Por Rafa Diablorock.
Según la Real Academia Española, alguien quejica (o quejicoso, sa.) es aquel que se queja demasiado, y la mayoría de las veces sin causa. ¿Os suena? Todos hemos tenido alguna vez un mal día, de esos en que sin saberlo nos llenamos de veneno y al final lo vaciamos con el que menos culpa tiene. También hay personas, entiendo que pocas, que podríamos denominar «tóxicas», o indeseables, que por desgracia cuentan con esa actitud en su día a día, viven felices amargando la vida de los demás aun sin que ello les reporte beneficio alguno. Soy una persona bastante discutidora, y no me considero en absoluto un ciudadano ejemplar, pero en el momento que te sitúas detrás de un medio tu comportamiento cambia; al menos a mí me ha ocurrido. Llamémosle sentido común, o educación, pero desde que decidí hacer de Diablorock un medio «serio» mi tono cambió considerablemente. Mi forma de comunicar empezó a seguir unas normas de cortesía y empatía con un lector genérico que había en mi cabeza. En esta casa existe un libro de estilo, que manejan los redactores para entender, con mucha elasticidad, una serie de directrices que desde hace aproximadamente año y medio nos han ayudado a generar un número ridículo de polémicas. Siempre tratamos de comunicarnos de un modo en que no se ofenda a nadie, la verdad es que he tenido que morderme la lengua en aproximadamente medio millón de ocasiones, pero al final uno se hace profesional y mantiene el tipo, a veces incluso sacando tajada del asunto, ya que la educación es algo que generalmente brilla por su ausencia, y al final tiene su recompensa.
Corrección política amigos, ese concepto utilizado para describir una forma de comunicar con la que se consigue minimizar la posibilidad de ofensa hacia grupos étnicos, culturales o religiosos, sensibilidades artísticas, preferencias musicales, etc. El problema es cuando el buenismo nos convierte en alguien gris y carente de personalidad, algo que intentamos equilibrar para no parecer robots, y cada vez nos cuesta más. Hace unos días me sorprendí descubriendo el mundo al que parece estamos condenados a vivir. El pasado fin de semana, decidí hacer una publicación simpática, de esas que levantan una sonrisa y que consideré completamente inofensiva. Un chico muy apurado me mandó un e-mail contándome que estaba deseando volver a localizar a una chica que había medio-conocido en el pasado concierto de Guns N’ Roses de Madrid, y me pidió que de algún modo le ayudase a encontrarla, me dijo que publicase su e-mail y la zona numerada en la que estuvo. Me resultó algo tan tonto como simpático, por lo que hice una publicación al respecto. Mi sorpresa fue cuando empezó a tener, a los pocos minutos, muchísima respuesta en redes sociales. Dicha respuesta, para mi sorpresa, estaba mayoritariamente repleta de comentarios negativos, que me venían a reprochar el que podía esconderse un tema de acoso, parecido al de «La chica del tranvía», un caso del que jamás había oído hablar hasta ese momento. Investigué y encontré varios artículos acribillando a un joven de Murcia por «acosar» a una chica a la que, de igual manera, intentaba localizar. Volví al artículo de Diablorock y los comentarios empezaban a subir de temperatura. Empezaban las polémicas, y esta web no vive de las polémicas, y menos las que ni nos van ni nos vienen. Puse una noticia simpática, para levantar una sonrisa, pero… como este medio ni gana publicando ese tipo de contenidos, ni perdía por hacerlo desaparecer, opté por eliminar la publicación.
Desde entonces no hago más que pensar en la rabia que me da lo remilgado y gris que va a acabar siendo esto. ¿Fui estúpido por dejarme llevar y eliminarlo? Algún lector me lo hizo saber de ese modo. La cuestión es que llevo 14 meses en los que, por suerte, las visitas las cuento por millones, y me siento orgulloso de no tener haters ni polémicas, y quiero seguir igual… pero, no dejo de pensar en lo mucho que os estáis perdiendo (nos estamos perdiendo todos) por la presión absurda de gustar a todo el mundo y nunca quedar mal con nadie, cuando eso es imposible. Quizá no estoy preparado para encajar críticas, y de ahí mi esfuerzo en contentar a todo el mundo, pero, entre los que se quejan por todo y los que nos autocensuramos, nos estamos cargando la chispa del asunto en pos de un mundo mojigato, gris, templado y soso. No sé cómo lo haré a partir de ahora, no quiero que este medio sea aséptico, remilgado y a servicio de llorones de piel fina. Escribo estas líneas para desahogarme y para que todos hagamos un poco de reflexión.
Este es un medio que trata el mundo del rock, y… ¡joder! el rock es romper las normas, transgredir, contracultura, peligro…¡incorrección! Ya está bien de que nos tengan que poner normas. Yo recuerdo el heavy de mi barrio, que iba por la acera y las señoras se agarraban el bolso; y ese heavy se reía, nunca se ofendió porque se cambiasen de acera, «que piensen de mí lo que quieran». Ya está bien que nos recuerden continuamente dónde están los límites, ¿no somos suficientemente inteligentes para saber cuándo pueden ser sobrepasados? No podemos cantar himnos al desfase y quejarnos porque en un concierto alguien se encienda un canuto en una zona de no fumadores, o ir borracho, o pegar un empujón… toda esa clase de cosas que cada vez molestan más. ¡Y ojo! Yo no he fumado en mi vida, digamos que soy de la liga antitabaco, detesto el ruido en cines y la falta de educación en general, pero cuando estoy en un concierto lo veo de otro modo. Muchos músicos fuman en el escenario, sus letras hablan de pillarse un ciego tremendo… ¿cómo me voy a escandalizar de que huela en una sala cerrada a porro aunque esté prohibido? Me parece igual de molesto que a todos vosotros, y de hecho personalmente prefiero que no se haga, pero también tenemos que acordarnos de lo que estamos viendo, un concierto de ROCK, y si defendemos el rock duro como algo transgresor, peligroso, desobediente… tampoco podemos esperar obediencia y el comportamiento ejemplar que tenemos en una biblioteca.
Como eso, tampoco podemos pretender siempre escribir al gusto de todos, y sin ofender a nadie. No caigamos en ser unos rebeldes sin causa, pero de vez en cuando hay que bajar un poco el listón del quejica que llevamos dentro y hacer una mueca ante un exabrupto, tolerar una palabra malsonante, o una incorrección en el lenguaje paritario. Porque, aunque el chico de nuestro artículo, el que buscaba al amor de su vida tras haberla visto un par de minutos, quizá pudiera ser un acosador, o violador, o el próximo violador y carnicero de Milwaukee, claro; y seguramente en mi artículo se escondiera un comportamiento machista inherente en esta sociedad heteropatriarcal y casposa en la que vivimos… pero quizá era simplemente un tonto enamorado, como tú (espero) alguna vez en la vida.
Ozzy Osbourne:
Would love to know the answers but to you the truth is just another lie.
Nobody hears the things I say, I guess nobody cares.
My Head’s so full of things I set my mind free of them.
can’t you see they’re Nothing without you, empty heads full of fools.
Why don’t you tell them, breaking all the rules,
Why don’t you get it on, breaking all the rules.