Por Jaime Taboada:
La noche del martes no era una noche cualquiera. Noche de Halloween y víspera de festivo, en las calles se veían todo tipo de disfraces y máscaras, respirándose en general un ambiente de alegría y celebración. Las opciones eran variadas y entre toda la oferta disponible, pero para un servidor destacaba una en concreto. Las bestias pardas del southern rock estaban en la ciudad y eso significaba que una alternativa se imponía con claridad sobre el resto. Ver en directo a Hogjaw iba a ser el perfecto cierre de día si nada salía mal. Y no sólo nada salió mal, sino que todo transcurrió mejor incluso de lo esperado.
La popularidad de Hogjaw ha ido aumentando paulatinamente gracias sobre todo al trabajo duro del grupo, sus constantes giras y esa entrega que desprenden en sus directos. Me habían advertido con anterioridad que el escenario era el hábitat natural del grupo, y que era en directo donde daban lo mejor de sí mismos. Además, tras años de patearse sin descanso los escenarios de medio mundo, ahora disfrutan de un más que merecido éxito logrando varios sold out en algunas de sus fechas europeas. No fue el caso de su concierto en La Iguana Club, pero poco pareció importarle a los de Arizona, que salieron a por todas desde un principio y no levantaron el pie del acelerador durante dos intensas horas.
La banda salió al escenario con unas máscaras a modo de pequeño tributo al día de Halloween. Bueno, en el caso de su bajista (todo un personaje) su “máscara” era una especie de disfraz de Gene Simmons de serie B, con pelucón y maquillaje incluidos. Confiamos en en que el amigo Simmons no le quiera cobrar royalties. Dejando de lado este detalle, tras la broma inicial desaparecieron las máscaras e hicieron acto de presencia los riffs, los decibelios y ese groove especial de muchos combos sureños. Hogjaw son una banda curiosa, porque, a pesar a lo que puedan aparentar, van mucho mas allá de sus raíces sureñas. Desde luego no se puede decir que sean la enésima revisitación del sonido de Lynyrd Skynyrd u otra jam band tratando de seguir los pasos de The Allman Brothers y Gov´t Mule. Tampoco se mueven en la misma liga que los excelentes pero puristas Blackberry Smoke. Hay influencias de todo ello en su sonido pero también mucho metal y hard rock dando lugar a una combinación demoledora.
El grupo venía presentando su reciente lanzamiento, Way Down Yonder. Un disco correcto pero prescindible en mi opinión, cuyos temas ganan muchísimo en directo. De hecho el tema que da título al álbum fue uno de los momentos estelares de la noche, en una hipervitaminada versión. El primer tercio del concierto fue para mí el que mejor representó la esencia de estos tipos. Temas largos, machacones y puro metal sureño que lo mismo hacía bailar que practicar un compulsivo headbanging. Por simplificar, se podría decir que por momentos parecían la mezcla perfecta entre Allman Brothers, Black Sabbath y Ted Nugent. Se les veía además disfrutando, pasándoselo bien tocando y transmitiendo ese entusiasmo al público. Aquí no había poses estudiadas, ni números escénicos ensayados ni vestimentas llamativas. Solo camisas de cuadros, guitarras a volumen 11, sudor, entrega y honestidad.
Ya en la segunda mitad del concierto, el grupo se volcó en las canciones con un sonido más escorado al rock sureño tradicional para recuperar en el tramo final su faceta más metálica y atronadora. En cualquier caso, en ningún momento el grupo bajó el nivel de intensidad. Intensidad que alcanzó su grado máximo en los momentos en que la banda alargó varias canciones y se enfrascó en extensas jams en las que Jonboat Jones y Jimmy Rose daban una lección de versatilidad y talento con sus guitarras, arropados por J.”Killer” Kowalski y DD Elvis, que se mostraron como una sección rítmica rocosa y contundente con un poderío que ya quisieran muchas bandas para si mismas.
Tras un par de bises y dos horas sin tregua ni cuartel salimos a la calle, y poco importaban en ese momento las fiestas o los disfraces. Algunos ya habíamos vivido el perfecto rock party. Una de esas noches en las que las razonables expectativas de pasarlo bien afortunadamente se vieron ampliamente superadas. Rock, sudor, riffs y estribillos coreados puño en alto. Durante 120 minutos el mundo fue un lugar mejor. Si en alguna de sus giras tocan en vuestra ciudad, no lo dudéis. Asistid a su concierto y no os arrepentiréis. Por mi parte, hace solo 48 horas que los he visto y ya estoy deseando volver a verlos. ¿Y vosotros? Hasta que llegue el momento… ¡¡¡ Larga vida a Hogjaw !!!
Fotos de Ana Castro