Por David Mat.


Siempre he sostenido que, para apreciar un cuadro en su totalidad, éste debe ir acompañado del marco adecuado. De la misma manera, ocurre lo mismo con la música: para escuchar un disco, es conveniente encuadrarlo dentro de su contexto para disfrutar de la experiencia auditiva y, por consiguiente, entenderlo mejor. Por ejemplo: si escuchamos a los MC5, habría que hacer el ejercicio mental de trasladarse a los EEUU de finales de los 60 para abarcar mejor su mensaje revolucionario. Otro ejemplo: a mí jamás se me ocurriría escuchar la BSO de Carretera Perdida un día de agosto en la playa (de hecho, jamás se me ocurriría ir a la playa); ese disco suena mejor a altas horas de la noche en un entorno urbano adormecido con un cigarrillo en la mano -si fumara-. Con Kyuss pasa tres cuartos de lo mismo. No me imagino escuchar «Welcome To Sky Valley» en una cabaña de los Alpes suizos rodeado de vacas y tiroleses soplando por las tubas esas largas. Oh no, señor. Dame desierto, aridez y polvo. Dame el rugido de un motor de ocho válvulas quemando gasolina, atravesando kilómetros y kilómetros de tierras baldías bajo un sol abrasador. Dame el zumbido de generadores en medio de la nada que precede a la tormenta sónica en mitad del desierto compuesta por riffs monolíticos, pesadas baterías, arenosos bajos y la voz de John García (la voz del stoner rock) desgarrando la densa-aunque-excitante atmósfera inhóspita, creando así un sonido saturado que recrea a la perfección lo anteriormente descrito. Una tormenta polvorienta heredada del rock 70’s más psicodélico y duro, con Black Sabbath y Hawkwind como principales influencias. Todo esto es lo que logran plasmar Kyuss en su música de forma excelente, aunque más concretamente en «Welcome To Sky Valley», cuyo título no deja lugar a dudas sobre qué va a encontrarse uno en el disco, ya que es bastante definitorio. De esta manera, aunque uno resida en Helsinki, si cierra los ojos y se deja llevar por la magia de Kyuss, puede trasladarse sin ningún esfuerzo a los desiertos de Nevada o California. O, tirando para casa, a los Monegros, Almería y el sur de Alicante.