Por Beto Lagarda.


Pocos álbumes han logrado volarme la cabeza de la manera que lo hizo Colors, el cuarto trabajo de Between the Buried and Me. En él, casi todos los géneros extremos que admiraba se mezclaban perfectamente para crear mi banda sonora soñada: metal progresivo, death técnico, metalcore y un avant-garde con grandes dosis de música experimental.

Si tiramos de discografía, podemos contemplar la evolución que vivió la banda de Carolina del Norte. Debutaron en 2002 con un correcto álbum homónimo donde el metalcore se mezclaba brevemente con el metal progresivo, en 2004 editaron The Silent Circus donde empezaron a filtrear con el death metal y acabaron añadiéndolo en su catálogo; oculto en el disco encontramos el corte Mordecai, un marcado punto de inflexión en su carrera y una aproximación a lo que será el sonido de la banda posteriormente, en ese momento descubrieron su habilidad para crear momentos melódicos sublimes, tanto vocales como musicales. Alaska llegó dos años más tarde y nos mostraron en él unos laberínticos arreglos y unos hermosos momentos introspectivos, como en el tema Selkies: the Endless Obsession. El mismo año probaron con un disco de versiones, interpretaron temas de Metallica, Queen, Pantera, Pink Floyd, King Crimson, Faith no More… todos llevados a su estilo y territorio de una manera asombrosa. La suma de Alaska con la variedad de estilos que versionaron en The Anatomy of dio como resultado Colors

La juventud que entonces atesoraban todos los miembros de la banda sumadas a una gira larga e intensa promocionando Alaksa propició que pasaran por unos meses crisis personales donde el estrés, los problemas con las respectivas parejas y los choques de personalidades de toda banda en crecimiento aportó un plus importante en el desarrollo del nuevo disco. Entrando ya en terreno, vemos que esencialmente el disco es un largo tema de 64 minutos de duración dividido en ocho fracciones. Lejos de sonar pretencioso, Colors muestra un equilibrio perfecto entre los elementos musicales que alberga; suficientes dosis de experimentación sin llegar al punto de aburrimiento, suficientes crescendos y decrescendos en cada corte sin caer en la monotonía de que cada fase tenga una estructura similar, suficientes guturales para personas que no disfruten con ellos y, a la vez, suficientes partes con voces limpias para contrastar perfectamente con los guturales.

A lo largo de todo el trabajo las guitarras de Paul Waggoner y Dustie Waring suenan fluidas y magistrales, sus riffs suenan endiablados y complejos, duros pero bellos. La interpretación vocal de Tommy Rogers muy acertada en cada fase, no solo cuando canta, sino también en momentos donde usa unas voces totalmente experimentales como en el tramo final de Prequel to the Sequel. Pasajes de jazz mezclados con instrumentales de guitarra al más puro estilo clásico español con otros de música country, véase el momento en que recrean una cantina del Far West en recta final de Ants of the Sky, sublime. Elementos que se entretejen a través de la música con sutileza, pero que a menudo entran repentinamente en la pieza, cuando menos te los esperas. Momentos que en un principio te descolocan, pero que cuando te habitúas a ellos es cuando descubres el motivo por el que este trabajo sea tan especial. 

El disco arranca con el tema más corto, Foam Born (a) The Backtrack, de poco más de dos minutos y curiosamente cierra con el más largo, de más de 14 minutos, la colosal White Walls. El primer tema nos introduce pausadamente en el disco y nos ambienta sobre como evolucionará el asunto, el cierre es el tema que mejor resume todo lo que hemos escuchado; si lográis llegar al último instante podéis escuchar como lo finiquitan cual obra de música clásica. Entremedio, ninguna canción pierde un ápice de personalidad, pero si debo decantarme por algún pasaje en concreto me trasladaría justo en el centro, donde Sun of Nothing y Ants of the Sky residen, 11 y 13 minutos respectivamente de puro orgasmo musical.

Ni ellos mismos podian imaginarse editando un álbum conceptual, no es secreto que álbumes como Scenes from a Memory de Dream Theater, The Ugly Organ de Cursive o The Dark Side of The Moon de Pink Floyd eran álbumes de cabecera de la banda; curiosamente observamos en la portada del disco un guiño a la genialidad de Pink Floyd, pues el arco iris fundido en negro de ambas carátulas es más que reconocible.

La versatilidad compositiva de BtBaM llegó a su máximo punto con Colors, la capacidad técnica, visión artística y su ejecución son absolutamente confusas, pero escucharlo como un todo proporciona una experiencia única y nos muestra una banda arrolladora buscando sus límites tanto creativos como musicales. Con todo ello, nos regalaron una monstruosa obra de arte.