Swans
The Glowing Man Tour
Barcelona, Sala Apolo. Domingo 15 de octubre de 2017
Banda invitada: Baby Dee
Crónica por Álvaro Antípodas.
En una de las acepciones que recoge la RAE para la palabra apocalipsis, se enuncia lo siguiente: Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total.
Anoche, un agente humano que responde al nombre de Michael Gira, y con ayuda de sus secuaces, provocó en la Sala Apolo de Barcelona durante dos horas y media una sacudida sonora que bien podría ser la antesala del Apocalipsis Final. Como es costumbre en Swans, con un sonido a un volumen rozando el umbral del dolor, hicieron temblar las estructuras de la sala de la ciudad condal. No hay mejor test de stress para los pilares de un edificio que soportar las acometidas sónicas de la banda neoyorquina. Los valientes que allí nos congregamos sin tapones, o imprudentes según se mire, asistimos a una de esas experiencias místicas que el huraño a la par que genial Michael Rolfe Gira ofrece con sus actuaciones en vivo.
Antes de la entrada en escena de Swans la papeleta de caldear el ambiente recayó en Baby Dee, de la que sólo pude presenciar la parte final de una actuación de la artista transgénero con su peculiar forma de cantar arropada por el sonido de su acordeón. Anecdótico sin más para los que allí esperábamos ansiosos lo que debía acontecer más tarde.
Saltó Michael Gira con su actual formación, unos miembros que según ha confirmado el propio alma máter del combo no seguirán en el futuro en sus próximos proyectos. Una última oportunidad que no decepcionó en absoluto. Llegaban los norteamericanos presentando en mayor medida el notable disco lanzado el pasado año, The Glowing Man, que ha servido como colofón perfecto a la trilogía lanzada tras la reunificación de la marca Swans en la última década. Arrancaron con The Knot extendida durante más de 40 minutos sin que nadie se atreviese a quitar la vista del líder, mucho menos los músicos de la banda que al más mínimo despiste se llevan una de las miradas asesinas de Gira. Que se lo digan al bueno de Christoph Hahn que con su rendimiento con la Lap Steel Guitar no terminaba de recibir la venia de Gira.
Hubo momentos para salir del trance que crean los lamentos vocales del cantante sobre todo con la espectacular sección rítmica que forman el batería Phil Puleo y el incansable bajista Chris Pravdica. Unos desarrollos instrumentales como los de The Man Who Refused To Be Unhappy y la más directa, si ese adjetivo no se considera oxímoron cuando hablamos de Swans, Screen Shot en los que cada punteo de bajo hacía literalmente vibrar el suelo de la sala cuál terremoto de considerable magnitud en la escala de Richter. Para no olvidar jamás ese vendaval de idas y venidas que fue Cloud of Unknowing, de largo para un servidor la más completa del conjunto. Todavía hubo tiempo de terminar la función con la media hora de The Glowing Man y su torrente de distorsión invocado por momentos por el propio Michael Gira.
Si a menudo se definen los discos de Swans como experiencias extrasensoriales que van más allá de lo que uno suele encontrar en cualquier plástico musical, difícil encontrar palabras para describir lo que sus portentosos y ruidosos directos son capaces de provocar en los espectadores. Comunión espiritual, el alma puesta a disposición de un músico de 63 años que durante 150 minutos de éxtasis la purifica a base de zarandearla y te la devuelve con su reverencia final de despedida. 150 minutos de inmersión en los recónditos recovecos de la intrincada mente de un artista que a buen seguro el día que ya no esté se le tardará en encontrar un sucesor, si es que algo así es posible. Swans, la banda sonora del fin de nuestros días.