23 años de BluesCazorla, unos cuantos ya peregrinando con amigos y familia, pero éste lo recordaré, más allá del apartado musical, como el primero en el que DiabloRock asistimos invitados por la organización. Y como viene siendo habitual, el equilibrio entre fantástico ambiente, diversión y buena música es total. Un festival especial y único en su especie por muchos motivos (ver 10 motivos por los que acudir a Cazorleans), como el lince ibérico que habita por estos lares. Quisiera poner en valor la cantidad de gente joven que ha vivido día y noche el festival, creo que porque siempre hay una necesidad de volver a las raíces, allí es donde empieza todo y no podemos alejarnos de ellas, es el fundamento del cual todo surge. Los tres acordes y doce compases. Pero el blues es mucho más, la música es mucho más… el BluesCazorla es mucho más.
JUEVES
El jueves llegamos al escenario Cruzcampo un buen rato antes de comenzar el primer concierto, para que nos acreditaran antes de entrar. Por primera vez estaba allí tan temprano, y disfruté de una plaza de toros prácticamente vacía. En mitad del ruedo, haciendo una panorámica mientras sonaban los Crowes o Neil Young. Tras tantos años aún quedan sensaciones nuevas por descubrir en Cazorleans.
Al rato saltan (lo de saltar es un decir) al escenario una de esas bandas all-star que tanto gustan y se ven en Cazorleans, compuesta por veteranísimos músicos, los cuales durante el concierto algunos iban rotando, pero jamás bajaba de los cuatrocientos años la suma de lo que teníamos delante. En esta ocasión se trata de Music Maker, que a aparte de discográfica son una fundación, con padrinos como Morgan Freeman, los Stones, Clapton, Jeff Beck o Pete Townshend. Llevan más de 20 años intentando preservar las tradiciones musicales del sur americano, apoyando a los músicos que las mantienen vivas y asegurando que la pobreza y el tiempo no los silencien. Ante nosotros auténticos maestros del blues tocando temas propios actuales y muchos clásicos que el público de Cazorla conocía perfectamente como “Hoochie Coochie Man”, “Boom, Boom”, “Stormy Monday” y muchos más. Cachondo fue el momento en el que el fabuloso batería Ardie Dean tiró los platos y salió del atolladero con mucho arte y salero. No podía comenzar la jornada de forma más genuina.
Era el momento de Kenny Neal, pero sin saber por qué, y a la postre de manera muy acertada, fue John Németh quien salió a escena antes para dinamizar y dinamitar la noche. Acompañado por sus Blue Dreamers y ataviado con gafas horteras, sombrero y un mono que tenía detrás el símbolo del ying-yang, parecía más un mecánico puesto de LSD que lo que realmente es, un magnífico frontman, armonicista y cantante de soul-blues. Con un vozarrón y amplio rango vocal, nos hizo llevar desde los momentos más blueseros y melancólicos hasta los más festivos y souleros sin despeinarse. Quizás el concierto fue un poco de más a menos por no equilibrar mejor su repertorio, pero aún así comprobamos el por qué es alguien que ha sido tan premiado y ha representado uno de los puntales del soul del nuevo siglo junto a artistas como James Hunter, Eli Paperboy Reed o la añoradísima Sharon Jones. Mucho soul, groove, ramalazos funk y gotas de góspel para presentarnos su reciente último y notable álbum Feelin Freaky. Destacable la labor de su guitarrista Johnny Rhoades y la jam que hicieron con ‘King’ Solomon Hicks. No podía faltar en Cazorleans soul de primer nivel.
Quince años ha pasado desde la anterior vez que Kenny Neal hizo presencia en Cazorla. Desde entonces han pasado muchas cosas, como haber sido nominado nada menos que a los Grammys en cuatro categorías, o hacer un largo parón en su carrera por una enfermedad que no reveló. Acompañado de dos hermanos suyos al bajo y teclados, presentó su último trabajo del año pasado, Bloodline, aunque se detuviese también en su álbum más lustroso, Let Life Flow. Aunando su blues moderno con la destreza de un fino estilete, y ese lado desenfadado de su Nueva Orleans natal, dio un buen y disfrutable recital.
