Por Kashmir
Poble Espanyol de Barcelona
20 junio, 2016 – Promotor: Live Nation
“Los viejos rockeros nunca mueren”.
Tras este manidísimo topicazo le encontramos el verdadero significado en que “los (grandes) viejos rockeros nunca envejecen”. Eso están demostrando últimamente por la geografía española colosos de la talla de Angus, Macca, Springsteen, Plant seguro en breve, o el que nos ocupa, un rejuvenecido y nunca mejor dicho Young. Forever Young, como diría su colega Dylan. Neil siempre ha tenido la particularidad de conectar con cada generación que le ha tocado vivir, nunca subiéndose al carro de una moda, las modas se han rendido a él. Desde contemplar la revolución hippie con Buffalo Springfield y CSN&Y, siendo un trovador de la canción protesta o la lucha por todo tipo de causas (algo perenne y capital durante toda su carrera), pasando por épocas mucho más oscuras de drogas e incipiente espíritu punk, hasta desembocar en su merecido título honorífico de “Padrino del Grunge”. Hoy en día es un referente del rock, una leyenda que tiene el respeto de un amplio abanico de seguidores, tradicionales demandantes de su bucólica brisa folkie como alternativos que prefieren huracanes y tormentas de ruidismo.
Antes de que el viejo Young saliese a escena, Gary Clark Jr., telonero de lujo, nos trajo su crisol de blues, soul y rock. Calidad hay, ya tiene un nombre, es joven y con proyección, pero su cara de palo y que había impaciencia por lo que se avecinaba, no fueron las mejores circunstancias para constatar su reconocido directo. Seguro habrá más oportunidades.
Nos encontramos en un marco incomparable como el Poble Espanyol, con la llegada del solsticio de verano de la mano de una luna llena que buscábamos las alrededor de tres mil almas que nos congregamos. Luna que caprichosamente no se deja ver, y con la que Young tiene un vínculo muy especial, cantándole en múltiples ocasiones como a la de la cosecha o a la que ilumina la madre tierra. Y como si de un hombre lobo se tratase comienza con su Yo hombre, saliendo tras unas campesinas que tiraban semillas por el escenario para poblar de canciones bien arraigadas a la tierra y su compromiso con ella. Un piano, una acústica, armónica, su voz y su sola e imponente presencia sobran y bastan para atravesarnos sin previo aviso con un primer set acústico estremecedor, que nos dejaba mudos y ojipláticos y nos hacía soñar con caballeros en armadura y naves espaciales plateadas en la inicial “After The Gold Rush”, escarbando en nuestros corazones en “Heart Of Gold”, dejándonos llevar a veces por “Comes A Time” y haciéndonos partícipes del terrible dolor y la culpa de una pérdida en “Needle And The Damage Done”.
Tras una solemne “Mother Earth” al órgano frente a un indio de madera que irradia paz, entran a escena los malos de la película, unos fumigadores que dan paso tras el humo a Promise Of The Real, la jovencísima banda que acompaña al canadiense en este “The Rebel Content Tour”, y comandada por los vástagos de Willie Nelson. Los genes de los Nelson y su amor y conocimiento por Young habrán ayudado para que fueran los elegidos para acompañar en este punto de su vida al maestro. Llegamos a la parte más country folk rock sucediéndose clásicos tan vitales como “Out On The Weekend”, “From Hank To Hendrix” o “Human Highway”. Y es aquí donde Neil se sacude su guitarra acústica y desenfunda su preciosa Gretsch White Falcon para que caigamos rendidos a sus pies ante “Alabama” (casi cuarenta años sin que caiga en directo hasta esta gira), en una interpretación de las que te llevas a la tumba, como la elegante y extendida “Words”, y una “Winterlong” que nos dio tantísimo calor y emoción. Con este trío tocamos el cielo, las estrellas y la luna…
La luna, no nos olvidamos de ella, porque es ahora cuando ejerce su influjo en Neil Young, desatándose con su mítica Old Black a las manos, y haciéndose cada vez más grande y poderoso. Su Yo lobo nos muestra esa otra cara de la luna oscura y rocosa, la vertiente musculosa, la música psicodélica que llena el aire en “Mansion On The Hill” o una titánica y ciclópea versión de veinte minutos de “Love To Burn”. Sus cachorros en plena efervescencia, están a la altura entre los desarrollos, improvisaciones y órdenes de su líder. Pasamos en otra terna de temas por pistoleros y héroes del oeste, revoluciones a base de blues y vampiros insaciables.. como nosotros, que queremos más, mucho más. Y Neil nos lo dio con una de las canciones más relevantes de la historia reciente, versionada hasta la saciedad, un himno de libertad y rabia, “Rockin’ In The Free World”, que naturalmente fue la que el público coreó más, acabándola la banda hasta en cuatro intentonas donde cada vez que volvían a arrancar aquello se venía abajo. Final anfetamínico para regresar con un bis de espíritu muy distinto, embaucadora y de intensa atmósfera; “Cortez The Killer” puso la guinda a un concierto de los que dejan un gran poso durante mucho tiempo. Aunque ya escuchabas a gente a la salida decir que había sido uno de los mejores conciertos de su vida o incluso el mejor.
¿Pero, y qué pasa con “Hey Hey My My”, “Tonight’s The Night”, ”Like A Hurricane”, “Powderfinger”, “Love And Only Love”, “Old Man”, “Down By The River”, “Cinnamon Girl” u otros tantísimos monumentos? Cuando en esta gira (americana y europea) sabes que controlan un repertorio de alrededor de ochenta temas, cada noche puede ser una sorpresa. Lo mejor es ver, al despedirse, el corro que hicieron Neil y la banda dando botes, y creer en otra oportunidad de disfrutarlos de nuevo pronto. Esta suerte de Crazy Horse de veinteañeros le han insuflado a Young muchísima energía y juventud, están viviendo un sueño y, sinceramente, espero que tarden mucho en despertarse.