Género: Black Metal.
Sello: Century Media.
Fecha de publicación: 5 Enero 2018

Texto: Gonzalo Rodríguez.


Solo han pasado unos pocos días del 2018 pero ya se ha publicado uno de los discos de metal extremo más importantes del año, y es que después de cinco largos años ya era necesaria la vuelta del satánico trío sueco Watain. Y han vuelto a lo grande, más llenos de sangre y fuego que nunca. Desde que irrumpieran en un ya lejano año 2000, nunca había transcurrido tanto tiempo entre sus discos, pero curiosamente y como si de una vuelta a sus inicios se tratara, Trident Wolf Eclipse, es junto con Rabid Death´s Curse (2000) su obra más corta, directa y visceral.

No hay duda de que había mucha expectación con su regreso y de cómo habrían evolucionado musicalmente; su anterior The Wild Hunt había estado marcado por la polémica, convirtiéndose en su álbum más experimental por llamarlo de alguna manera, con unos desarrollos más progresivos, más épicos y hasta con voces limpias por parte de Erik Danielsson, algo que provocó la ira de muchos fans. Personalmente creo que era un disco muy rico y lleno de matices en el que exploraban su lado más progresivo pero sin perder su propia esencia. Sin embargo en Trident Wolf Eclipse no queda rastro de esa experimentación, y han vuelto más bestias que nunca, condensando toda su maldad en una obra que apenas llega a los treinta y cinco minutos; según las propias palabras de Danielsson hubo un hecho que marcó fuertemente la composición de este nuevo disco, y fue el suicidio de ese prodigio de la guitarra llamado Selim Lemouchi, el que fuera líder de The Devil´s Blood, y que en Watain era guitarrista de directo aunque también había colaborado en la composición de Lawless Darkness. Supongo que gestionar un suceso tan trágico como ese no debe ser nada fácil, y Erik Danielsson, Hakan Jonsson y Pelle Forsberg lo han canalizado hacia una ira que se ve reflejada, y de qué manera, en Trident Wolf Eclipse. 

“Nuclear Alchemy” abre el disco de la manera más salvaje posible,  con una explosión de riffs, blast beats y la desgarrada voz de Erik, algo parecido a como si hordas de salvajes nórdicos vinieran directamente hacia nosotros. Y es que si hay una palabra que defina este disco, esa es: salvaje. Todo en el disco lo es. Sus endiabladas guitarras, sus frenéticas baterías y esa infernal voz. Y es que la maldad campa a sus anchas por toda la obra, dejándonos piezas tan crudas y viscerales como “Furor Diablocius” o “Sacred Damnation”, y los cambios de ritmo presentes en “Towards the Sanctuary” o en la ya mencionada “Nuclear Alchemy”,  harán que nos rompamos el cuello en pedazos. Es innegable la herencia de Dissection a lo largo de toda la trayectoria de Watain, y cortes como “A Throne Below”o “The Fire of Power”son buena prueba de ello.

El único tema que nos dará un poco de aire es  “Teufelsreich” que está dominada en mayor parte por un medio tiempo, necesario para poder salir a la superficie y respirar un poco; pero la continua sensación que tendremos al estar escuchando el disco es la de estar en una forja llena de fuego, cadenas y sangre. Estamos ante treinta y cinco minutos llenos de pura bilis, un brutal y despiadado ejercicio de black metal sin concesiones, directo a la yugular. Así ha querido volver Watain, como un lobo sediento de sangre.