Sello: Steamhammer / SPV
Fecha de publicación: 28 julio 2017
Por Manuel L. Sacristán.
A menudo, la mejor manera de avanzar es dar un paso atrás. Pisar el freno, tomar un respiro, enfocar y agrandar la perspectiva. Hacer inventario de ti mismo y de dónde vienes. Llegar a la esencia más cruda para descifrar el camino a seguir.
El disco de este mes es el inesperado, poderosísimo y repleto de grandes momentos Smoke on This, debut en solitario de Rex Brown, ex bajista de Pantera y Down. Un disco que resume su discografía por contraste, una auténtica demostración de facultades, que cogerá por sorpresa a quien espere un sonido concreto o encorsetado.
La brillante y directa “Lone Rider” abre el álbum, en un inesperado y rompedor ejercicio de sucio rock pantanoso, con una pujanza y precisión destacables, menos de tres minutos como primera declaración de intenciones. Su voz oscura y crujiente, que recuerda desde cierta lejanía a la de Izzy Stradlin, lleva a sus lomos el tema con un espíritu sosegado y suficiente, un primer puñetazo en la mesa ciertamente intrigante. Rock de la vieja escuela setentera al que sigue “Crossing lines”, deudora de Down e In through the Out Door, lenta, pesada y arenosa. De nuevo destaca el derroche de ideas en menos de tres minutos, a estas alturas el misterio ha crecido de forma exponencial.
La conmovedora introducción acústica de “Buried Alive”, donde Led Zeppelin III planta un indiscutible pie, precede a una de las grandes sorpresas del álbum. La llegada del riff eléctrico, a caballo entre el legado de Zeppelin y el terror de Black Sabbath, junto con las voces cavernosas, es la prueba de que nos encontramos con el sello Pantera. He obviado conscientemente hasta ahora la mención a aquel proyecto que Brown, Dimebag Darrell y Vinnie Paul (en opinión del que firma, una de las bases instrumentales más formidables de los 90) montaron junto al rebelde cowboy David Allan Coe, aquel fantástico Rebel Meets Rebel (1999) donde aquella mutación de country metal acelerado mostraba una capacidad de encaje admirable entre dos estilos aparentemente tan distantes entre sí. Esta tercera muesca recuerda poderosamente a aquel álbum, con su muro de sonido marcado y sus alternancias rítmicas, luciendo detalles sureños a lomos de una psicodelia brillante, con solos de guitarra introducidos con una destreza y una capacidad de desarrollo notabilísimos. El primer tema largo, sin duda merecidamente, donde asoma la oreja por primera vez el amante compulsivo del fabuloso disco homónimo de Mötley Crüe con John Corabi, ¡qué disco tan bueno aquél!
“Train song” es la cuarta prueba consecutiva de la grandeza del disco. La voz a estas alturas ya se ha aceptado sin dificultad, por costumbre; evidentemente, Rex Brown no es un gran vocalista, ni siquiera uno excesivamente personal, pero se lo hace muy bien. Como le sucede a Izzy, el ginecólogo le introdujo el fórceps por la garganta cuando su madre dio a luz ¿y qué? Brown suena acogedor, porque no se esfuerza por sobresalir con ejercicios vocales innecesarios que le resten credibilidad a este hard rock sureño de la vieja escuela con brochazos de rock alternativo, ese rock crudo y bastardo que nos hizo felices en los 90. Pantera en aquellos años y Down un poco más adelante son, en parte, responsables de toda una escena de rock y metal alternativo donde cabían homenajes a los años 70 sin perder por un instante la personalidad propia, forjada a base de cizalla, acero y tempos criminales.
Tras un primer tercio del álbum directo y consistente, Brown expande su paleta considerablemente. En “Get yourself alright” Brown tiene algo de chamán espiritual, guiándonos hasta la explosión del estribillo (hola, Phil Anselmo) de la mano de un flanger, un efecto en desuso, al igual que discos como este. Canción rica en matices, echa mano de un tandoori indio y superpone varias capas de voces.
El hombre que se unió a Pantera en 1982 y vendió miles de cassettes y LP’s en los parkings de tugurios antes del éxito que llegó con Cowboys from Hell, es ante todo un hombre de pueblo que se crió conmovido por la música de los Beatles, Stones y Elvis. Desde Blackfoot a Foghat, pasando por Sinatra o Slayer. Y sí, “Fault Line” es puro Corabi, hay algo de los Crüe de New Tattoo, y también de los Beatles. Me llena de orgullo poder escribir algo así de un ex miembro de Pantera. Porque resulta fascinante descubrir cómo, tras una temporada lejos del negocio, Rex ha viajado hasta reencontrarse con sus raíces, y ha sido capaz de sacar un disco como este rodeado de amigos, zafándose de cautelas y sin miedo de ver dónde llega con esta nueva aventura musical. Es este un álbum inspirado, fuerte, variado, lleno de detalles inesperados (pianos melódicos, estribillos hardrockeros, guiños a Tom Petty o a Waits), pleno de determinación y nervio. Las letras son personales (“Buried Alive” habla abiertamente de la pérdida de su compañero Dimebag Darrell, cuya trágico asesinato llevó a Brown a ahogarse en pantanos de whisky), hasta cierto punto catárticas.
