leyenda

Crítica por Rafa Diablorock

Sello Century Media.


Gregor Mackintosh siempre fue el impulso creativo tras Paradise Lost, banda que abandonó un género extremo que ellos mismos trajeron al mundo. Tras devaneos varios, Paradise Lost volvieron a las guitarras, pero acomodándose a patrones mainstream que parecían indicar que habíamos perdido la fuerza primitiva del zurdo de Halifax. Sin embargo, la rueda de la vida golpeó a Mackintosh con la repentina muerte de su padre, detonante de un proyecto llamado Vallenfyre, en el que el músico exorcizó todos sus demonios con una sorprendente furia en un disco llamado A Fragile King (2011). Más aún nos impactó que en un segundo disco, Splinters (2014), la banda no sólo reafirmó su enorme valor, sino que polarizó sus extremos con veloces canciones de crust-punk por un lado, y doom ultrapesado y pringoso por otro. Vallenfyre sigue exhalando muerte en este tercer disco que ahora nos ocupa, en el que Gregor Mackintosh reduce la formación a trío y da la bienvenida a un nuevo batería, Waltteri Väyrynen, quien realiza un trabajo excelente pese a sus 22 años.

Este tercer trabajo vuelve a distanciar los extremos de Vallenfyre, con una colección de canciones mucho más secas y toscas que las encontradas en la banda hasta ahora. Tenemos cortes de puro crust cavernoso como Nihilist o Dead World Breathes, cuya duración hemos de medir en segundos. También hay espacio para la lentitud doom, como An Apathetic Grave o The Merciless Tide, con toscos riffs y poquísimo espacio a adornos melódicos de guitarra solista, por lo que los paralelismos con la otra banda de Mackintosh son cada vez más difíciles de encontrar en Vallenfyre. Con la misma voz de ultratumba, la misma oscuridad y el mismo magnífico sonido cavernoso de Kurt Ballou, Vallenfyre se reafirman como una reivindicable banda. Un tercer disco tan bruto como adictivo, anclado décadas atrás de un modo que no aporta absolutamente nada nuevo; justo de lo que se trata.