Que Bryan Ferry sea un pichabrava no es ningún secreto. Él mismo explica en «Love Is the Drug» lo que es una noche típica para tipos como él (al menos en su juventud): meterse en el coche, salir por la ciudad con el propósito de tomar contacto con una tía e irse los dos a la cama. Sin más. Buscar amor, igual que un yonki busca su droga, para saciar su adicción. En cuanto a la música, los 70 era una época en la que no sólamente se cuidaba la producción, sino también la mezcla; por eso llama la atención esa línea de bajo tan marcada y tan funky, verdadero motor de la canción, acompasada con el ritmo que Paul Thompson imprime a su batería. «Love Is The Drug» representa dignamente esos setenta que evocan glamour, clase, cocaína, collares de perlas, lipstick y cócteles en contraposición con la escena fumeta y post-hippy.