Crónica Roadburn Festival 2017
20, 21, 22 y 23 de abril.
Tilburg – Holanda
Fotos oficiales de Roadburn Festival, por Niels Vinck y Paul Verhagen.
Crónica por Por Manuel J. González.
Primera de cuatro entregas de nuestra crónica del recientemente concluido Roadburn Festival 2017
Desde hace casi veinte años la ciudad holandesa de Tilburg se convierte en la meca del metal underground a nivel mundial. Lo que comenzó en 1999 siendo un mini festival de un día de duración se ha convertido en un cotizado evento que atrae a rarunos melómanos de todo el planeta. En aquella ocasión fueron, entre otros, Cathedral, Beaver y los holandeses 35007, primos hermanos de los psicodélicos Radar Men from the Moon, que curiosamente participan en ésta nuestra primera edición como fans, los que encendieron la llama de un fenómeno musical único. Durante años recibimos información confusa: que si era un festival para posers, que si era muy elitista, que si los aforos de los clubs donde tocaban las diferentes bandas eran insuficientes, que si los precios del hospedaje, etc. Sí y no.
No hay duda de que no cualquier bolsillo puede afrontar un festival de semejante envergadura vanguardista; por otro lado, Holanda no es un país barato, si a ello le añades los 200 euros que cuesta el bono para los cuatro días, y el gasto de hospedaje, pues el presupuesto se eleva considerablemente. En todo caso, lo que ofrece Roadburn no está al alcance de ningún otro festival del género. Y digo género cuando debería decir géneros, porque si algo caracteriza al famoso festival es la versatilidad y variedad del menú que ofrece. Desde la oscuridad blackmetalera de Woe, pasando por el clasicismo krautrockero de todo unos Magma, hasta el adictivo latigazo ochentas de Perturbator, todo tiene cabida en Roadburn. La magia de la música sobrepasa barreras y entrelaza estilos que hace décadas no se hubieran atrevido a mirarse los ojos. Hay un antes y un después de Roadburn. Como todo evento también existen puntos negativos, que detallaré a lo largo de esta sincera crónica.
Llegados a Tilburg desde el aeropuerto de Eindhoven, nos instalamos en una especie de container-habitación situada en la zona de camping habilitada para el festival. Desde ahí se caminan unos 15 minutos hasta la zona de conciertos. Roadburn se divide en varias salas, de las cuales destacaría el Main Stage y la Green Room, ubicadas dentro del edificio 013, y que tienen un aforo de 3000 y 700 personas, respectivamente; además, cruzando la calle, tenemos la sala más kitsch [pretende ser una especie de iglesia], el emblemático Het Patronat, con cabida para 650 personas. A estas 3 salas debemos sumar las liliputienses Extase y Cul de Sac, con aforos de 250 y 150 personas, respectivamente. Si suman se darán cuenta de lo exclusivo del festival, de ahí que no considere caro el precio del bono. Lógicamente, atender todos los conciertos es tarea imposible, aunque el comando mallorquín, auspiciado por DiabloRock, hace lo posible por repartir tareas, orgasmos musicales, y también cervezas.
Con el corazón y el alma apuntando al hiperespacio iniciamos esta primera jornada gozando como gorrinos en el infierno que los californianos Ash Borer nos regalan desde el escenario de la Green Room. El sonido es espeluznantemente bello y confirma que estamos en el lugar ideal y en el momento adecuado. El combo estadounidense presenta “The Irrepassable Gate”, un majestuoso ejercicio de cascadian black metal de la mano del consolidado sello Profound Lore Records. Soberbios.
Ash Borer:
Acto seguido cogemos sitio para deleitarnos con mis queridos Those Poor Bastards, una de las bandas que me hizo abrazar la nueva vertiente de música de raíces estadounidense. El dúo formado por el enigmático Lonesome Wyatt y The Minister conquistan a sus adeptos rugiendo funestas plegarias desde el delicado escenario del Het Patronat. Su mezcla de dark folk y nanas del averno nos conduce por el camino correcto, mientras vuelves a sucumbir frente a los temas de obras magnas como “Satan is Watching” o “Gospel Haunted”. “Chemical Church”, “Crooked Man” o “Pills I Took”, solicitada por un servidor, nos hacen un poco más felices.
Continuamos con uno de los conciertos del fin de semana. Wolves in the Throne Room, una de las más legendarias bandas del conocido como atmospheric black metal, arremeten desde el Main Stage con toda su fuerza y entereza escénica. Cierras los ojos y te dejas seducir por el mal; claudicas, permitiendo que la oscura poesía te lleve consigo para siempre. Los de Washington son capaces de hablarle a tu corazón, de zarandear irremediablemente tu ser. Es como flotar sin levantarte del suelo. Gloriosos. Sobre todo cuando retroceden una década en el tiempo y rescatan el perfecto tándem que supone “Dea Artio” / “Vastness and Sorrow”” de su venerable “Two Hunters”, editado en su día por Southern Lord Recordings.