Y de repente apareció el rookie del año, ‘King’ Solomon Hicks, ese chaval del que todos hablan. Veintiún años de puro desparpajo, chaqueta roja y preciosa Benedetto entre las manos. Con su sonrisa perenne nos hace viajar a los años 50s de la mano de sus referentes en el blues, rock y R&B, como Wes Montgomery, B.B. King del que sea apropió de “Everyday I Have The Blues”, o Chuck Berry con el que montó un guateque con “Maybelline” y “Johnny B. Goode”. A su lado en el bajo tiene al reputado productor nipón Kirk Yano, el cual posiblemente sea su gurú en la sombra, ya que la hoja de servicios de éste es realmente espectacular, y en directo da la nota, tanto exótica como musical. El presente y futuro del blues neoyorquino está en manos de un imberbe rey que nació en el Harlem, y en Cazorla lo coronamos, junto a su compañero de jam esa noche, Davy Knowles.
VIERNES
Tras un rato de piscineo, me acerqué al mediodía con mi peque de cuatro años y varios amigos a la plaza de Santa María. Y es que para mí el BluesCazorla son también como unas mini vacaciones con mi familia y amigos. Para que los niños pudieran disfrutar escogimos a los Saxofonistas Salvajes, y fue un acierto, ya que era lo que mejor pegaba para “la fiesta del agua”, título descriptivo que nos inventamos para unos entusiasmados pequeños. Dani Nel.lo (ex miembro de Los Rebeldes), el cual hizo doblete por la tarde con Mambo Jambo, fue el maestro de ceremonias y bajo la lluvia de flus flus, visitas al pilón para rellenarlos y cervezas bien fresquitas, nos hicieron pasar un buen rato a pesar del caloret.
Delta Moon abrieron fuego, ya por la noche, con un concierto muy pero que muy serio. Tom Gray y Mark Johnson nos llevaron de la mano por un viaje donde el blues pantanoso del Mississippi y los Apalaches confluyen, y el country alternativo asoma sus tentáculos. En definitiva, música de raíces con aroma sureño, que me recordaron en cierta manera a los maravillosos Cracker y por momentos a Drive By Truckers. El dúo guitarrista se compenetraron con mucha clase, y sorprendente es el uso que hace Gray de la lap steel guitar, apoyándola de pie sobre las piernas, toda una masterclass de slide. Presentaban su reciente Cabagge Town con temazos como “Just Lucky I Guess” o “Rock And Girl”, pero también le dieron cancha a otros discos como Low Down, de la que es la marchosa “Open All Night”, y en la que el bajista de ojos de rana sacó su voz gravísima y se llevó una de las ovaciones de la noche. Concierto como he dicho, muy serio, honesto y con mucho savoir faire.
Tras el buen sabor de boca que nos dejaban Delta Moon venía uno de los platos fuertes del festival, Doyle Bramhall II, que pisaba nuestro país por primera vez. Precedido de un pedigrí fuera de toda duda, hijo del batería de Stevie Ray Vaughan, ha trabajado durante casi dos décadas con Clapton, y también con otros mitos como Roger Waters, Gregg Allman o Dr. John. Pero después de ver videos e imágenes suyas, donde siempre aparecía elegante con sus camisas o chaquetas, lo último que esperaba es que saliese a escena un chuloplaya inflado de gym en camiseta de tirantes. Ya comenzaba esto de manera un tanto extraña. El concierto iba desarrollándose introspectivamente y aquello no terminaba de despegar, la palabra decepción sobrevoló hasta materializarse totalmente. Venía bajo el brazo con Rich Man, un disco con momentos majestuosos, donde su blues americano moderno abraza la exploración de las fuentes africanas y orientales con muchos y cuidados arreglos, pero que lamentablemente no supo trasladar con un mínimo de feelin’. Parece claro que es un músico que debe sentirse más cómodo en segundo plano, porque aunque haya conquistado a Renee Zellweger, al público de Cazorla no lo hizo. La decepción del festival sin ningún género de dudas.
Había ganas de fiesta por parte del respetable, que tras el sopor y los bostezos gracias a un Doyle Bramhall más frío que la teta de una monja, ardía en deseos de que Los Reyes del KO levantaran la noche. Y resultó al final una victoria pero sin KO. Fueron la primera banda que anunció orgullosa la organización este año, tras siete años inactivos sería su primer concierto. Hablamos de una de las formaciones con más talento y carisma de nuestras fronteras en esto del blues, compartiendo escenario con leyendas como Chuck Berry, John Mayall, Buddy Guy o Solomon Burke, y tocando en templos del blues en USA. Adrián Costa y un Marcos Coll, que estaba un tanto nervioso al compartir que su mujer estaba a punto de dar a luz y él a muchas horas de distancia, intentaron agradar al personal con sus curiosas reinterpretaciones del “The Way You Make Me Feel” de Michael Jackson o la popularísima “La Paloma”. No faltaron el blues más puro, honky tonk, funky y tex mex con la coreada “Si Me Quieres”. Lástima que se notara un poco la falta de rodaje y compenetración tras esos siete años separados. Aún así los esperamos en Cazorla con los brazos abiertos otro año para ese KO.
