Por Manuel J. González.

Sello: Temple of Torturous


Objetivar sensaciones musicales puede resultar el ejercicio más estéril al que un melómano puede enfrentarse. Los sentimientos, las pasiones, el más puro estremecimiento no puede, o no debe, estar condicionado por nada o nadie. Y menos en este caso. He visto nacer a “Inerte”, lo he observado estremecerse desde su primer pálpito, he caminado por cada uno de sus recovecos, he sufrido el desasosiego de algunos de sus momentos, e incluso, he peleado con él como si fuera un monstruo de tres cabezas. No puedo ser imparcial. No debo ser imparcial. Me siento parte de él. Soy él. Respiro de él. Pero sobre todo, creo en él.

Difícil lo tenían los algecireños tras el excepcional ‘Desintegración’, ya que pocas veces se descubren trabajos de tal envergadura, dotados de la poesía necesaria como para trascender. ‘Blazava’, ‘Kraken’, ‘Oceánica’ y ‘Meeh’ se convertían, por derecho propio, en estandartes de la música ‘underground’ de nuestro cuestionado país. Cuatro canciones, cuatro significados, y la unidad de un trío cuyas premisas brillaban desde la magia más sincera del Universo. Ese Universo que puso a Sandri Pow [batería, voces] en mi camino para que me explicara qué era el Sur, hacia dónde iba el Sur, qué buscaba el Sur. Escuché. Comprendí. Acepté la grandeza de Viaje a 800, entendí el impasse de Mind!, y me enamoré de la banda que mejor ha sabido explicarnos ese porqué del Sur. Atavismo. Atavismo. Atavismo. Se atragantan mis palabras, y las lágrimas caen sobre el estúpido teclado que las vio nacer. Y en ese nacimiento, vuelve a surgir el amor. Sí, amor. Si no irradia amor un tema como ‘Pan y Dolor’, es que éste no existe.

La simbiosis de las voces de Poti y mi querida Pow son el mejor tributo al latir de Triana, y ese tan merecido homenaje se convierte en el sustento de un álbum que catapulta a este trío rockero al pódium de los que respetan y aman la creación musical por encima de cualquier cosa. Enamorarse de ‘El Sueño’ (maravilloso título) es sencillo, y basta con cerrar los ojos y aprender a sentir. Vanguardia y clasicismo, riesgo y oscura veneración. Las guitarras de Poti diseccionan tu entendimiento para convertirlo en una catarata de caleidoscópicas percepciones. Es glorioso. En la segunda parte de este suculento viaje (mi preferida hasta la fecha) nos encontramos con un anti tributo al ‘Race against Time’ de los irlandeses. Una pieza dulce, aunque con una línea de bajo (a cargo de Mateo) que es capaz de hacerte inhalar y exhalar con total descontrol. Sublime. Continuamos. La salvajada emocional que supone ‘Belleza Cuatro’ es la droga perfecta, esa que asimilas sin siquiera tener que introducirla en tu organismo. Se trata de olvidar el ser, físico y mental, para adentrarse en los caminos de la más poética lisergia. Podríamos pensar que el tema rompe la dinámica del disco, pero nada más lejos de la realidad, pues realza su importancia y acierto. No hay blanco sin negro, ni dolor sin risas, ni oscuridad sin el más azul y luminoso cielo.

El broche de oro de ‘Inerte’ es la recuperación de ‘Time to Fly’ de los seminales Mind!, reinventada para la ocasión bajo el acertado título ‘Volarás’, y que recoge toda la majestuosidad de un trío que nació para emocionar, pero sobre todo para hacerte olvidar lo establecido, lo rutinario, lo decadente, lo predecible y lo esperado. Atavismo lo han vuelto a hacer, y lo más importante: lo han hecho sin reaprovechar fórmulas, tan solo mirando hacia adelante, con el corazón en la mano y con la mirada puesta en el horizonte. Ese bello horizonte de su querida Algeciras.


1. Pan Y Dolor
2. El Sueño
3. La Malediction Del Zisco
4. Belleza Cuatro
5. Volarás