Muddy Roots Music Festival – 31 de agosto a 3 de septiembre de 2017.
Cookeville, Tennessee. USA.
Fotos: MRMF/ Wilde Company / Manuel González.
Texto por Manuel Manuel J. González.
Tribu y fango.
El ansiado momento que todos aguardábamos arribaba: Konrad Wert, de origen suizo y bautizado artísticamente bajo el significativo nombre de Possessed by Paul James, despedía una nueva edición del necesario Muddy Roots Music Festival en su edición americana. Un broche de oro que vaticinábamos a la vez que llorábamos, al representar una nueva despedida al entrañable Junebug Boogie, uno de los lugares más mágicos que en vida haya pisado. Pero recapitulemos, ya que siempre existen adictos a la música de raíces que desconocen la existencia de dicha escena.
No se trata de narrar la historia de Jason Galaz, su artífice, y de las decenas de artistas y formaciones que conforman dicha escena, algo que ya hice en mi libro de 2015, Muddy Roots Music. Se trata de ubicarnos, aunque sea un poco. Galaz crea un ‘movimiento’ que nace de sus deseos de ver a una serie de bandas que no recalan en su ciudad adoptiva, Nashville. De ahí, nace un festival que ha crecido en importancia y relevancia, aunque no realmente en adeptos. Os puedo confirmar que en esta edición no debíamos ser mucho más de mil personas. Es un dato interesante que no analizaremos. Descubrimos dicha escena en 2011; y viajamos hasta Cookeville para sopesar su significación, su valía. No hay duda de que estamos frente a uno de los ‘movimientos’ más interesantes de la presente década. Cualquiera que quiera informarse, ahí está el inmenso Internet.
Regreso a Cookeville junto a mi hijo y nos reencontramos con viejos amigos y músicos. Nada puede ser más perfecto y real. Jason me saluda comedidamente; no es un tipo excesivamente expresivo, aunque desprende amor y pasión a raudales. Ubicado tras la zona de merch, recibe a todos, dialoga con entrega, y vive ‘su’ festival como el que más. Músicos y fans se entrelazan como una esponjosa madeja de lana; supurando alma, felicidad y ganas de cerveza. Los dos primeros días contamos con mucha lluvia y muchísimo barro. Las botas de agua cumplen maravillosamente su función. Konrad Wert, uno de los pocos asistentes que no acampan, me dice: ‘ya sabes, no soy demasiado amante de toda esta incomodidad; aunque lo disfruto’. Sus palabras suenan sinceras: ‘ahora no sé si te conozco de aquí o de Bélgica’ – me dice –, aunque cuando le cito el libro para el cual le entrevisté, abre bien los ojos y la boca, dejando escapar un ‘¡Manuel! It´s you! Me abraza y charlamos un rato más. Un poco más tarde le hago entrega de su copia del susodicho libro, y me lo agradece entusiasmado.
No es el único artista con el que comparto unos minutos. Todos, absolutamente todos, se muestran cercanos; no existe un ápice de la caduca y absurda pose de rockstar. Aquí solo cuenta la comunión entre músicos y artistas: 50/50, como dice el gran Konrad. Scott H. Biram es otro de los músicos con los intercambio algunas palabras. Su memoria es mejor que la de Konrad. Le comento que me parece excelente que ambos cierren la jornada del domingo. Se me antoja como un cierre de ciclo; aunque se entenderá mucho mejor si ya se ha visionado el genial documental “The Folk Singer” [Slowboat Films], que ambos protagonizan.
Otro genio de la música, el coronel J.D. Wilkes acepta humildemente mis piropos mientras adquiero su viejo DVD; un documental que siempre quise tener. Me alegra comprobar que ha renovado formación, algo que agradeceremos horas después durante su actuación. Wilkes no ha perdido un ápice de su acostumbrada espontaneidad, y lo cierto es que la actuación de los Shack Shackers se coronará como uno de los momentos cumbres del festival.
