Mi madre siempre decía que la música que yo escuchaba sonaba como una pelea de perros, pero Meshuggah es todavía peor, es una lavadora de piedras, pero misteriosamente nos pone la piel de gallina. Haciendo un paralelismo entre su música y una enfermedad psiquiátrica, Meshuggah empezaron con un leve problema mental y acabaron poniendo nombre a un nuevo y severo trastorno. La primera vez que los escuché sería en tiempos de Destroy Erase Improve (1995), aunque reconozco que no les presté mucha atención, me parecieron una banda thrash peculiar con algún tipo de trastorno mental. Sin embargo al publicar Nothing (2002) fue cuando me volaron la cabeza. En ese artefacto finalmente supieron hacer justicia a su nombre (Meshuggah=chiflado), ya no era cosa de gente a la que le faltaba algún tornillo, ya estábamos ante el producto de unos zumbados de remate. En este Catch 33 (2005), que ahora tengo sonando a volumen 11, la cosa ya se retorció aún más, y digamos que la enfermedad llegó a la convulsión con expulsión de espuma por la boca.

Recuerdo a Jack Osbourne, en un capítulo del reality “The Osbournes”, cabreado en pleno conflicto vecinal, poniendo un disco de Meshuggah en su HiFi con los altavoces dirigidos a la casa de al lado, y diciendo “con esto se van a enterar”. Cuando leo sobre las torturas practicadas por los militares americanos con música incesante a sus presos siempre pienso que ojalá y no tengan un disco de Meshuggah. Escuchar Catch 33 a todo volumen por voluntad propia tiene sentido para todo aquel que esté leyendo estas líneas, pero hacerlo contra voluntad… es una muy dolorosa tortura.

Durante un tiempo los escuchaba Meshuggah pensando en qué manera iba a tener que recomendárselos a mis colegas, me iba a costar convencerlos. Finalmente entendí que Meshuggah no son una banda a seguir, son ellos quienes una vez te ha encontrado a ti no te dejan escapatoria.

¿Quien está más loco ellos o nosotros? 


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Meshuggah-Catch-Thirtythree