Todo lo que se escriba acerca de este disco es poco. Y lo tuvieron complicado. Después de dos tremendos álbums, todavía había parte de la crítica especializada que los veía como un one hit wonder, una banda de poco recorrido. Añádanle a un Eddie Vedder con problemas de identidad de la no asimilación de la fama. La banda entró en un bucle de hermetismo que poco se sabía de ella. No videoclips, no entrevistas… y súmenle el intento de derrocar al mismísimo Ticketmaster y sus comisiones excesivas. El panorama no era para nada halagüeño.

Contra pronóstico o no, la banda cumplió, y de sobra, con esta tercera entrega. Crearon una obra totalmente diferente a sus dos predecesoras. En cierto modo le dieron un portazo en la cara a todos sus detractores. La cosa prometía tan sólo viendo el exquisito packaging y libreto interior que habían confeccionado como soporte físico del disco. Le das al play, y lo primero que llama la atención es el sonido… (madre mía)!!! era como una especie de involución a la edad primaria del rock… Crudo, añejo, primitivo, analógico… muy fresco pero a la vez muy recargado y barroco. Se trataba, en cierto modo, de un disco conceptual, con apenas temas que tuviesen la calificación de singles puros y duros. Además, para retorcer más el asunto, introdujeron enigmáticos y largos interludios, que para el oyente más convencional le podría resultar difícil digerir tal obra.

Tras unas primeras escuchas un tanto confusas debido a la inclusión de tantos medios tiempos y algunas baladas, a medida que se va desempolvando el disco, se va dibujando perfectamente la estructura y la personalidad de cada una de las canciones. Tan sólo un par de temas realmente duros, el single Spin the Black Circle, que es un alegato en favor del vinilo, y Whipping, las cuáles nos retrotraían a los Pearl Jam de Go o Blood del anterior disco Vs. El resto son medios tiempos de gran elaboración y complejidad, los cuáles en su mayoría, están dotados de un ritmo ascendente para finalizar de manera apoteósica: Last Exit, Corduroy o Satan’s Bed son perfectos ejemplos. Otras en cambio son más regulares y constantes como la coreada Not for you y su estribillo ciertamente atípico. Tremor Christ es quizás la joya de la corona, el perfecto reflejo de Vitalogy. Una canción que pasa casi desapercibida, pero que posiblemente sea la más completa de todas. Es extraño que en directo la hayan tocado tan poco. Mención importante para los temas más frágiles y que hacen las delicias de los fans en los conciertos. Nothingman, Betterman e Inmortality. No hay suficientes palabras para describir semejantes bellezas. Qué bien canta Eddie Vedder…extraordinario ese cambio de registros, de los temas más contundentes a los más tranquilos, de los gritos a los susurros.

Vitalogy, cómo comenté anteriormente, se entiende como un todo. Los músicos arrimaron el hombro para el bien común. Dejaron a un lado posibles egos y nadie destaca por encima de los demás. Todo está medido en su conjunto. Incluso los famosos interludios que podían molestar un poco por cortar el (denso) ritmo del disco, encajan perfectamente con el resto del contenido. El único sabor amargo que nos puede dejar este disco, fue el hecho que Dave Abruzzezze, después de realizar, sin ninguna duda, el mejor trabajo con las baquetas que ningún otro batería en la historia de la banda haya realizado, fuese invitado a abandonar el barco por «supuestas desavenencias artísticas». Su reemplazo, Jack Irons ya debuta tocando en algún que otro entreacto.

Vitalogy fue la última obra maestra de Pearl Jam. El resto de su discografía no alcanza el nivel de esta perfecta trilogía compuesta por Ten, Vs y el propio Vitalogy.


 

2016-08-16 17.32.43