Otro con el que dialogo es el enorme y tatuado contrabajista de The Goddamn Gallows; el imponente Fishgutzzz. Hablamos sobre Tv’s Avery [acordeón, washboard, escupe fuegos y tantas otras cosas], que ha dejado recientemente a la formación liderada por Mikey Classic, y que supuestamente está en esfuerzos por entrar al Departamento de Policía. Fishgutzzz comenta: ‘no lo van a fichar; está loco’.
No puedo olvidar citar a Goiatz de Moonshine Wagon, una de las formaciones españolas que por primera vez pisan los escenarios de Cookeville. A diferencia de Dead Bronco, los chicos de Moonshine Wagon disfrutan íntegro el fin de semana de barro y música de raíces. Goiatz es un tipo joven, repleto de vida y actitud; y que disfruta de la música desde arriba y desde abajo. No son pocas las veces que me topo con él durante el largo fin de semana; y me invita a ardiente y sabroso moonshine, bebida tradicional norteamericana que lleva años recuperando su relevancia. Recuerdo haberla probado en Wisconsin en 2014, y lo cierto es que es adictiva.
¿Y qué decir de los Broncos que no se haya dicho ya? Siempre he echado de menos al gran Jokin Totorika en sus filas, pero es que lo que logran Matt Horan, Oscar Calleja y compañía sobre el escenario es único. Tan solo disponen de media hora, pero arrasan el Wood Stage, que permaneció cerrado durante las dos primeras jornadas; atrayendo nuevos adictos a los que incluso ves con camisetas de Moonshine Wagon. Las maravillosas conexiones hacen siempre su trabajo. Charlo con Matt y me dice: ‘teníamos muchas ganas de tocar aquí’. Desde el escenario agradece la oportunidad a Galaz y recuerda que hacía años que no tocaba en su país natal. Su excelente repertorio siempre incluye esa maravilla llamada “Freight Train”, que pone loco a un servidor.
Otro artista que merece ser nombrado es Zander Schloss. La mayoría ni le conocerán; de hecho, yo ni sabía de su existencia hasta que le vi tocando junto a mi adorado Sean Wheeler, una de las leyendas vivas de la escena musical de Palm Springs. Zander ya era conocido cuando tocó con los emblemáticos Circle Jerks o con The Weirdos; sin embargo fue su dúo con el carismático Wheeler que lo trajo a nuestras vidas. Inolvidable su actuación en aquella segunda edición del festival norteamericano. Zander es todo carisma; y tras sus exquisitos trajes a medida, se esconde un hombre que sobrepasa los 50 y que ha visto y vivido de todo. Me dice: ‘las cosas con Sean no acabaron mal; simplemente, tengo cierta edad y nuestros caminos se separaron, eso es todo’. Parece sincero y en paz; sus canciones hablan del corazón y de su propia vida, y se agradece cuando invita al escenario a la encantadora Liz Sloan, que le acompaña con su fiddle. No tengo la suerte de volver a ver a sus Urban Pioneers, pero saludo a Jared McGovern, que siempre está entre el público disfrutando de las actuaciones.
Son tantos los artistas ya reconocidos que pisan el barro de Junebug Boogie, que te pasarías el día hablando con ellos obviando las numerosas actuaciones que se suceden a lo largo del fin de semana: 110 bandas para ser precisos. Pero uno se hace a veces el loco, ya que la música es a fin de cuentas nuestra principal motivación.
Para ubicar a semejante montaña de formaciones, el festival se reparte en tres escenarios: Wooden Stage [cerrado como he dicho durante los dos primeros días a causa de la lluvia], Ham Law Stage y Cracker Swamp Stage [ambas carpas bastante bien acondicionadas]. Los escenarios están bastante cerca unos de otros, por lo que es fácil disfrutar de todo aquello que has planeado ver. Siempre abogo por la exclusividad que por el empacho de bandas, por lo que la selección es conservadora y me dedico a repartirme entre otras actividades, como es la de charlar con la gente. El aprendizaje es enriquecedor. De hecho, gracias a una conversación con un conocido de Los Angeles, me animo tras el fin de semana a pisar los históricos estudios Muscle Shoals en Alabama.