Algo que resalta además de que su voz sea competente, son los riffs de guitarra rítmica, y un bajo que por supuesto no tiene pega posible, también grabado por Brown. De nuevo en “What comes around…” asoman las acústicas, con una cadencia deudora de Jimmy Page e incluso de Tool. A su lado, el guitarrista y compositor Lance Harvill, criado en Nashville, suena como su fiel mano derecha; mientras Christopher Williams se encarga de un soporte de batería majestuoso. Producido por Caleb Sherman, un multi-instrumentista, el proyecto parece desarrollado por un músico que ama por igual a Pantera que a Lynyrd Skynyrd, lo cual es muy de agradecer.
Hay un buen bloque de límites e ideas preconcebidas que el disco ya ha sobrepasado con creces a estas alturas (la recta final de “What comes around…” es pura épica alternativa mezclada con la insistencia en el riff de unos Neurosis a los que David Bowie hubiese infiltrado dosis de pop británico en sus venas rednecks), como si Rex disfrutase de una libertad total de enfoque, y sintiese una absoluta indiferencia ante unos más que posibles resultados negativos a nivel de ventas. Porque cuando uno escucha “Grace”, con esa línea de guitarra rítmica funky deudora de John Frusciante, y ese estribillo que podría haber sido compuesto por los propios Red Hot Chili Peppers del fabuloso e infravalorado One Hot Minute (1995), el obseso del rock de los 90 puede sospechar que Rex va a colisionar con reseñas obtusas, ventas inexistentes (no me entendáis mal, el disco es MUY melódico, variado, consistente y nada desafiante al oído, pero hoy en día ¿qué artista realmente honesto vende una buena cantidad de discos?) y en general prejuicios desparramados por el suelo como los sesos del hombre cuyo cerebro fue perforado en la portada de Far Beyond Driven.
“So into you” nos devuelve al hard rock pantanoso y sureño, ligerísimamente deudora del II de Down, obra maestra del metal de lo que llevamos de siglo. A media canción el tema se abre a los cielos (pura épica a base de un bajo magistral, coros sublimes y guitarras certeras a base de quintas y detalles sueltos) y empiezo a sentir el cosquilleo y las ganas de querer espurrear la reseña de adjetivos grandilocuentes. Nunca una reseña de un adelanto discográfico debería llevar la etiqueta de obra maestra ¿no es cierto? Pues mejor que te andes con cuidado. Libertad, raíces, pelea con sus sombras y alguna cuenta pendiente. Rex suena liberado y expresivo, espontáneo, como si su creatividad llevase años peleando por salir, dentro de los parámetros descritos. Vuelvo a acordarme de los Crüe y de Corabi al final de “So into you”.
La recta final del álbum llega con una fuerte dosis de psicodelia al comienzo de “Best of me”, con “Planet Caravan” saludando desde el final de la sala. Casi puedo ver aparecer a Phil Anselmo con su voz de caverna, pero Rex es más sutil, abraza a Pink Floyd y canta con una confianza y una delicadeza sorprendentes, antes de que la canción vuelva a romper en una progresión de riffs pesados y fuertemente marcados por el influjo de Black Sabbath. Un tema largo, saciado, con un lap steel y teclados aportando calidez. El solo es delicado y crepuscular, se hace corto. En general, jamás hubiese apostado por escuchar una canción así de un ex miembro de Pantera un cuarto de siglo después de empezar a cosechar sus grandes hitos a base de un metal violentísimo.
Para terminar, “One of these days” vuelve a congraciarse con Led Zeppelin, a base de arpegios de eléctrica y acústica y golpes de timbal hueco que dan paso a otra de las grandes piezas del álbum. Como si Rex hubiese redescubierto su esencia, mezclando trazos de Neurosis, dos de sus ex bandas y una voz cálida y oscura, antes de que la canción dé un vuelco sobrecogedor, con Brown cantando prácticamente en solitario, sin apenas más apoyo que el de un teclado grave de fondo; a modo de coda final, y con un despliegue solista que ya no me descuadra, llega un cierre legendario con la tecla SUREÑO apretada hasta el fondo. Con una clásica caída, como si Rex hubiese decidido homenajear el “Can’t you see” de Marshall Tucker Band, con algún hachazo deudor de The Black Crowes y el colchón de hammond exprimiendo al fondo todo el jugo de la canción, el disco queda rematado de forma inmejorable.
Estamos sin duda ante uno de los discos del año. No lo dejes pasar.
01. Lone Rider
02. Crossing Lines
03. Buried Alive
04. Train Song
05. Get Yourself Alright
06. Fault Line
07. What Comes Around…
08. Grace
09. So Into You
10. Best Of Me
11. One Of these Days