhere In Time, que databa de 1986, había introducido ciertas novedades en el sonido de Maiden como el uso de sintetizadores e incluía futuros clásicos del grupo como Stranger In A Strange Land, Wasted Years o la épica Alexander The Great. Un gran disco que sin embargo había provocado ciertos roces entre miembros de la banda. Concretamente Bruce Dickinson se quejó de que todas sus ideas en materia de composición habían sido rechazadas por Steve Harris viéndose así relegado al mero papel de cantante. Sin embargo parece que el enfado no pasó a mayores y el vocalista quedó entusiasmado cuando el bajista le contó la idea para un disco conceptual, tras leer la novela El Séptimo Hijo de Olson Scott Card. Harris, a partir de ese título y con la idea en mente de que iban a grabar el que sería el séptimo álbum en estudio de La Doncella, se puso a trabajar junto con el resto de miembros del grupo en los estudios Musicland de Munich junto al productor Martin Birch a final de 1987. La grabación fue un proceso arduo y laborioso debido a varios factores, pero sobre todo al corsé que imponía la condición de que todas las composiciones, mas allá de su calidad, tenían que encajar en la historia de un personaje mitológico, el Séptimo Hijo de un Séptimo Hijo que, dotado de poderes sobrenaturales, personificaba la lucha entre el bien y el mal. Esa condición representó una dificultad, pero a su vez fue un reto que motivó a los miembros de la banda para dar lo mejor de sí mismos en todos los aspectos. Y vaya si lo dieron
El disco se inicia con una tétrica y oscura intro de guitarras acústicas sobre las cuales Bruce Dickinson recita el siguiente preludio:
Seven deadly sins / Seven ways to win /Seven holy paths to hell / and your trip begins.
Seven downhill slopes / Seven bloody hopes / Seven are your burning fires / Seven your desires…
Tras esta breve presentación, comienza a sonar un sintetizador, uniéndose el resto de la banda a los pocos segundos para iniciar Moonchild, el primero de los ocho temas que componen este Seventh Son Of A Seventh Son y con el que el grupo pone las cartas sobre la mesa de lo que nos encontraremos de ahí en adelante. Un Dickinson espectacular, la sección rítmica súper compacta apoyándose en las cabalgadas de Harris con su bajo y las guitarras de Adrian Smith y Dave Murray interactuando con fluidez, como si trasladaran el sonido de las “twin guitars” de Thin Lizzy al metal. Un inicio inmejorable, heavy, rápido, contundente y con un gran estribillo pero en ningún caso fácil, sencillo o comercial. Tras el fabuloso arranque, los siguientes dos temas no podrían ser más dispares, aunque paradójicamente muy representativos ambos del sonido Maiden. Infinite Dreams es una canción larga (algo más de seis minutos), compleja y con varios cambios de ritmo. Hubo quien, en su momento, apuntó un acercamiento del grupo al rock progresivo incluso. Sin entrar en el farragoso tema de las etiquetas, se revela como una de esas grandes canciones por las que no pasa el tiempo.
Can I play With Madness?, por el contrario, es una canción directa, sencilla y más melódica que la banda utilizó como single y para la cual grabó un videoclip que sirvió como presentación del disco. Criticada por algunos que lo consideraron casi como una concesión para sonar en las emisoras de FM, en mi opinión es una gran canción, necesaria además para impulsar la carrera comercial del álbum pero no por ello floja o de relleno. Uno de esos ejemplos en los que comercialidad y calidad van de la mano. Los dos siguientes cortes también nos muestran las dos facetas más reconocibles y a la vez dispares del grupo. The Evil That Men Do es uno de esos himnos que mejor representan la esencia de Iron Maiden y por añadidura del heavy metal británico de los 80, con su ritmo galopante y la excelente labor de Murray y Smith haciendo rugir sus guitarras. El tema que da título al disco es una pieza muy diferente. De casi diez minutos de duración, más machacón, con una parte central que podría haber sido inspiración para Ghost con esos teclados y ese ambiente tétrico que da paso a un tramo final instrumental en el que la banda brilla de manera extraordinaria. Para mi gusto, la joya de la corona del LP y una de mis favoritas de toda su carrera.
El nivel no solo no decae en el tercio final del álbum ,sino que los clásicos siguen apareciendo. The Prophecy y The Clairvoyant son, para mi, clásicos básicos del repertorio de La Doncella. El primero de ellos, empieza con una fabulosa, tranquila y casi angelical introducción con los dos guitarristas brillando extraordinariamente de nuevo, tras la cual comienza ese ritmo trotón apoyado en el bajo de Harris y en la cual Bruce Dickinson realiza un extraordinario trabajo. Con The Clairvoyant disfrutamos de nuevo del sonido más característico de los británicos, con sus “twin guitars” y esa combinación del bajo de Steve Harris y la batería de Nicko McBrain que siempre ha dado lugar a un sonido que nadie más ha logrado reproducir. El cierre, tras los siete temazos relatados llega con Only The Good Die Young que quizás no destaque especialmente entre tanta maravilla, pero que constituye un excelente final, con un irresistible estribillo y que, cuando termina, con Dickinson recitando los mismos versos del comienzo de Moonchild, nos deja con ganas de más a la vez que la sensación de haber escuchado uno de esos discos irrepetibles que muchas bandas solo logran grabar una vez en su carrera.
No fue ese el caso de Iron Maiden que antes de este Seventh Son Of A Seventh Son habían publicado títulos como Killers, The Number Of The Beast, Peace Of Mind o Powerslave, de un nivel elevadísimo. Pero lo cierto es que, al menos en mi opinión, con posterioridad a la obra que hoy nos ocupa el grupo nunca volvió a grabar una obra tan redonda. Yo no podría destacar solo un álbum por encima de los demás, pero desde luego éste estaría no solo entre los mejores de su carrera, sino también entre lo mejor del heavy metal de la década de los 80.
El LP se publicó el 11 de abril de 1988 y pese a la polémica suscitada por el uso de teclados y sintetizadores, caló hondo entre la comunidad metálica y logró ser un gran éxito de ventas lo que llevó al grupo a protagonizar una existosa gira por Estados Unidos (en parte de la cual los teloneros fueron Guns´N´Roses) y a liderar el multitudinario festival Monsters Of Rock en Donington, de infausto recuerdo debido al fallecimiento de dos espectadores.
Se podría decir que por aquel entonces Iron Maiden estaban en el punto álgido de su carrera. Aún así, no todo era idílico y en 1989 Adrian Smith abandonaba la nave. Tras ese momento, ya nada volvería a ser lo mismo. Pese a ello, la banda seguiría adelante, habría más cambios en la formación, se sucederían modas y estilos y finalmente tras muchas vicisitudes lograrían sobrevivir y treinta años después siguen siendo una referencia ineludible para el heavy metal en particular y el rock en general, generando tanta expectación como antaño con cada gira y cada lanzamiento discográfico. Y por supuesto, en 2018 Seventh Son Of A Seventh Son sigue siendo un grandísimo trabajo imprescindible en la colección de cualquier persona de bien. Y si opináis lo mismo que yo, la próxima vez que nos veamos en un bar pediremos al DJ que suene The Clairvoyant y brindaremos al grito de UP THE IRONS!