Crónica y fotos por Rafa Diablorock.
Devin Townsend Project
artistas invitados: Leprous y Between the Buried and Me
Madrid – Sala Riviera (03-02-2017)
Promotora: Madness Live
Suculento triple cartel el que se configuró con motivo del tour que Devin Townsend y su banda está realizando por Europa este año, acompañándose por dos importantes nombres como Leprous y Between the Buried and Me, que ofrecieron una velada de altísimo nivel en la capital. Los organizadores de Be Prog My Friend Fest, la promotora Madness Live, tiene a bien seguir apostando por giras de este formato, en el que pese al atractivo principal del titular del cartel, se incluyen invitados de renombre.
Leprous, tan puntuales como elegantes, fueron los primeros en ocupar el escenario de La Riviera; mostrándose con un semblante serio, y vestidos de manera que sus madres pueden estar orgullosas: pantalón, camisa y zapatos. Los noruegos nos dejaron con la boca abierta desde Foe en sus primeros compases, en los que la base rítmica, singular voz, teclados y guitarras se ponían al servicio de un estilo tenso y sobradamente reconocible. Si Leprous es una magnífica banda en estudio, sobre un escenario lo es aún más, creciendo exponencialmente gracias a la precisión y pasión con la que siempre se disponen a actuar. El quinteto aprovechó al máximo el gran sonido de la sala en sus 45 minutos de actuación, interpretando media docena de temas de sus dos últimos discos, todos ellos muy celebrados y reconocidos por el público. A destacar especialmente la tremenda Rewind -considerablemente acortada- y la final Slave, como epílogo majestuoso. Leprous avanzan firmes y lo tienen todo para triunfar masivamente, poseen un sonido único y tienen una determinación excepcional; ya sólo falta que todo el mundo se de cuenta.
Fotos Leprous (pincha en la imagen para ver a mayor tamaño)
Era casi injusto para Between The Buried And Me igualar el listón que acababan de dejar los noruegos, factor decisivo para el modo en que finalmente fueron evaluados los americanos, que se prestaron a conquistarnos de nuevo con su dinámico y serpenteante estilo. Encontré a una banda algo más apática de lo que esperaba, aunque ni por sonido ni por empeño se les pudo reprochar nada. La esencia del quinteto estadounidenses estaba ahí, sonaban duros y cohesionados, así como profundos según cada tema les exigía -la demente Lay Your Ghosts to Rest sonó perfecta-, pero por alguna razón el público no llegó a conectar del todo con ellos. En algunos momentos, y pese a la calidad técnica que atesoran, la banda parecía no llenar el escenario, y les costó dios y ayuda hacer callar a un público que parecía más interesado en charlotear, algo que quedó tristemente patente en los compases más silenciosos de piano de Life in Velvet, tema con el que se despidieron. Una correcta actuación, que palideció simplemente por la grandeza derrochada en el escenario por los que lo ocuparon antes y después de ellos.
Fotos Between The Buried And Me (pincha en la imagen para ver a mayor tamaño)
Desde el primer segundo en que dejaron de tocar Between The Buried And Me empezó el circo Townsend, ya que por megafonía sonaba extraña música, voz en off narrando chaladuras, alegatos a Ziltoid, pedorretas… así hasta 30 minutos de verborrea Towsendiana. Devin Townsend ha pasado en menos de cinco años de ser actor secundario en salas pequeñas a protagonista en grandes escenarios. Sabiéndose ganador, y una vez el músico empezó su actuación, encontré a un Townsend igual de sonriente que siempre aunque mucho más relajado, en un show que definitivamente fue de menos a mas, o mejor dicho, de mucho a más todavía.
La banda, aunque en un segundo plano, funciona milimétricamente con un sonido grande y perfectamente mezclado, en el que la voz y la guitarra de Devin son los protagonistas sobre esa peculiar base metálica en polvo de estrellas. Devin Townsend no paró de regalar sonrisas y gestos al público, torciendo el gesto únicamente cuando vio evacuar por el foso a una chica que perdió completamente el conocimiento (esperemos que fuese un mareo sin más). Todo resplandecía, en un escenario colorido y continuamente inundado de humo, en el que resaltaban los destellos que salían de la guitarra (y la calva) de Devin. Tras varios temas de su reciente Trascendence (2016), el público empezó a pasárselo bomba con Where We Belong, en la que un mar de brazos seguían el movimiento del mástil del músico. Con Planet of the Apes Devin sacó una guitarra de forma Flyng V y tamaño XXL (puesta en pie debía medir igual que Trent Reznor), de la que salió humo, en sentido literal, mientras ejecutaba su peculiar solo.
La «sabbathica» Suicide precedió al inicio de la traca final, iniciada con la tremenda Supercrush, en la que despedimos al Townsend comedido, apareciendo desde ese punto su versión más espontánea y cachonda, sin cesar, ya hasta el final, de jugar con el público y hacer bromas. Tras los guitarrazos del redondo riff de March of the Poozers, la exigencia vocal de Kingdom volvería a dejar claro que el registro de Townsend está muy por encima de lo normal. «¿Algún true metalhead? Pues que aproveche ahora y vaya a por una cerveza«, así presentó una versión acústica de la emotiva Ih-Ah! que se cantó entre falsetes y guturales con mecheros en el aire, a petición del maestro de ceremonias canadiense.
Tras más de hora y media de sonrisas dibujadas en la cara de todos los asistentes, el concierto acabó con una enorme Higuer,; un triunfal final para celebrar la grandeza del metal, que puede llegar a ser tan amigable y auténtico como este genio loco llamado Devin Townsend se proponga. Con-cier-ta-zo.