Todavía nos venía a la cabeza el efecto somnífero del cansapavas de Bramhall, y a pesar de que Los Reyes del KO nos hicieron pasar un rato muy agradable, necesitábamos adrenalina en el cuerpo, y más a esas horas, cerca de las cuatro de la madrugada. Nuestras plegarias fueron escuchadas con un torbellino llamado Carvin Jones, que llegó y arrasó con su blues eléctrico y rockero. De manera totalmente opuesta a Bramhall, el show quizás se comió un poco lo musical. No paraba el amigo, tanto es así que el escenario se le quedó pequeño y bajó al ruedo con el público animando el cotarro. Que la revista Guitarist lo nombrase en el 2001 como uno de los 50 mejores guitarristas de blues que jamás hayan pisado la Tierra, da una idea de que delante no teníamos a un simple showman con arrestos para salir con camisón brillante de lentejuelas rojas. Punto y seguido al viernes con una sonrisa en la de oreja a oreja.
SÁBADO
Regresamos a la hora del tapeo al escenario Agua Sierra de Cazorla en la Plaza de Santa María, para ver a Maldito Swing, una de las dos bandas que ganaron la segunda edición de la Batalla de Bandas. Magnífica iniciativa esta antesala del festival en el que concursan treinta bandas españolas. Los paisanos se hicieron fuertes jugando en casa, y a pesar del calor (no olvidemos que estábamos en alerta roja estos días, ¡aunque ganamos la batalla al sol!), congregaron a amigos y curiosos, todos bajo la fina manta de agua que no parábamos de echarnos, mientras bailábamos sus temas de funk-rock sudoroso al ritmo y vaivén de una Sara motivada sobre las tablas. Acto seguido Pedro Peinado, uno de los músicos jiennenses más importantes y versátiles (flamenco, jazz, hard rock, blues,.. de todo ha tocado este señor) y su Blues Band metieron caña a la sobremesa y rockearon la plaza con garra y sus originalísimas guitarras y bajo artesanales elaboradas con latas de aceite de oliva virgen extra de Cazorla, ¡chapeau!
Por la tarde en el escenario Jaén en Julio en el Auditorio del Cristo volvió la polémica por el tema del acceso, siendo este año prioritarios los que tenían abono. Es complicado contentar a todo el mundo, así que lo fácil siempre será criticar. Al menos la organización no mira a otro lado, y seguro que en años venideros mejorará este punto. Allí vimos a los albaceteños The Niftys haciendo un rock setentero con mucha actitud, liderados por una Anita que se comía el escenario, y conectaron con un público deseoso de pasárselo bien. Al igual que Guadalupe Plata, unos referentes de la provincia con mayor proyección internacional, que venían presentarnos su último disco Guadalupe Plata 2017 aka Perro De Vieja. Los ubetenses, como dice un amigo, son como si te hicieran una felación con aparato de dientes. Ahí lo dejo.
Ya con la luna sobre nuestras cabezas, la última noche arrancaba con una plaza, como diría el Duo Sacapuntas, abarrotá, colgando el cartel de «no hay billetes». Buena noticia para esta noche especial, que la abría Julián Maeso, uno de los músicos patrios con mayor y exquisito background; amén de un maestro de las teclas, a medio camino entre Gregg Allman y Jon Lord. A pesar de llevar una banda con muchas tablas y clase, destacando con su guitarra Amable Rodríguez y las coristas que le dan más color a las canciones, Maeso ejerce de líder absoluto. Se levanta, coge la guitarra, se sienta, aporrea su hammond, gira a un lado y otro, mueve violentamente el micro, se cabrea con los técnicos y el mundo,.. Se cree una rockstar, pero no hay nada peor que creérselo, quedarse en la pose y no tener el suficiente carisma y talento para serlo. No es el caso, el toledano atrae los focos con su voz rasgada, gesto gruñón y su caleidoscópico blues-rock n’soul. Maneja los tiempos perfectamente y hay temas en los que suelen comenzar a fluir en crescendos culminando en unos clímax donde se gana al público. Si pensábamos que los maestros estaban por venir, Maeso se señaló como Michel en aquel partido gritando «me lo merezco».
