Producción: John Congleton.
Sello: BMG Infectious.
Crítica por David Mat.
Para quien no conozca al grupo norteamericano liderado por Debbie Harry y Chris Stein, decir que Blondie fue una de las bandas insignia en la escena new wave-punk neoyorquina de los 70, habituales del mítico CBGB y que, partiendo de una base eminentemente proto-punk, fueron incorporando elegantemente otros estilos como el pop 60’s, el soul y la música disco; resultando de este batiburrillo un producto que vendría a ser la cara más amable y accesible (y, en este caso, sexy) del punk rock, atrayendo la atención de esta manera a tanto a fans ramonianos como a adoradores de la música disco.
A fecha de hoy, afortunadamente Blondie sigue en activo y facturando discos del calibre de este «Pollinator«, que abraza descaradamente el sonido clásico Blondie 70’s, gracias en parte a la producción de John Congleton, joven productor que ha trabajado con artistas de todo pelaje; y también a la colaboración de varios músicos que han escrito o coescrito el 80% del material aquí incluido bajo la atenta supervisión del tándem Stein/Harry. Esto se aprecia, por ejemplo, en «Fun«, un temazo que huele a pista de baile del Studio 54, a tormenta de glitter y a bolas de espejos girando incesantemente. De repente, parece como si Debbie Harry siguiera con 33 años, dando guerra y reventando los niveles de libido entre el público masculino. Esa esencia clásica no se limita sólamente a «Fun«, sino que se extiende por todo el disco, infectando cada nota con el virus de los Blondie setenteros dando lugar a piezas como la inicial «Doom Or Destiny» (un momento, ¿es Joan Jett quien hace los coros?) o «Long Time» que, junto a la mencionada «Fun«, son brillantes ejercicios de nostalgia bien entendida, trayendo al presente todo aquél esplendor y glamour de finales de los 70. De hecho, «Long Time» podría ser la hermana pequeña del hit «Heart Of Glass«, ya que las primeras notas recuerdan sospechosamente a su clásico de 1978.
El resto de canciones incluidas en Pollinator no desmerecen en absoluto; ahí tenemos cortes como «My Monster» (con Johnny Marr como invitado de lujo), «Best Day Ever«, otro temazo que podría haber encajado en Eat To The Beat sin problemas; o «Gravity«, ideal para hacerlo sonar a todo volumen un sábado por la noche. Bajan las revoluciones en la balada «When I Gave Up On You» y cierran el disco con el poderoso y majestuoso «Fragments«, donde dejan de lado la festividad reinante y Debbie se pone solemne preguntando al oyente «si todavía la ama». Por supuesto que te amamos, Debbie.
Si hay que ponerle un «pero», sería las pocas canciones firmadas por Chris Stein y Debbie Harry ya que, como se ha mencionado antes, la mayoría están compuestas por terceros. Pero eso realmente no debería importar, si ha servido para obtener un disco de este nivel. En definitiva, un disco que mantiene el nivel durante sus 45 minutos de duración y que, sin duda, gustará tanto a los fans de los neoyorquinos como a los neófitos.