Productor: Andy Hawkins.
Sello: Candlelight Records.

Por: Álvaro Antípodas.


Belleza en los contrastes

Que en pleno siglo XXI haya aún quien se sorprenda por toparse con grupos en los que la presencia femenina es fundamental sólo hace sino justificar que todos sigamos poniendo nuestro pequeño granito de arena para que la famosa brecha, existente en todos los ámbitos, deje de ser tal. Uno de los combos con mujer al frente que este año está dando más que hablar son los británicos Black Moth. El grupo comandado por la frontwoman Harriet Bevan, y al que recientemente también se le ha unido a la guitarra Federica Gialanze, ha publicado su tercer disco Anatomical Venus en el que dan un buen recital con lo mejor de los sonidos stoner-rock, suaves bases doom y aderezos grunge por momentos.

En la mayor parte de este disco este quinteto puede recordar a una suerte de stoner con tintes progresivos en los que el protagonismo inicial recae en la voz y presencia de Harriet. Más que solvente al micro, y que por momentos puede recordar a los sludgers Kylesa o los más psicodélicos Royal Thunder -similitudes dadas las también presencias femeninas de Laura Pleasants y Mlny Parsonz respectivamente- aunque manteniendo cierto sello propio. En lo musical la base instrumental bebe sin género de dudas de lo mejor de la inspiración BlackSabbathiana, eso sí orquestando todo hacia un sonido y producción de estos tiempos. Riffs de guitarras seductores que retrotraen a Mastodon, Red Fang o incluso a Elder es lo que aquí te encuentras.

En temas como Buried Hoards recuerdan a unos Alice In Chains es sus compases iniciales, una maravilla y con un deje vocal que recuerda a los de Seattle en sus dos etapas. En otros como Moonbow pisan más el acelerador y son capaces de soltar uno de los mejores estribillos del disco, eso por no hablar de un final con las guitarras echando chispas que seguro no hubiese desentonado en el LP de Elder del año pasado. Más veloz aún en su desarrollo se muestra A Lovers Hate en la que se suceden riffs con desenfreno, así como una dosis de psicodelia y fuzz setentera, no es de extrañar que sea el tema más directo del conjunto. Sin embargo, es en los contrastes resultantes con los momentos más pesados donde consiguen destacar. Canciones como las machaconas Sisters of the Stone y A Thounsand Arrows o la más expansiva y atmosférica Tourmaline – con un cambio de ritmo y riff final que si lo viésemos tocado de manos de Bill Keliher de Mastodon todos baberíamos- acaban por confirmar un disco notable y sin apenas fisuras.

Probablemente Black Moth no hayan inventado la rueda con este Anatomical Venus, ni reinventado ninguno de los géneros por donde su música transita, sin embargo, consiguen facturar un trabajo sólido de principio a fin de tres cuartos de hora robustos que podrá atraer un público diverso que guste de todas las referencias anteriormente citadas.