Velada importante dentro del circuito metalero la que hacía parada en Barcelona el 8 de marzo de la mano de los conciertos en ruta de la peña del Resurrection Fest. Con un primer espada como Trivium encabezando el cartel, y con probablemente dos grandes sensaciones recientes dentro del universo metálico debido a sus últimas referencias de estudio, Venom Prison con Animus en 2016 y sobre todo Power Trip con Nightmare Logic el pasado año, todo hacía pensar en un menú de domingo tarde-noche suculento.
Route Resurrection: Trivium.
Domingo, 8 de abril, Madrid, Sala Razzmatazz 2.
Fotos: Judith Hidalgo.
Crónica: Alvaro Antípodas.
Con un sensacional aspecto, hubo sold out, a las 19:30 con rigurosa puntualidad británica saltaron a las tablas el probablemente combo de propuesta más extrema del cartel. Venom Prison no hacen prisioneros y lo suyo es el death hardcorizado en el que la mala baba de su frontwoman, Larissa Stupar, se encarga de las dosis de violencia vocal y estopa en la interpretación. Un sonido que inevitablemente me hizo acordarme de la actuación del año pasado en la ciudad catalana de Code Orange –con quienes precisamente han compartido escenario en algunas fechas del tour los tres grupos- tanto por la presencia imponente femenina en ambos combos, como por la brutal propuesta basada en la agresividad extrema al micro. Aproximadamente media hora bien defendida en la que intentaron caldear a un público que no se entregó en el mosh tanto como la cantante demandó.
Power Trip llegaban con un disco bajo el brazo como Nightmare Logic, que les ha valido cosechar parabienes de crítica en casi todo los Tops de resumen temático metalero gracias. Poseedores de un disco de thrash veloz como el viento en el que todo confluye a ese speed-metal galopante, rozaron la perfección durante cuarenta y cinco minutos. Temas como Soul Sacrifice, Waiting Around to Die o Executioner´s Tax (Swing of the Axe) se ganaron la ovación cerrada de la parroquia. El quinteto, más allá del trabajazo en los riffs de guitarra ultrasónicos, destaca en la figura de Riley Gale, todo un espectáculo de piruetas y saltos varios que encandiló a los presentes. Sonido rugoso pero definido en la sala, como requiere su propuesta cercana al thrash veloz de los primeros Metallica, e incluso por momentos a la banda metalera más famosa del estado del que provienen, es decir, Pantera. Debo reconocer que en disco me habían resultado algo planos en cuanto a su planteamiento, pero ayer me dieron una sonora bofetada sónica, convenciéndome de que la crítica no andaba equivocada en sus juicios. Tremendos de principio a fin. Uno de los mejores bolos del rollo que he presenciado tanto por actitud como por ejecución global. (Por un pequeño percance nos fue imposible hacer fotos desde el foso a Powertrip)
Finalmente, Trivium saltaron a la hora prevista para regocijo de un público bastante heterogéneo en cuanto a edad. Entre sus seguidores se puede ver ese salto generacional entre gente que probablemente se acercó a ellos en su etapa de la década pasada y los que lo han hecho con sus últimos lanzamientos, incluyendo el notable regreso del pasado año con The Sin and the Sentence. Con un público entregadísimo y un Matt Heafy capaz de meterse en el bolsillo al respetable con sus proclamas, consiguieron hacernos saltar al unísono con temas pretéritos pero que no han perdido efectividad en directo, como Throes of Perdition –único tema recuperado de aquel favorito personal que es Shogun-, o las más seminales Acendancy y Pull Harder On The Strings Of Yopur Martyr. Gran parte de la actuación estuvo centrada en los cortes del último elepé, con una The Heart From Your Hate especialmente brillante antes del bis. Nada que reprochar en cuanto a darlo todo a una banda que se sabe todas las artes para contentar a su público, incluyendo intentonas de corear oé-oé en masa en algún impasse de la actuación. Si tuviese que quedarme con algo excelso de la hora y tres cuartos de concierto sería con la imponente pegada del joven Alex Bent, al que apenas se intuía detrás de su colosal set de batería de doble bombo, y que ofreció una auténtica exhibición de poderío. Por otra parte, igualmente destacable el intento de Heafy de alternar guturales con Corey Beaulieu, aun cuando ya hace tiempo que sus cuerdas vocales no gozan de la mejor fortaleza. Despedida con una In Waves poderosísima por todo lo alto, para lo que fue una magnífica jornada en la hermana –no tan pequeña- de la Sala Razzmatazz.