Michael Monroe y Andy McCoy. Andy McCoy y Michael Monroe. Tanto monta, monta tanto. Equipo artístico no del todo bien avenido, que mantiene una relación plagada de altibajos, tanto personales como profesionales y personajes que son tan antagonistas como complementarios. Herederos de la tradición de los Jagger/Richards o Tyler/Perry, su turbulenta relación hace que se alimenten mutuamente. Al igual que dos piedras llenas de aristas, la fricción puede hacer que salten chispas. E incluso que se provoque un fuego que haga saltar todo por los aires. Con Monroe y McCoy Se cumplían los requisitos para que se diera ese tipo de situación. Y de hecho, se había dado. Pero, retrocedamos algunas décadas para situarnos.
En 1985, Hanoi Rocks, a punto de dar el salto al estrellato definitivo, dicen adiós y se disuelven. El detonante es el fallecimiento del batería Razzle en un accidente de tráfico, al estrellarse el coche en el que circulaba acompañando a Vince Neil. La banda, que había publicado poco antes el fabuloso Two Steps From The Move, en el que habían trabajado junto al legendario productor Bob Ezrin, preparaba en ese momento el asalto definitivo al mercado USA y el macabro suceso fue como una bofetada que despertó al resto de un sueño de euforia y estrellato para sumirles en una especie de depresión colectiva que, como banda, no supieron superar.
Desde un principio Hanoi presentó una clara bicefalia. Todos los miembros fueron de gran importancia, por supuesto, pero con el tiempo, al igual que en otros casos, la imagen que más se relacionaba con ellos era la de cantante y guitarrista luciendo una imagen glam/gypsy/punk setentera y que en pleno 1985 resultaba maravillosamente anacrónica. McCoy había mantenido casi una tiranía en lo que respecta a la composición de canciones mientras que Monroe, con su habilidad con el saxo y la armónica, había aportado ese punto extra que hacía que el grupo sonara diferente de todo -y de todos- en plena década de los 80. Mientras McCoy vendría a ser (salvando las distancias, por supuesto) el Keith Richards de la historia, con su mirada desafiante, su aspecto casi permanentemente demacrado y su talento para escribir grandes canciones incluso inmerso en la mas absoluta decadencia. Monroe ejercería en papel de Jagger. Enérgico frontman, auténtico torbellino en escena y complemento perfecto del genial guitarrista.
Pero tal como comentábamos al inicio, dos personalidades tan fuertes vivieron en constante y casi inevitable choque. Y finalmente, cuando todo saltó por los aires, cada cual siguió su camino, apartándose del otro y poniendo intencionadamente tierra de por medio. Quizás no fue una cuestión de odios; posiblemente se trató mas de una lucha de egos y de no querer ceder. Así como Nasty Suicide y Sam Yaffa si que colaboraron intermitentemente con uno y otro a lo largo de los años, entre McCoy y Monroe no hubo mas contacto que esporádicos piques a través de la prensa. Los años pasaron y en el inicio del siglo XXI si había alguna reunión altamente improbable, esa era la de Hanoi Rocks.
Pero en el mundo del rock, por muy difícil que algo pueda parecer, ya ha quedado demostrado que nada o casi nada es imposible.
Y en el año 2002, las plegarias de muchos fans son finalmente atendidas y se conoce la noticia de que Hanoi Rocks, tras 17 años de inactividad como banda, se reunían para grabar un nuevo disco. McCoy no atravesaba su mejor momento y Monroe había recibido un duro golpe con el fallecimiento de Jude Wilder, su compañera sentimental. ¿Reunión de la banda? Ummmm… a medias. En realidad, según se fueron conociendo los detalles, la euforia inicial fue decayendo ya al poco de conocer la noticia nos enterábamos de que Nasty Suicide y Sam Yaffa no estarían presentes en la reencarnación del grupo. La reunión se limitaba al núcleo duro: Monroe/McCoy. Pese a ello, la expectación generada fue bastante elevada. Hasta que un día, al fin un disco se materializó y las expectativas dejaron paso a la realidad.
Twelve Shots on The Rocks fue el título de la obra que representaba el retorno de Hanoi Rocks a la primera línea y como es lógico, tras un paréntesis diecisiete años, se percibían cambios. Quizás no profundos. Pero sí evidentes.
La principal evidencia de que algo había cambiado es que Andy McCoy ya no tenía el monopolio de la composición (él firmaba en solitario el 99% de las canciones en la etapa clásica del grupo). Eso se nota en el disco, tanto en lo referente al sonido como a las letras de las canciones. En ese último aspecto se nota, y mucho, la mano de Michael, con múltiples referencias autobiográficas. Desde el lejano 1985, el cantante había desarrollado una brillante carrera en solitario con títulos tan celebrados como Not Fakin´ It o el disco de Demolition 23 (de lo mejor de los años 90 sin ningún género de dudas), y en el momento de la reunión ya podía tratar de tú a tú a su rival/compañero McCoy. Éste último además, no se encontraba en su momento mas prolífico, lo que hizo que finalmente el rubio cantante tuviera algo mas de protagonismo que el guitarrista.
