Amon Amarth.

Sala Paris 15 – Málaga. 10 de abril de 2017.
Jomsviking European Tour.
Bandas invitadas: Dark Tranquillity y Omnium Gatherum.
Promotora: Madness Live.

Texto y fotos: Rafa Dialorock.


Todo el mundo lo comentaba, la fecha del 10 de abril era una prueba de fuego para la ciudad de Málaga en particular y el público del sur en general. El que un fenómeno de masas como Amon Amarth incluyera a Málaga en su Jomsviking European Tour, y en una sala como Paris 15, era un reto para el público tras el triste suceso ocurrido con Testament en la misma sala. Ese pasado está olvidado, la prueba ha sido superada con nota después de la formidable respuesta de los numerosos asistentes, quienes disfrutaron de una velada inolvidable con tres entregadas bandas sobre uno de los mejores escenarios del país.


Omnium Gatherum convencieron a un numeroso público que ya desde el principio ocupaba tres cuartas partes de la enorme sala Paris 15. Los finlandeses aprovecharon su reducido tiempo en escena demostrando ser una solvente banda en directo. Me sorprendió encontrar en ellos cierta chispa que sinceramente no esperaba, ya que sus melancólicas formas resultan mucho más enérgicas en vivo, quizá gracias a una vistosa puesta en escena. Un hábil Markus Vanhala, quien también milita en Insomnium, llevaría el peso principal de la banda, junto al frontman Jukka Pelkonen, que no paró de tratar de hacerse con el público, a quien señalaba y arengaba en todo momento. Presentaron temas de su clásico más exitoso, New World Shadows, aunque la respuesta del público fue similar en todos sus temas, incluidos los de su últimGrey Heavens. Quizá pudieron haber contado con un mayor respaldo técnico en cuanto a luz y sonido, pero los finlandeses terminaron pudiendo presumir de haber despachado un buen primer concierto, muy por encima de lo esperado ante un público que no parecía conocerlos especialmente.


Dark Tranquillity eran un plato muy fuerte pese a su condición de ser segunda espada de la noche, de hecho me consta que para muchos eran el principal atractivo de la cita. La banda sueca venía con una formación singular para esta gira, contando de manera excepcional con Christopher Amott (Armageddon, ex-Arch Enemy) y Johan Reinholdz (NonExist, Andromeda), junto a la solvencia de Anders Iwers (ex-In Flames) al bajo y los incombustibles Anders Jivarp y, sobre todo, Mikael Stanne. El vocalista fue el máximo protagonista, mostrándose especialmente motivado y agradecido con la respuesta del público, quienes entregados agitaban sus brazos y se sacudían en las primeras filas. El repertorio fue directo al grano; clásicos entre pinceladas de su reciente Atoma, que fluyeron a la perfección. La disposición de instrumentos no varió respecto a la utilizada por Omnium Gatherum previamente, incluso compartieron kit de batería. La iluminación fue incluso más sobria para la banda sueca, quienes parecen cómodos moviéndose entre sombras y a contraluz. El sonido fue de menos a más, resultando notable en los compases finales de la actuación, en los que el teclado y las guitarras tomaron relieve sobre una saturada batería. La banda se mostró elegante y sobria, con un Mikael Stanne que no paraba de moverse y dar tragos de cerveza, dando toda una lección vocal tanto en sus registros melódicos como en los guturales. La actuación entraba en su recta final y The Wonders at Your Feet puso la sala patas arriba, y tras el solo de guitarra, que dejaba la tensión en todo lo alto, con el estribillo el público terminó de estallar. El show culminó por todo lo alto con la melódica Misery’s Crown, y el excelente modo en que los guitarristas trenzaron su ejecución. Gran actuación de unos Dark Tranquillity 100% compactos pese a lo novedoso de su alineación. Acompañarse de músicos de semejante solvencia se traduce en acierto seguro.


La amenaza vikinga era palpable, las guitarras en la prueba de sonido ya sonaban como un trueno lanzado desde el valhalla, mientras que el humo crecía sobre el escenario para que el público no se percatase de que la escenografía de Amon Amarth era desprovista de la cobertura negra que la ocultaba. Mastodon y Lamb of god sonaban mientras la gente se impacientaba, y finalmente los vikingos salieron al enorme escenario de la Paris 15, embistiendo con un mazazo como The Pursuit of Vikings. Ya desde el foso pude comprobar como el sonido mejoró considerablemente, rozando la perfección. Con una iluminación colorida, columnas de humo y una puesta en escena interiorizada por cada uno de sus integrantes, Amon Amarth es de esas bandas con la que te lo pasas realmente bien en directo. La formula «marca registrada» de los suecos se reconoce escuchando un par de segundos de cualquiera de sus temas, una mezcla única de death melódico y épica, que se traduce en un directo vigoroso que convence a extraños y afianza a sus seguidores. Tras los tres primeros temas, The Way of Vikings trajo consigo la aparición por vez primera de figurantes sobre el escenario, en este caso los más espectaculares: dos guerreros armados con espada y escudo que se sacudían a suerte de mamporros, que elevaron el mayor número de móviles de la noche.

La sensación de banda grande es innegable. Johan Hegg además de fotogénico es un líder indiscutible, entregado en su papel y dejando llevar su melena por la música en todo momento; por no hablar de mostrar un poder vocal fuera de lo común. Los temazos se iban sucediendo, las veloces Deceiver of the Gods o Destroyer of the Universe hicieron las delicias de los fans más cafres de las primeras filas (donde se repartió estopa de la buena), y el groove de Tattered Banners and Bloody Flags dejó a servidor con la boca abierta. Cry of the Black Birds fue precedido de un amago de solo de batería del «nuevo» Jocke Wallgren, cuyo instrumento presidía el escenario sobre un casco gigante, con unos cuernos que rozaban el techo (y que me recordaron a los de mi vecino). Los figurantes ocupaban el escenario intermitentemente con escudos, arcos o hachas, y un espectro cornudo acompañó en el podium a Johan en el inicio de la celebrada Father of the Wolf, cuyas partes épicas fueron acompañadas de un entrañable «lo lo lo lo» del público, como si de un concierto de Iron Maiden se tratase.

Una auténtica fiesta. Un choque violento entre los soldados de Al-Andalus y las hordas vikingas, a quienes esta vez no decapitamos como cuando intentaron subir por el Guadalquivir en el siglo 9, sino que terminó en brindis cornudo y ganas de repetir en tantas ocasiones como sean posibles.