Siguen los encuentros y reencuentros. El indomable Gary Lindsey, líder de Black Eyed Vermillion, además de viejo colaborador del gran Hank3, se pasea entre los escenarios durante todo el fin de semana, y por primera vez no le veo magullado o sangrando. Es increíble, pero durante un tiempo pensé que era una especie de GG Allin, aunque musicalmente mucho más interesante. Como no, James Hunnicutt, fijo del festival, nos deleita con su maravillosa voz y esas canciones que maman del gran Elvis y de Paul, Mary & Peter a partes iguales. Todo el mundo le quiere, todo el mundo le adora. Presenta algunos nuevos temas, que de entrada no cautivan como sus clásicos.
Otra formación que tenía muchas ganas de ver son los Stump Tail Dolly de Ryan Clackner y Lucy Cochran, la jugosa pareja que acompañó durante un tiempo al incansable Bob Wayne. Es un caso parecido al de Liz y Jared; aunque cuenten ambas parejas con personalidades considerablemente diferentes. De hecho, sería difícil comparar a Urban Pioneers con Stump Tail Dolly. Clackner y Cochran logran mezclar la oscuridad que seduce al primero con pasajes de clasicismo de lo más puro. El resultado no es fácil de digerir, pero se agradece que existan formaciones así; además, Clackner es un magnífico guitarrista.
Me topo numerosas veces con el incansable Baby Genius, batería de The Goddamn Gallows, al que veo más emocionado que nunca. Siempre afable y sonriente; se le echa de menos en los bises de la banda. Ahora que Tv’s Avery no lo sustituye en la batería, no le es posible dedicarnos esa incendiaria versión de “In League with Satan” de Venom que nos ha venido regalando durante los últimos años.
Munly Munly y Slim Cessna son dos de los grandes protagonistas del fin de semana. Todos conocemos a su banda, Slim Cessna’s Auto Club, uno de los rituales más salvajes que he tenido la ocasión de comprobar sobre un escenario. Nunca defraudan, convirtiendo el Cracker Swamp Stage en una eucaristía más propia del fin del mundo que de aquellas celebradas en los recovecos más perdidos de Louisiana. Es imposible no sucumbir cuando la formación arremete con clásicos como “This is How We Do Things in the Country”. Pelos como escarpias y la sensación de que pueden arrebatarte el alma sin que te percates de ello. Musicalmente, el experimento más barroso de todo el fin de semana. Gloria bendita y sagrada. ¿Cómo puede alguien no venerar una pieza como Americadio”?
Algo parecido se puede decir que los Legendary Shack Shackers de JD Wilkes. Con formación renovada, el coronel pone el Ham Law Stage patas arriba; dotado con su habitual irreverencia y sentido del humor, es capaz de provocar los espasmos más contagiosos del Universo. Lamentablemente, sus últimas publicaciones no dotan de la calidad compositiva que consiguieron con trabajos como “Pandelirium”. En todo caso, su actuación enciende a un público que se entrega como si fuera su último día sobre la tierra, y eso es de agradecer.
Saludo a Joe Buck, uno de mis preferidos del fin de semana. Con su misma camiseta de Dead Boys que la primera vez que le vi, el hombre de la cresta mohawk no ha cambiado un ápice, y se muestra tan hostil como emocionado como de costumbre. Su interpretación es de esas experiencias que me sobrepasan; es como la necesidad de matar mientras la música suena. Es como una batalla entre el bien y el mal, como cientos de caballos galopando sobre tu miserable existencia. El motherfucker from Tennessee nos sacude, zarandea, escupe, mientras nos mira a la cara, sudoroso, latente, casi convulsionado. No puedo evitar emocionarme con “Bitter is the Day”, ya que identifico en su persona una vida de difícil lucha por ser como es: un superviviente de Nashville. Joe Buck es leyenda, y no importa un pimiento si la gente no lo sabe.
Una de las actuaciones que me dejo un sabor agridulce fue la de los legendarios The Goddamn Gallows. Desde que la noticia de la marcha de Tv’s Avery nos golpeara, no había dejado de pensar en cómo afrontaría el poderoso combo dicha vicisitud. No podemos ignorar que Avery ha sido siempre ese nexo vital entre banda y público, y esa diferencia los convertía en los mejores sobre las tablas. Si a ello le sumas que no contaron con el sonido que merecen, fue como quedarse a medias. Tengo que decir además, que un servidor era muy fan de Joe Perreze, uno de los banjistas más efectivos que he conocido en vida. No quiero restar mérito al inefable Jayke Orvis, pues él fue Gallow desde el principio, pero… Basto ver la reacción del público, que normalmente enloquece con los de Portland.
