Sello: Earache.
Por: Carlos Kashmir.
Con nuestras bandas favoritas o somos los más exigentes del mundo o los más condescendientes, no suele haber término medio. En mi caso intento ser exigente, agradecido siempre pero exigente. Y con Blackberry Smoke no ha sido menos. Tras un sobresaliente melocotonazo con el abrumador “Little Dixie Pixie” y una rotunda obra maestra del rock clásico como “The Whippoorwill”, tenía a los de Atlanta en una privilegiada situación. ¿Qué formación podría recoger el testigo de los Black Crowes como la última gran banda de rock americano? No había otra mejor posicionada que sus paisanos. Pero es entonces cuando llegó “Holding All The Roses”, y con él el primer traspiés por un álbum que le faltaba la inspiración divina de los anteriores y fallaba en una producción muy deslucida. Un año y medio después tuvieron la reválida con “Like An Arrow”, pero esa sensación de antaño de estar ante la banda más auténtica e imbatible de América ya se había diluido un poco. En perspectiva, los dos citados discos son desde luego muy notables, y nutren a su repertorio de grandes temas. Así que sí, quizás fui algo duro con ellos, pero es que el poso que dejaron fue más de cierta decepción que de olor a victoria por continuar con una carrera magistral e impecable.
Estamos en 2018 y regresan con su sexto trabajo en estudio, encadenando en tres años tres discos. Esto era cosa de otros tiempos, pero nuestros forajidos sureños viven en otra dimensión, y su carismático líder Charlie Starr necesita sacar y sacudirse todo lo que lleva dentro, tanto musicalmente como existencialmente, en unas sencillas e indulgentes letras sobre la salvación, el control del ego, o su agobio por el lado estresante de la vida, reflejando el pasado y presente y manifestando lo rápido que pasa aunque sienta que el final está a muchas millas. Vamos, lo que viene siendo una crisis de mediana edad. En “Find A Light” encontramos a los Blackberry Smoke de toda la vida, aunque esta vez con un sonido más brillante y sobre todo unos temas más redondos, que le dan al álbum una variedad y empaque de los que adolecían los anteriores.
Abren a coces con Flesh And Bone, coces de mula con esa slide y ritmo vigoroso muy de la banda de Warren Haynes. Por supuesto juegan con las cartas marcadas y los medios tiempos marca de la casa como Run Away From It All o Best Seat In The House, y también sacan a relucir la maquinaria engrasada de boogie y trepidante rock en Nobody Gives A Damn o The Crooked Kind (curiosamente en los tres primeros temas es coautor de los mismos Keith Nelson, antiguo pilar y guitarra de Buckcherry). La sombra de los Crowes es muy alargada en la delicada Medicate My Mind, donde a mitad de tema esas percusiones y groove de los cuervos asoman, o Lord Strike Me Dead que parece un tema perdido del “Southern Harmony..”. Tampoco se olvidan de esos soberbios baladones acústicos que con tanta clase dominan en I’ve Got This Song (preciosos arreglos de violín y steel a lo Grateful Dead) que versa sobre el amor por la música, la bellísima Seems So Far, y en la fabulosa country-folk Let Me Down Easy, donde Amanda Shires (esposa de Jason Isbell) les acompaña tan requetebién.
Tengo que hacer una parada obligatoria en I’ll Keep Ramblin´, porque desde ya es uno de los highlights de su discografía, que casualmente es justo el ecuador o pico de este “Find A Light”, y en el que a lo largo y ancho la canción cambia de ritmo varias veces, se explayan con duelos de guitarras, coros góspel, y en el que el gran Robert Randolph aporta su destreza en la pedal steel; el tema más sureño en la tradición de jams, algo que nunca han mostrado y deberían explorar y explotar más en próximas entregas. Y si I´ll Keep Ramblin’ merece mención aparte, la imponente y canallesca Till The Wheels Fall Off no iba a ser menos; tema que compuso Charlie Starr para Junkayrd y que apareció el año pasado en el fantástico “High Water” de forma más ruda, y que el pícaro de Starr, viendo las enormes posibilidades de la misma, también la ha querido grabar dándole más brillo aún hasta convertirla en un tema que será un clásico de la banda. Mother Mountain cuenta con la colaboración de The Wood Brothers, y cierra de manera mística y placentera, como si estuvieras en el porche de tu granja, mientras tomas un buen licor de maíz observando atentamente como cae la lluvia y riega tu pequeña huerta.
Blackberry Smoke firman un excelente y robusto álbum, un soplo de aire fresco que por fin se acerca de verdad a triunfos pasados. Son unos currantes que no paran de estar en la carretera, generando más y más fans, y poniendo sus discos merecidamente cada vez más arriba (incluidos números 1) en muchísimos charts. No hay duda que se están labrando un carrerón, y para mí vuelven a ser esa banda destinada a reinar en el rock clásico durante muchos años. ¡Larga vida a Charlie Starr y sus secuaces!