Fotos y Cónica: Unai Endemaño
Mucho se ha hablado últimamente, sobre la supuesta regeneración de combos que deben de sustituir a las grandes leyendas que van desaparecido en los últimos meses. Los Lemmy, Bowie, Frey y compañía, han abierto el debate sobre si existe una continuidad real, con la que suplir a los sagrados estandartes que van pereciendo por el inevitable curso del tiempo. Muchos son los que afirman, lo de que ya no existen estrellas como las de antes, de la misma forma que aseguran aquello tan derrotista, de que el Rock se ira progresivamente al carajo una vez hayan pasado a mejor vida, las piedras angulares sobre las que se asienta. Mientras tanto, en lo que tantos agonías ponen el grito en el cielo y arrojan la toalla antes incluso de haberse puesto a otear el horizonte, pero hay grupos que continúan pateando culos todas las noches que tienen a bien actuar. Así de sencillo es a veces, esto del Rock And Roll.
En Bilbao coincidió en sábado la puesta de largo de estos ilustres ingleses, presentando su último y flamante Last of Our Kind, un redondo mucho más atinado que sus recientes esfuerzos, augurando la buena juerga que finalmente nos pegaríamos. Mucha gente sería la que reunieran de primeras, consiguiendo una respetable entrada sin que llegasen a sobrevolar el lleno en ningún momento. Uno de esos conciertos en los que hay la suficiente gente como para que la fiesta no parezca apagada, pero por los que se puede deambular sin problema de punta a punta. Muy cómodo todo.
Saltarían al rato los estelares ingleses, con Justin apareciendo en último puesto y centrando todas las miradas desde el primer acorde. El escogido para presentarse sería “Barbarian”, contando historias de vikingos y colocando los primeros falsetes sobre la Santana. El sonido sería nítido y potente, tan pulcro que no tendríamos que acordarnos de mentarlo en lo que restaba de bolo. “Growing on Me” y “Black Shuck” pronto se encargarían de mostrarnos por donde iban a apuntar los hermanos Hawkins, dándole un protagonismo absoluto al primer redondo del conjunto, al tiempo que tristemente olvidaban casi por completo su fantástico y último “Last of Our Kind”.
De este reciente trabajo caería “Mudslide”, con todo el pegajoso encanto que encierra, aunque nuevamente los tiempos nos harían retroceder hasta el multimillonario Permission to Land, un LP que les hizo aparecer como promesas absolutas frente a toda una nueva generación de rockeros, con demasiados temazos ganadores como para poder despreciarlos, y una sensación triunfal que nunca han logrado volver a plasmar. Allí se encontraban los “Love is Only a Feeling”, “Get your hands Off My Woman” o el archiconocido “I Don t Believe in A Thing Called Love”, todos ellos temas mayúsculos que a día de hoy siguen conformando la espina dorsal sobre la que se erigen los directo de los Darkness.
Escuchando los cortes de aquellos años gloriosos, se hacía difícil entender como la carrera de la banda se truncó por completo a cuenta de las drogas. Con todo el talento y poderío que desprendían los cortes de su primer redondo, cualquiera hubiese pronosticado que aquellos jóvenes podían llegar a convertirse en los nuevos Queen, y ciertamente, quince años después, aún siguen conservando gran parte de aquella magia que les permitió componer semejante ramillete de himnos bailongos. Se podría decir sin miedo a equivocarnos, que los Darkness, y en especial su líder Justin, hicieron realidad aquello que cantaban del “One Way Ticket to Hell, and Back”, habiendo conseguido salir a flote a pesar de sus múltiples problemas de drogadicción, y el deplorable estado físico que se le ha quedado al andoba en consecuencia.
Precisamente de ese disco en el que mentaban al infierno, tocaron el temazo que daba título al redondo, poniendo a todo el mundo a botar como locos, mientras que un rato después se marcarían el estiloso “English Country Garden” con Justin a las teclas de un piano que colocaron en medio del escenario para la ocasión. Las similitudes con Freddy mercury resultarían algo más que evidentes, dado el timbre semejante y las actitudes de frontman absoluto. Tambien muy divertido resultarían los minutos que duraría “Friday Night”, volviendo a poner al respetable revolucionado y cantando sin queja la pegadiza cantinela.
Para los bises dejarían la versión de Radiohead que grabaron para su desafortunado “Hot Cakes” y un alargadísimo “Love On The Rocks with No Ice” en la que Justin se pasearía entre los presentes, subido en un andoba con careta mexicana, al tiempo que punteaba con chulería y desparpajo. La estrella terminaría brillando de la misma forma que había comenzado, muy delgado, cubierto de tatuajes y con la estela gloriosa que le conferían los focos brillantes. Quedaba claro que poco quedaba de los Darkness que un día anduvieron hundidos por el infierno. Hoy en día, están innegablemente de vuelta y directos como el de Bilbo así lo atestiguan.