Escrito por Cthulhu.
Producción: Aðalbjörn Tryggvason, Fredrik Reinedahl
Sello: Season Of Mist
Toca reseñar uno de los lanzamientos más esperados de lo que fue 2011, al menos para un primigenio servidor. No es para menos, pues considero a Sólstafir una de las bandas más talentosas y especiales del panorama musical actual. Y digo lo de musical, sin entrar en etiquetas, porque hace tiempo que el cuarteto islandés dinamitó cualquier intento de encorsetar su propuesta dentro de un género concreto. Desde que comenzaran su andadura allá por 1995 moviéndose a través de un sonido muy deudor del black metal, muchos han sido los cambios que éste ha ido sufriendo hasta llegar a un punto en el que la banda tan sólo puede compararse consigo misma, una hazaña al alcance de muy pocos artistas. Con Masterpiece Of Bitterness (2005) ya demostraron que la nueva senda emprendida, más afín al universo post y el progresivo, era todo un acierto amén de la elección correcta a través de la cual desarrollar todo el talento del cuarteto. Su tercer largo, Kold (2009), además de otro disco soberbio era la constatación de que no había marcha atrás, tratándose de un trabajo que profundizaba aún más en esos elementos puramente rock y progresivos, acercándoles más a My Bloody Valentine o sus compatriotas Sigur Rós que a cualquier banda metálica, a excepción de Neurosis o Cult Of Luna. A pesar de lo poco prolífico de la formación (4 discos en 16 años), tan sólo hemos tenido que esperar dos para poder disfrutar de otra nueva obra de orfebrería de estos voceros del invierno islandés. Y por si esto no fuera poco, encima es un doble disco, con dos cojones.
De nuevo estamos ante un álbum al que es muy difícil describir con palabras o circunscribir dentro de géneros concretos, ni siquiera dentro de una amalgama de ellos. Con Sólstafir no funciona así, y Svartir Sandar no iba a ser una excepción. Y es que sorprendentemente han vuelto a dar otro giro a su sonido, sólo que éste se percibe más en el plano sensorial que en el racional. Sí, éste es un álbum mucho más experimental que cualquier otro que hayan parido, pero siguen siendo ellos. Continúan mostrándose intratables cuando se mueven en esos terrenos de heladora épica emocional, pero parecen una formación diferente. ¿Contradictorio? Pues sí, pero como decía Hegel, el Universo es unidad y lucha de contrarios. Exactamente eso es lo que encontramos en Svartir Sandar, un cosmos propio lleno de elementos que se enfrentan, colisionan con una fuerza aterradora, pero dando como resultado un todo cohesionado, infinito y único. Siguen maravillando los islandeses por su manera de evocar galaxias a través del minimalismo más austero, algo que les emparenta con Burzum aunque las similitudes acaben ahí, ya que las herramientas utilizadas para tal fin discurren por caminos muy diferentes. Sin embargo, no es el ascetismo sonoro la única arma en el arsenal de Sólstafir, hecho que se comprueba fácilmente a través del monumental metraje de su nuevo álbum. Una hora y veinte a través de la cual asistiremos a arrebatos de furia desgarrada a cargo de ese sifón emocional de nombre Aðalbjörn Tryggvason, momentos de vulnerable intimismo reminiscente de los mejores My Bloody Valentine, pasajes de infinitas progresiones que a buen seguro fascinarán a más de un miembro de Neurosis o riffs muy cercanos al rock independiente. Pero si de similitudes hablamos, la más evidente (aunque ya digo que es meramente orientativa) es la que les acerca a sus compatriotas Sigur Rós. No tanto por la propuesta músical, aunque hay puntos de unión, sino por esos trazos sonoros que pintan un cuadro de vastas y preciosas extensiones heladas capaces de calarte el alma, y al mismo tiempo interrumpidas ocasionalmente por convulsas erupciones de fuego abrasador.
Como si su intención fuera describir Islandia con notas musicales, Sólstafir deviene en toda una fuerza elemental de la Naturaleza, aparentemente anárquica y destructora, pero que al posarse las cenizas deja a la vista el paisaje más fértil y exuberante imaginable. Imposible que no se le ericen a uno los pelos del cuerpo con la épica arrebatadora de Fjara (la hubieran firmado los mismísimos Radiohead), con el arranque electrizante de Þín Orð (un corte muy cercano al post-metal) o el clímax rockero del tremendo tema final, Djákninn. He oído ciertas críticas respecto al segundo disco que compone Svartir Sandar y el exceso de metraje que supone. Sinceramente no comparto esas opiniones en absoluto. En mi opinión el metraje es excesivo cuando las composiciones no dan la talla. Os aseguro que no es el caso. Y es que hablamos de que en esa segunda vuelta se incluyen joyas como la mencionada Djákninn o Svartir Sandar, en la que el cuarteto vuelve a retorcer la atmósfera heladora del black metal llevándola a su terreno de manera magistral. Yo al menos no querría perderme por nada del mundo esa faceta aventurera y arriesgada de Sólstafir, porque cada disco de los islandeses es una invitación a imaginar, a dejarse seducir por visiones nuevas y sugerentes, dejando a un lado ideas preconcebidas, prisas o prejuicios. Si eres capaz de hacerlo, Sólstafir serán tu banda de cabecera para siempre. Y serás feliz, muy feliz.
Resumiendo, estamos ante otra obra maestra de incalculable (e inclasificable) valor, a cargo de una banda que tan sólo por su propuesta personal e intransferible debería ser declarada patrimonio de la UNESCO. En mi opinión, el disco de rock del año que acaba de morir.
Tracklist:
Disco 1
1.- Ljos i Stormi
2.- Fjara
3.- Pin Ord
4.- Sjuki Skugginn
5.- Aera
6.- Kukl
Disco 2
1.- Melrakkablus
2.- Draumfari
3.- Stinningskaldi
4.- Stormfari
5.- Svartir Sandar
6.- Djakninn