Una canción tan absolutamente maravillosa que Patton, Trevor Dunn y compañía tuvieron que «cargarse» su final para evitar que sonase en todas las radios por los siglos de los siglos. Un suicidio comercial, igual que el literal que se avisa con cuenta atrás en la letra, con un Michael Allen Patton amenazando acabar con su vida, retratando la cara más decadente de California. Así suena la perdición, así se canta cuando al fin entiendes que has sido el cenicero de alguien… y que serías capaz de arrastrarte para volverlo a hacer.