Tras una breve introducción, el disco se inicia con dos potentes temas de Michael, Oscured, compuesto junto a los músicos argentinos que habían tocado con él en su última gira en solitario y Watcha Want, tema que se guardaba para su disco en solitario, pero que terminó siendo incluída en este Twelve Shots on The Rocks. Oscured tiene una letra muy autobiográfica y Watcha Want es el tema con un sonido mas agresivo del disco, y un acelerado final con Michael espectacular con la armónica.
Por primera vez en toda su carrera cantante y guitarrista colaboraron en materia de composición y firmaron a medias varias canciones. People Like Me, fue el single elegido para promocionar el disco. No sé exactamente cómo se repartieron la tarea pero tengo claro que Monroe se encargó de la letra, en la que se reivindica a sí mismo como el último de la estirpe de los Bators, Thunders, etc. y como artista insobornable, coherente y que solo sigue el camino que él mismo se marca. Además de una verdad como un templo, la canción lo tenía todo para triunfar. Sonido hard rock clásico, estribillo de esos ideales para corear cerveza en mano y una melodía super adictiva. Una lástima que la radio y la MTV a las que hace alusión la letra, ignorasen la canción.
In My Darkest Moment es otra buena colaboración Monroe/McCoy. Hablamos de una balada cargada de emotividad y con ese saxo melancólico de ponía de manifiesto, como antaño, que no hablábamos de una banda de rock más, sino de un grupo sin miedo alguno a salirse de los cánones habituales si una canción lo requería. No podemos obviar, si hablamos de las canciones firmadas por los Muddy Twins (así se hacía llamar el tándem cantante/guitarrista) el divertido Gypsy Boots, en el que Monroe canta en un tono muy alto sobre un blues rock muy festivo plagado de divertidas referencias a Andy McCoy y su aura de forajido rockero.
El guitarrista, en 2002, no presentaba un estado físico precisamente envidiable; más bien todo lo contrario. Y aunque siempre ha sido una especie de Keith Richards, que siempre parece a punto de caer pero siempre aguanta en pie, en aquel momento, no se mostraba especialmente prolífico. Pero está claro que quien tuvo, retuvo. Y la joya de la corona de este Twelve Shots, viene firmada en solitario por él. A Day Late, A Dollar Short, es además de una de esas canciones que superan el paso del tiempo, el mas evidente vínculo con los Hanoi Rocks de los 80 en cuanto a sonido. Melódico, rockero y con una letra y un estribillos simplemente memorables, demostraba que aún con cuentagotas, nuestro pirata favorito, era capaz de componer temas con vocación de clásicos.
Muy afortunado estuvo Monroe en la versión del tema Delirious de una banda muy querida por él como eran Heavy Metal Kids, a la que añadió algunas letras y que la banda ejecutó con fuerza y convicción. Tampoco desentonaba Lucky, otra colaboración Monroe/McCoy donde el primero se luce con su saxo. Y no puedo dejar de destacar Designs on You, la canción que cerraba el disco firmada por el frontman y Jude Wilder y en la que Michael canta transmitiendo una emoción que pocas veces se percibe. Siendo justos, he de admitir que no es un disco perfecto. Y con los temazos ya comentados, se alternan otros que no están a la altura o que parecen compuestos con prisas incluso. Winged Bull es una innecesaria y olvidable versión de Hall & Oates. Y Watch This y New York City (un homenaje a la ciudad favorita del rubio cantante) son dos temas de Monroe que sin ser malos, no dejan de ser perfectamente prescindibles.
Pero haciendo balance global, estamos hablando de un disco notable. Que no desentona en absoluto al lado de Back to Mistery City o Two Steps From The Move. Costello en la segunda guitarra y Timpa y Lacu (si, se que parecen nombres de Oompa Loompas) en la sección rítmica, cubrieron sin problemas las vacantes de sus antecesores y la banda tuvo una segunda vida que se prolongaría durante unos cuantos años. A Twelve Shots on The Rocks (dedicado por cierto a Jude Wilder), le seguirían Another Hostile Takekover y el buenísimo Street Poetry, que significaría el final de esta segunda vida de Hanoi Rocks. Unos meses después, el disco se publicó en Estados Unidos con otra mezcla y con 4 temas añadidos, entre los que se incluía una versión de Willy DeVille. Y durante ese periodo, aunque llegaron a tocar en grandes festivales y a girar por medio mundo, tampoco lograron despojarse de ese halo de malditismo que siempre les ha acompañado. Tras la segunda disolución de la banda, Monroe continuó con su carrera (brillante) en solitario y McCoy siguió disfrutando de su condición de celebridad en su Finlandia natal, publicando una autobiografía que fue un best seller en su pais natal Pero no se ha vuelto a repetir esa química especial que siempre han tenido cuando han unido sus fuerzas.
Nunca llegarán a ser tan grandes como los Stones o Aerosmith, pero en el corazón de unos cuantos fans estarán siempre arriba. Muy muy arriba. Y pasarán los años y se sucederán las tendencias, pero algunos de nosotros, seguiremos escuchando con devoción este Twelve Shots on The Rocks y dándole la razón a Michael. La radio y la MTV, definitivamente, necesitan gente como ellos. Hoy mas que nunca. ¿Queréis rock´n´roll? Aquí lo tenéis. Doce tragos con hielo. ¡¡¡A por ellos!!!