Por Manuel J. González.
Recordar es rendir tributo a aquellos momentos relevantes de la vida, y los recuerdos son garantía de perdurabilidad en el tiempo. Si olvidas, matas; si ignoras, asesinas. Tal como se nos fuera descrito perfectamente en esa joya conceptual llamada ‘Inside Out’, la existencia depende del sustento del propio pasado. Lejos quedan los tiempos en los que la nueva música de raíces era poco más que una desconocida.
Pululan por España tipos con sombreros de cowboys, guayaberas varias, botas camperas, e incluso montañas de tatuajes de todos los colores. La globalización se acentúa, y se heredan tradiciones ajenas; algo que me parece hasta necesario, teniendo en cuenta la cutrez cultural del país que nos ‘guía’. Hace más de un lustro tuve la suerte de vivir uno de esos momentos únicos; uno de esos que no se olvidan: Muddy Roots Music Festival. Tiempo después escribí un libro sobre la escena; y bueno, dicha obra sirvió para mover algunas cosas. El año pasado tuve la suerte de regresar a Cookeville, donde tiene lugar desde 2010 el famoso festival de raíces.
Jason Galaz, su artífice, es un amante de las buenas cosas; entre ellas, la música: el sustento de nuestras almas. Galaz ha sido capaz de crear un ‘imperio de pasión’, partiendo de su corazón y agitando sus vísceras como nadie en la escena underground. Desde entonces, se forjó una unión [amistad] que trasciende lo meramente ‘comercial’. Es una unión clara, pura, sustentada por el respeto mutuo, por las ganas de reivindicar vida a través de la propia música. Galaz es un hombre de retos, de propuestas claras, de sueños que van conformando un impresionante castillo vital. Galaz es el hombre que hace que seamos un poco más felices.
Por suerte para unos pocos, Muddy Roots Music Festival es un evento para un par de miles de personas, entre los que incluyo a los propios músicos y bandas. Es un festival para compartir, un festival familiar que se basa en el buen rollo por encima de todo. Lejos de la marabunta de festivales – parques de atracciones que se están poniendo de moda, MRMF ofrece algo único, exclusivo, alucinante, explosivo; y tan real, que cuando te quieres dar cuenta tu vida no vuelve a ser la misma. Sobre sus tablas [de madera] he visto por primera vez a músicos de la talla de Konrad Wert, J.B. Beverley o a mí adorado Reverend Deadeye: el hombre de las mil historias.
Este año repetimos experiencia, y regreso con mi hijo, con la excepcional noticia de la inclusión de 110 bandas en un cartel sin precedentes. Y ya no solo es que podamos ver en un solo fin de semana a gente tan dispar como Antiseen y James Hand, sino que por primera vez en la historia del festival edición USA, tendremos a dos bandas nuestras en el cartel: Dead Bronco y Moonshine Wagon. La comunión es perfecta, el mundo se convierte en un pedazo de bosque circundado por caminos de tierra y cascadas de agua transparente. Lo idílico se convierte en hecho; lo ansiado en realidad. Muddy Roots Music Festival. Ojalá sirva este texto para que algunos se animen a partir rumbo a las Américas.
Sé que se necesita cierto presupuesto para semejante aventura; nadie dijo que lo sueños fueran gratis, pero creo que vale la pena [y mucho] que alguna vez en la vida piséis ese idílico lugar a una hora de la ‘decadente’ Nashville’. En la vida hay miles de experiencias, pequeñas y grandes, pero Muddy Roots Music Festival va mucho más allá de ello.