El domingo, jornada final, fue día de one man bands. Detalle encomiable a la vez que inteligente, ya que el público lleva ya 3 días de interminable locura. Tres músicos, tres personalidades, 3 mundos, 3 artistas como la copa de un pino. William Elliott Whitmore, Scott H. Biram y Possessed by Paul James. ¿Se puede ansiar algo mejor para cerrar el más osado de los festivales? Yo creo que no.
A Whitmore ya pude verlo en el añorado Farmaggedon Fest, organizado por la increíble gente de Farmaggedon Records. ¿Y qué decir? Un tipo con una guitarra y unas historias que emocionan de verdad. Originario de Iowa, no es un músico que se haya prodigado demasiado por aquí, pero no hay duda de que cuenta con una maestría digna de mencionar. Baste entregarse a un tema como “Civilizations” para entender la dimensión de la que estamos hablando. Destacar la entrega de un público que no hizo más que avituallarlo de todo tipo de bebidas alcohólicas. Él feliz.
Corriendo nos acercamos al Cracker Swamp Stage, donde nuestro tejano preferido pone a todo el mundo en órbita. Biram es mucho Biram, y cuenta con un repertorio que podría noquear hasta el más duro. Se agradece que finalmente Galaz se haya podido poner de acuerdo con él, ya que hasta la fecha nuestro bluesman preferido no había podido golpear los escenarios de Cookeville. Hallellullah!!!!!
Sobran las explicaciones sobre Scott; uno de los músicos más humildes y efectivos que he conocido en vida, y que ha alcanzado mayor popularidad dentro de la escena; ya sea vía vídeo clips, participaciones, temas cedidos a bandas sonoras de series reconocidas, y un largo etcétera que no detallare ahora. Tras una decena de excelentes publicaciones, siempre sabes que el hombre que sobrevivió a un 18 wheeler truck tiene todavía mucho que decir.
Y arribamos al principio de este texto, donde Possessed by Paul James se despide de todos con su himno “Welcome You Home”. No sé puede ser más explícito. Cuando converso con él, reitera sobre su condición profesional: ‘lo mío es ser profesor; es realmente lo que me gusta hacer. La música es importante, es necesaria; pero mi verdadera profesión es la enseñanza’. Por otro lado consigo averiguar algo sobre su nuevo documental: ‘sí, estamos en fase de post producción; aunque ten en cuenta que el documental no versará sobre la música; algo tendrá al respecto, pero se centra en algunos temas sociales que me interesan’.
Ese detalle no importa demasiado, ya que tratándose de Konrad, sabes que el producto final será excelente. Es un hombre apasionado y uno de los músicos de la escena que más destaca por su versatilidad con los instrumentos. Siempre ha dicho que no sabe cantar, pero para mí es el mejor. A veces sobran las palabras.
Situado en el Cracker Swamp Stage sobre una mesa de picnic para que el público pueda verlo mejor, Konrad se siente feliz, ansioso, y ofrece una de esas actuaciones que jamás se olvidarán. La magia, la hermandad del público y su lema del 50/50 se cumple a la perfección. Todos coreamos sus temas, todos lloramos con su blues, y la noche no puede ser más especial. Nunca he visto a nadie con esa habilidad para reinventar su propio repertorio. Abrazo a mi hijo y me siento afortunado de tantas cosas. Sirva esta crónica para constatar la existencia de una escena y un festival que no han tenido precedentes; al menos de la misma manera.
Me despido citando a otros artistas que ofrecieron grandes shows durante el fin de semana: James Hand, Bob Wayne, The Tillers, los contundentes Left Lane Cruiser, el salvaje James Leg. Quién sabe si habrá una segunda parte de esta breve crónica. Me pasaría toda la vida hablando de la escena. Gracias, Jason Galaz; gracias, Muddy Roots Music.