Texto por Carlos Kashmir y Rafa Diablorock.


Con Angel Dust estamos ante uno de los máximos exponentes de lo que significa una batidora musical. Los 90s se distinguieron por muchas bandas que lo hicieron o lo intentaron, aunque Faith No More fueron aún más lejos y por el mejor camino. Aquí no encontramos tropezones, nos lo dan bien licuado, con sabores de todo tipo pero que con sus maestras manos consiguieron lo más refrescante y sabroso de la última época dorada para el rock. Y lo que es aún mejor, inventando así una nueva receta de la que posteriormente sirvió de base para otras muchas bandas, adulterando por lo general el resultado.

Angel Dust es un disco confuso, desquiciado y revelador, que genera muchos interrogantes a la vez que desprende un magnetismo especial. Todo parece querer burlarse de ti, desde una icónica y elegante portada, su título o su variopinto estilo, elementos que ni siquiera entre la propia banda aceptó en consenso. Una extraña colección de ideas en sorprendente equilibrismo, con un invisible hilo conductor que hace que piezas de cantos romos solapen misteriosamente con otras de aristas. Tras muchos años debatiendo sobre este disco, siempre encuentro quien detesta la portada, al que le encanta, el que no entiende algún tema, al que le sobran partes experimentales, o duras. o suaves… pero todos lo tienen como disco de cabecera.

El disco pasaba de momentos comerciales y radiables (Everything’s Ruined) a otros de metalizado e histérico noise (Malpractice) sin despeinarse. Nos descolocaban desde el principio con una groovy oda sarcástica a televangelistas (Land Of Sunshine), hasta el final con la cinematográfica Midnight Cowboy y la deliciosa Easy; un cierre plácido después de tantos sobresaltos. Sorprendentemente llegaron a colocar un hit con Midlife Crisis, pero la tónica de los temas no daba lugar para ser asequibles para las grandes masas y MTV. Una colección compleja y mucho más inteligente que sus trabajos previos. Pese a que estamos ante el segundo disco de la banda con Mike Patton, es realmente el primero en el que el vocalista dejó su sello personal, tanto en el sonido de la banda como en la lírica. Una de las cosas más llamativas fue el cambio de voz de Patton, de la más aguda, nasal y en cierto modo infantil, a otra más grave, profunda, trabajada y con multitud de registros (falsetes, gritos, giros operísticos, rapeos, gruñidos infernales… no existen límites).

Si vocalmente terminó de desplegar todos sus recursos, compositivamente marcó muchos de los desarrollos instrumentales más complejos y experimentales, mezclando junto a la banda sonidos pop, funk, jazz, prog, rock, lounge, rap, noise y hasta metal extremo, que encajaban de maravilla con los siempre esenciales añadidos atmosféricos de Roddy Bottum y sus teclados. En cuanto a las letras, prácticamente la totalidad de ellas fueron firmadas por Patton, que hacía patente su personalidad sarcástica impregnada de humor negro. Gould, además de brillar como uno de los máximos compositores del disco, se proclamó pieza clave con su distintivas líneas de bajo, a igual que Mike Bordin a la batería, capaz de ser protagonista de un tema de medio tiempo gracias a la singularidad de su sentido del ritmo. Este disco supuso la despedida de Jim Martin como guitarrista de la banda, para muchos marcando una ausencia determinante en el futuro del grupo. Sobre el papel, Martin aportaba un porcentaje mínimo a la composición del sonido de Faith no More, pero para muchos su carisma era esencial en la banda, así como esos pequeños detalles solistas de afilado heavy metal que siempre se sacaba de la manga (increible lo que hace en Smaller and Smaller).

Tras The Real Thing no doblaron, triplicaron su apuesta. Un disco extravagante, con virtudes para convertirse en éxito comercial a la vez que obra de culto, mil veces reivindicado como esencial en el sonido del rock alternativo de los 90. Posiblemente elevado a pico creativo de la banda por la mayoría de sus seguidores, ya que se trata de su disco más ambicioso, oscuro, intenso y ecléctico, donde cada componente de la banda dan su máximo nivel y sobresalen constantemente. Una travesura muy seria, bizarro y bello a partes iguales, y que les otorgaría una merecida reputación para siempre. Un triunfo musical, un suicidio comercial. Un clásico moderno, ya no tan moderno en nuestro espacio-tiempo, pero que seguirá siempre sonando rompedor.