Crónica por Rafa Diablorock.
King Crimson – Madrid – 22 de noviembre de 2016.
Palacio de Congresos de Campos de las Naciones.
Imágenes: Instagram.
Ser director de Diablorock.com no sólo no me permite dar lecciones a nadie, sino que a veces me pone en la satisfactoria situación de tener que recibirlas. En cuanto a King Crimson, reconozco que estoy infinitamente más cerca de ser un profano que un erudito, y mis contactos con la banda de Robert Fripp han sido muy superficiales en el transcurso de los años. Sin embargo, atendiendo a que varios redactores y amigos de esta casa me insistieron en acudir personalmente a este acontecimiento, me pegué la paliza y anoche estuve en el segundo concierto que la banda ofreció en Madrid, dentro de su gira «The Elements of King Crimson«.
Yo soy un headbanger catador de riffs, amante de Obituary y Ramones (el grupo, no la marca de camisetas), y me preguntaba qué pintaba yo allí. Por otro lado, y tras tanto concierto estándar, asistir a un evento diferente, contemplando a una banda sentado y con unas normas de protocolo tan extrictas me sedujo enormemente. La banda dio órdenes de mostrar una advertencia por escrito de que estaba prohibido grabar videos o hacer fotos, y antes de que salieran los músicos al escenario se pudo escuchar este aviso:
Si por desgracia este año he asistido a conciertos de 60 minutos que se me han hecho largos, ayer asistí a uno de 3 horas que se me hizo muy corto. Como casi todo el público, seguí la advertencia de no atender a grabar con el móvil para dejarme llevar por el sonido de los siete músicos, y tras varios minutos en los que traté de apuntar en una libreta todo lo que pasaba en el escenario (cambio de instrumentos, variedad de sonidos, arreglos, virtuosismos, compases, escalas, solos, desarrollos, duelos…), guardé el cuaderno y me entregué sin distracciones a, posiblemente, el concierto de mayor calidad al que he asistido en mi vida. Sería inútil y tedioso intentar trasladar la riqueza musical y el dinamismo interpretativo de los artistas, y también innecesario relatar el currículum de cada uno de los maestros que componían aquella maquinaria de precisión. Desde que Mel Collins arrancó la actuación con su sugestiva flauta, seguido por la caída en tromba de tres baterías que demostraban de un plumazo no ser excesivas sino embriagadoras, se originó el universo King Crimson; que en vivo posee una dimensión que algunos podrían llamar epifanía, y que yo llamaría lección magistral.
Jazz, Rock, Folk, Sinfónico, Progresivo… qué mas da. Es música inalcanzable, sofisticada, elegante e inspiradora. Viajando desde lo más delicado y evocador al ruidismo más perturbador. En esta gira se pueden ver, después de mucho tiempo, interpretaciones de canciones clásicas de la banda, como las tres piezas principales de su debut -que fueron las que pusieron al público en pie- adaptadas a la formación actual; así como algunas incursiones en creaciones de los 80. Una interpretación arrolladora de seis genios que pusieron alma y virtuosismo en primer plano, alternando decenas de instrumentos; comandados por un Robert Fripp que, acumulando décadas de genialidad y casi siempre comedido, dirigía una odisea musical que definitivamente no es de este mundo. Para mí el gran momento de la noche estuvo en la marciana y heladora interpretación de «Starless«, único momento de la actuación en que la iluminación varió del blanco estático a un tono rojo, cerrando el segundo acto justo antes de la despedida final con «21st Century Schizoid Man».
Una noche en la que esperaba ser sorprendido, pero no de semejante manera. Una noche que nos quedaría grabada en la memoria de por vida.