Charles Bradley & His Extraordinaries.
Santiago de Compostela  – Plaza de la Quintana – 23/07/2016.
Crónica por Jaime Taboada.

El verano es una estación extraña para la música en directo. Docenas de festivales (con inverosímiles carteles en ocasiones) se alternan con todo tipo de conciertos en recintos al aire libre a lo largo y ancho de la geografía nacional. Conciertos que suelen ser parte de la programación de fiestas de miles de ayuntamientos y que en ocasiones nos permiten poder ver a grandes artistas a escasos kilómetros de nuestro lugar de residencia y por muy poco (o ningún) dinero. Uno de estos casos es el que hoy nos ocupa. Charles Bradley & His ExtraordinariesBradley tocó en Santiago de Compostela la noche del 23 de julio, en un concierto que formaba parte de la programación de las Fiestas del Apostol de este año 2016. Y por ello desde varios puntos de la comunidad gallega muchos fans nos desplazamos hasta la capital sin creernos la suerte que teníamos. Podríamos ver ni más ni menos que a Charles Bradley. Y en un concierto gratuito, increible.

Conscientes de la importancia del evento y de tener delante de nosotros a uno de los artistas en mejor forma de los últimos años, nos dispusimos a vivir una noche a ritmo de soul en la que habíamos puesto muchas expectativas, y que terminada la noche no se vieron defraudadas. Bradley es un hombre que ha tenido una trayectoria vital y artística muy singular, es ahora a sus 68 años de edad cuando está en su mejor momento artístico y en lo más alto de su popularidad. Por lo que sabíamos, la fuerza de sus discos se trasladaba a su directo, y así pudimos comprobarlo cuando sobre las 22:30 salieron al escenario sus Extraordinaries, banda que apoya al maestro de manera inmejorable. Nadie reclama protagonismo, pero tampoco se comportan como figuras inanimadas. Son grandes músicos y, pese a ser blancos, pronto demuestran que están muy capacitados para la música negra. Batería, bajo, trompeta, saxo, teclas, bajo y batería. Siguiendo la liturgia propia de los shows soul, suena un potente tema instrumental. Al terminar este, empieza a sonar otra canción al tiempo que el teclista se acerca al micro y, a modo de maestro de ceremonias, presenta a un Charles Bradley que entra en el escenario con la seguridad del que se sabe ganador. Durante una hora y pico, la Plaza de la Quintana de 2016 se transformó en el Apollo Theatre neoyorquino de 1972. Temas como Nobody But You o The World (Is Going Up In Flames) son de los que hacen levitar a la audiencia y más cuando son interpretados con tanta convicción por un Bradley que con sus 68 años es un portento vocal y está en una excelente forma física, a juzgar por sus bailes que, por momentos, nos recuerdan al mejor James Brown (del que ejerció como imitador durante muchos años, por cierto).

Por lo general, Bradley no suele ser un artista de soul sureño con canciones bailables, pese a que en temas como You Think I don´t Know (But I Know) hace que toda su audiencia se mueva. Su música se mueve por otros derroteros, centrándose más en medios tiempos y haciendo de la intensidad su mejor arma. Pocas veces he visto un cantante que, como él, ponga toda su alma en cada nota, cada sílaba, cada palabra. Cada sonido que salía de su boca lo hacía mostrando una pasión inusitada. Cree en lo que canta y lo transmite. Además, sabe dosificarse para llegar a la parte final con su garganta en plenitud. Hay un momento en que desaparece del escenario y deja a sus Extraordinaries tocando unos minutos y, tras las arengas del teclista a modo de speaker, vuelve un Bradley con nuevo vestuario y renovadas energías que acomete con inusitada pasión un tramo final de infarto coronado por esa excelsa versión del Changes de Black Sabbath, que el norteamericano ha llevado a su terreno con tantísima clase que ha conseguido hacer suya la canción. Su interpretación en Santiago fue escalofriante. Quien más quien menos se emocionó durante algún momento de la inolvidable velada que calificaría como muy emotiva e intensa (lo que debería ser todo concierto de soul, por otra parte) con auténtica comunión artista-público. Pero sin postureos ni numeritos forzados. Bradley, verdaderamente cree en el poder del amor y pone todo su empeño en transmitirlo. No podría describir sus canciones o sus discursos sobre el escenario como “de alcoba”, como en el pasado lo fueron los de Al Green o Marvin Gaye. Al contrario, el soulman habla del amor en sentido fraternal.  Por momentos parecía haber salido de algún festival como Woodstock (cuando comentó aquello de “We don´t need any more bombs”) y termina su concierto bajando del escenario y repartiendo besos y abrazos al público de las primeras filas.

Por fortuna he visto grandes conciertos y espero que en el futuro pueda disfrutar de muchos más, pero definitivamente, lo que vivimos con Charles Bradley, más allá de bueno, malo, magistral, etc. lo calificaría de inolvidable y muy muy especial. Una de esas grandes ocasiones donde obtuvimos más que simple música. Obtuvimos la magia que un señor de 68 años desplegó con fuerza, pasión y convicción desde un escenario. A sus pies, Mr. Bradley. No necesitamos más bombas en el mundo. Si serían necesarios más tipos como él.


Fotos: Páxina oficial das Festas do Apóstolo 2016