Y llegó el plato fuerte del festival. El Señorrr Blues por fin hacía acto de presencia en Cazorla, engrosando un año más su lista de leyendas. Con Keb ‘Mo’ y la banda al completo ya en el escenario, apareció por un lateral Taj Mahal bailando con unas maracas y riéndose de la vida, hasta ocupar sus enormes posaderas en una silla. A partir de ahí fue un mano a mano de los dos protagonistas desgranando el recomendabilísimo álbum que han sacado juntos bajo el nombre de Tajmo. Un viaje desde el porche de sus ranchos, en temas netamente acústicos, hasta lugares donde Taj Mahal ha llegado a explorar con su música, léase Africa, Jamaica o Hawaii. “All Around The World” como reza la canción. Y es que nuestro simpatiquísimo neoyorquino puede tratarse del bluesman que más se ha abierto fusionando lo rural con el jazz, blues, calypso, cajún, reggae y música hawaiana. El aseado e impecable estilo de Keb ‘Mo’ contrasta con la vitalidad de un Taj Mahal que no tenía problemas en tocar armónica, ukelele, dobro o lo que se le pusiera por delante. Contrasta pero empasta, en una asociación que está dando muchas alegrías a sus seguidores. Aunque para alegría la del señor Taj Mahal, con sus dos hijas coristas, una de ellas qué vozarrón tenía, ¡por el amor de Robert Johnson! Caí en cuenta en ese momento que esta edición se ha quedado un poco huérfano de grandes voces femeninas. E inolvidable también su castellano que nos hizo carcajear. Gracias por venir a esta tierra de “arrrboless de assseite”.
Tras la satisfacción de ver cómo el sábado iba por buenos derroteros (y mejores que los del viernes) nos disponíamos a recibir una buena descarga eléctrica. Para servidor la Bon Scott fémina de nuestro tiempo, para otros la continuadora del puente tendido estos años por Amy Winehouse o Imelda May por ejemplo. En cualquier caso, Nikki Hill creo que está más cerca de la energía directa de Lisa Kekaula de los Bellrays, sin olvidar a su padre Little Richard y a su madre Etta James. Con tamaños referentes os podéis imaginar cómo se come el escenario y provoca un terremoto a ritmo de sus palmas y, por momentos, ronquísima voz. Si hay que ser delicada lo puede ser, para eso creció en un coro góspel de iglesia en Missouri, pero donde es realmente diferencial es cuando se convierte en un volcán que no para de escupir fuego. Su marido Matt Hill, con su guitarra y gestos, también ayuda a que, lo que en estudio suena más comedido, stoniano y boogie, en directo se transforme en una maquinaria acelerada de garage punk-rock y r&b incendiario. Un placer volver a escucharla, emocionarnos de nuevo con “Right On The Brick”, y aunque esta vez no cayese versión de AC/DC, Chuck Berry resucitó por unos minutos con botas de cuero y pañuelo en la cabeza.
La gente se iba yendo tras una de las sensaciones de esta edición, quedando reducida la plaza a la mitad de público o incluso algo menos. Y lo que todo ese río de personas humanas que salía ignoraba es que aún quedaba EL CONCIERTO de este BluesCazorla 2017. Davy Knowles pisaba por primera vez nuestro país, y no sé si eso, o que llevase desde el jueves en Cazorleans (no olvidemos que el mismo jueves hizo una jam con ‘King’ Solomon Hicks) y se empapase de la esencia del festival bien, fueron las razones para que diese un concierto histórico que, contra todo pronóstico, entra con letras de oro entre lo más memorable de la historia de BluesCazorla. No podíamos imaginar la magnitud de lo que íbamos a vivir hasta que hubo un “click” en “What In The World”, un blues-rock de esos dramáticos a lo “Since I’ve Been Loving You” de Led Zeppelin, de un cuarto de hora, donde la atmósfera iba atrapándonos, yendo a más y más, hasta que nos vimos totalmente atrapados. Sentía como si tuviera enfrente a un joven Rory Gallagher o Gary Moore acompañándoles los Whitesnake clásicos. Cada tema era un magisterio de cómo transmitir con la guitarra tantas emociones, y su banda no le iba a la zaga, sobre todo el teclista con el que mantuvo varios épicos duelos. Rendidos y catatónicos les pedimos que salieran más veces, y se despidieron con un “Almost Cut My Hair” de Crosby, Stills, Nash & Young apoteósico. No dábamos crédito a lo que habíamos presenciado, nos mirábamos todos con cara de preguntarnos de dónde demonios había salido ese joven irlandés de treinta años y sonrisa perenne. Dos orejas y rabo. Un final que ni en sueños hubiéramos apostado para una de las mejores noches que recuerdo en Cazorleans.
El año que viene más y mejor en BluesCazorla 2018. Contando los días como cada año desde ya.