Electric Wizard… La banda sonora de la destrucción.

 

Texto por Vicente Prats.


Electric Wizard no es banda de fácil asimilación. Ni falta que hace. A cada escucha, los de Dorset te van atrapando, te envenenan y terminan transformándote en adicto de por vida a su particular universo. A medida que pasa el tiempo, me interesa cada vez más adentrarme en estructuras complejas, viscerales, menos inmediatas y alejarme un poco del clásico verso-estribillo-puente-solo-estribillo. No quiero decir que renuncie a esto último, porque jamás lo haré, pero una vez se abren ciertas puertas, deseas explorar a fondo el nuevo mundo que se abre ante ti.

El caso de nuestros protagonistas es ciertamente curioso. Normalmente, y en especial con un grupo así, necesito tiempo para que mi alma se rinda e impregne del todo de su magia, de su filosofía. Sin embargo, con ellos fue engancharme de forma inmediata y brutal. Mientras me introducía en sus discos, mi mente visualizaba a Electric Wizard como una suerte de Black Sabbath ralentizados y sumergidos en una bañera de ácido. No se me ocurre mejor forma de describirlos, y tampoco conozco otra banda igual. Han logrado ser poseedores de un sonido propio y personal, y tanto es así que, en mi opinión, ya se han convertido en uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo.

Casi tres años han volado desde que se publicó su último disco, “Time To Die” (2014). Mientras muchos esperamos con ansia su nueva entrega, que empezaron a anunciar a finales de 2016, este es un buen momento para recordar que hace 20 años salía a la venta su segunda obra, “Come My Fanatics…” (1997).

Su primer disco homónimo (1995), con la primera formación ya clásica de Jus Oborn (guitarra y voz), Tim Bagshaw (bajo) y Mark Greening (batería), fue una más que correcta presentación. Doom, stoner y cómo no, dejes sabbathianos, aunque aún no podemos reconocer sus principales señas de identidad que les harían únicos. De hecho, su líder, Jus Oborn, siempre consideró que el álbum no era lo suficientemente heavy. Pero como suele ocurrir en estos casos, alguien con poca experiencia en estudio, suele hacer lo que le dicen productores e ingenieros más curtidos en todo tipo de batallas. Todo cambiaría con su segundo trabajo, “Come My Fanatics…

Grabado en los Red Dog Studios (Bournemoth)  en Julio de 1996, aquí ya empezamos a vislumbrar con mediana claridad (o debería decir, oscuridad) a nuestros Electric Wizard. Doom, lentitud, riffs machacones que se repiten una y otra vez…Todo ello hace que entres en estado de trance, y que en ese momento no importe nada más, como si tu vida dependiera exclusivamente de asimilar su propuesta.

La costumbre de la banda de incluir samples de oscuros films de serie B como por ejemplo,  la italiana “Caníbal Feroz” (1981), se inicia aquí. Ello le da, si cabe, un aspecto más apocalíptico al tema inicial “Return Trip”. Cortes como “Wizard In Black” o “Son Of Nothing”, presagian el caos, el nihilismo, la muerte, el fin del mundo… No en vano, las letras pintan un panorama muy pesimista, y Oborn se pregunta si no sería mejor que la raza humana desapareciera de la faz de la tierra. A pesar de las dos décadas transcurridas, el estado actual del mundo no es muy diferente, y por tanto el mensaje sigue siendo igualmente válido.

A destacar también su magnífica portada, captura de pantalla del documental de la BBC “Power of the Witch”en la que aparece el fundador de la Iglesia de Satán, Anton LaVey, en uno de sus rituales, con algunos de sus fieles seguidores.

Recordando el disco, Jus Oborn lo sitúa en el primer puesto de su top personal de la primera época, por encima de su obra maestra “Dopethrone” (2000). Quizás porque el proceso de grabación fue menos caótico, o quizás porque no recuerda nada de su grabación (esas drogas…), y tiene la sensación de estar escuchando a otra banda.