Producción: Joe Viers/Akula.

Por: Álvaro Antípodas.


La cuesta de Enero siempre es dura en todos los planos. En lo musical no es excepción. Tras atiborrarnos de golosinas en forma de listas musicales/rankings/anuarios, los amantes de la búsqueda de nuevos sonidos y álbumes a los que entregarnos solemos sentir un vacío importante durante los primeros compases del año que arranca. Por suerte, en pleno siglo XXI cada día es más fácil toparnos con grupos emergentes de manera casi involuntaria vía nuevas tecnologías. Este es el caso de Akula. Y pese a que su nombre puede sonar a apellido de mediocentro defensivo nigeriano del Chelsea o hacernos recordar al acorazado submarino soviético, estamos hablando de una incipiente banda norteamericana que a comienzos de año ha editado su debut homónimo.

En Akula nos encontramos con una suerte de post-metal que por momentos se acerca al sonido árido del stoner más primitivo y que sobre todo sorprende por el registro vocal del cantante Jeff Martin tan alejado de los cánones habituales de un género como el post-metal a veces tan trillado en ese apartado. El álbum consta de tan sólo cuatro cortes, que puede hacernos pensar de primeras en un EP, pero nada más lejos de la realidad, ya que cada tema merodea cuando no sobrepasa los diez minutos de duración.

La apertura con A Pound of Flesh deja bien a las claras las intenciones musicales de este quinteto de Ohio, riffs machacones arropados de una sección rítmica firme y segura unido a una voz que por momentos raya momentos sobresalientes. Un tema, que discurre y progresa a medida de su minutaje dejando pasajes en los que pueden recordar a mis amados ISIS –curioso además que la portada del disco se asemeje tanto cromáticamente a la del Oceanic de los de Boston– o inclusos al uso de guitarras de los recientes discos de Elder o Pallbearer. La sucesora Force Me Open tras un inicio desconcertante se transforma en una rocosa montaña de de guitarrazos metálicos en su parte central con el que dejarse la nuca y que además con la melódica voz de Martin adquiere una dimensión extra.

Sin duda uno de los logros de esta novel banda es la capacidad de tener una identidad de sonido marcada por las influencias comentadas, pero saber llevarlas a su terreno dotando a las canciones de ese contrapunto sonoro melódico que puede ser que sea un arma de doble filo a la hora de cautivar al oyente habituado a sonidos ásperos, post-metaleros o inclusos doomers. Ciertamente por tempo y conjugación del bajo-batería es un disco que entendería que gustase a quien comulga con las dinámicas, o estáticas según se vea, del doom-metal. Born of Fire y el ritmo de batería podría ser prueba de esto último.

El disco concluye con el corte más largo, Predators, sobrepasando los doce minutos. Sin desentonar dentro del conjunto, aunque personalmente pienso que con demasiado peso de las voces melódicas restando algo de vigor en la primera parte. Posteriormente evoluciona hacia cotas más pesadas gracias a la gran labor de conjunción de las guitarras de Sergei Parfenov y Chris Thompson – hecho que se mantiene durante todo el disco- consiguiendo dar nacimiento nuevamente a una atmósfera opresiva.  En definitiva, Akula se convierte en un grato descubrimiento tan inesperado como agradable.