Wolves in the Throne Room
Permanecemos frente al Main Stage para recibir a Coven, los creadores de “Witchcraft Destroys Minds and Reaps Souls”, considerado como el primer disco de rock satánico de la historia. Curiosamente, apareció un año antes que el homónimo primer trabajo de Black Sabbath, contenía además un primer tema nombrado como la banda de Ozzy Osborne, y en sus filas radicaba el bajista Oz Osborne. Se dice que Tony Iommi tardó más de una década en tener conocimiento de la formación estadounidense, detalle que añade todavía más misterio a los Coven de Jinx Dawson, líder de la satánica banda de Chicago. Jinx que debe rondar los 70 nos sorprende gratamente con un registro vocal que parece haberse congelado en el tiempo, e incluso conserva gran parte de esa belleza iconográfica de los setentas más provocadores. Reunidos para la ocasión gracias a la invitación del fundador de Roadburn, Walter Hoeijmakers, Coven demuestran la buena forma en la que se encuentran, y aunque su guitarra rítmico sufre algún que otro pequeño problema técnico, el show no se ve afectado. Es una gozada sentir la embestida de “Wicked Woman”, “Coven in Charing Cross”, “Black Swan” o “Blood on the Snow”, con la que cierran su más que interesante actuación.
Coven
Rituales, sangre, carneros del mal y nacarados cráneos que coinciden con la actuación que los suecos Suma ofrecen en la concurrida Green Room. Su propuesta se sustenta principalmente en la labor del contundente batería Erik Persson que, situado frente al escenario, hace temblar la sala. Presentan “The Order of Things”, sacudiendo inicialmente al personal con el salvaje sludge de “Bait for Maggots”, y continuando con “RPA” y “The Greater Dying”, todas del susodicho trabajo. Su arremetida no garantiza efectividad, y es algo así como músculo sin cerebro. Mientras tanto el renovado trío de New Jersey, Dälek, azota el reducido espacio de Het Patronat con su dark hip hop de samples shoegazeros y raps de ira contenida. Presentan “Asphalt for Eden”, y salen victoriosos. No son pocos los que se acercan a estrechar la mano de Will Brooks tras el show, alma máter de los estadounidenses.
Dälek
Sin tiempo para respirar aguardamos ávidos una actuación que finalmente se queda un poco a medias. Pocos son capaces de facturar un trabajo como “New Bermuda”, de ahí que las expectativas sean altas. Musicalmente Deafheaven son casi impecables, destacando sobre todo la labor de su batería, Daniel Tracy, un tipo que eleva el Main Stage casi sin despeinarse. Choca un poco la actitud escénica del flequillero George Clarke, al que luego saludo en el exterior, aunque disfrutamos con trallazos como “Brought to the Water” o “Cody”, versión de Mogwai incluida en el split compartido con sus hermanos Bosse-de-Nage, también de la Bay Area de Frisco. En todo caso, felices de poder disfrutar de su ímpetu y modernismo metálico.
Deafheaven
En paralelo, sus paisanos southernstonermetaleros Scissorfight levantan el suelo de la Green Room gracias a su carismático nuevo cantante Doug Aubin, que acabó saltando sobre el público, hecho inusual durante el fin de semana. Presentaban su nuevo EP “Caos County”, e iniciaban gira europea con otra de las bandas del cartel: Backwoods Payback. Todavía con el cuerpo electrificado afrontamos un cierre de jornada con los veteranos norteamericanos pro marihuana Bongzilla. Interpretan íntegro “Gateway”, editado en 2002 vía Relapse, convirtiendo el Main Stage en un ejercicio único de apología a las drogas. Riffs monolíticos, contundencia, la perfecta definición stoner, y un Mike Makela esputando humo de hierba desde su ferviente garganta. De fondo históricas proyecciones de una América en constante cambio desde mitad del siglo XX: los ataques de Nixon, la quema de cultivos de marihuana, promiscuidad, libertinaje, y la propia elevación del alma con ayuda de las más diversas sustancias.
Bongzilla
Mientras tanto, Het Patronat se despide del jueves con la elaborada liturgia de los polacos Batushka, que dedican más tiempo a lo visual que al efectismo de su propia música. Interpretan los temas de su único trabajo hasta la fecha, el interesante “Litourgiya”. Incienso, hábitos con detallados estampados, todo un despliegue de iconografía ortodoxa conforman una propuesta que promete, aunque nos deja a medias.
Batushka
Regresamos exhaustos y felices al camping; las expectativas han sido superadas con creces, de hecho, no somos conscientes de lo que vamos a vivir al día siguiente…