La escena musical española está de enhorabuena. Cada vez más frecuentemente, excelentes discos ven la luz y demuestran que la etiqueta “rock nacional” queda ya obsoleta puesto que el nivel se asemeja al de cualquier otro país y los complejos, gracias a Dios, han ido desapareciendo. Cada año, un buen número de trabajos discográficos se lanzan al mercado, siendo su calidad indudable y sin nada que envidiar a títulos americanos o británicos. Algo que desde hace ya tiempo que sucede dentro de los más variados estilos (pop, rock, metal, punk, etc.). Y el blues no es una excepción, desde luego. En los últimos años se ha desarrollado una creciente escena aupada por la aparición de bandas y solistas que se niegan a dejar que el estilo caiga en el olvido o quede relegado a una posición residual. Y una de esas bandas es la que hoy nos ocupa, Velma Powell & Bluesdays, cuyo último disco, Blues To The Bone aún calentito y recién salido del horno, es una clara muestra del buen momento de la escena blues “made in Spain”.
Bluedays son una banda vallisoletana que lleva años recorriéndose la geografía española y en cuyo camino se cruzó años atrás la cantante de Chicago afincada en España, Velma Powell. En el año 2015, su asociación dio forma a un más que digno debut que llevaba por título Step Into The Blues. Y es ahora, con la aparición de Blues To The Bone, cuando confirman las buenas sensaciones que causó su antecesor y muestran hechuras de banda a tener a cuenta. Si su primer disco era un muy estimable boceto, podríamos decir que Blues To The Bone es el dibujo completo; una versión corregida y aumentada de su anterior trabajo, fruto de los años tocando y componiendo juntos. No conviene emocionarse ni pensar que estamos ante un ante y un después dentro del blues. El disco, como otros muchos dentro del género, adolece de alguno de los males muy comunes en la actualidad, sobre todo de una producción demasiado limpia y de un sonido quizás demasiado pulido. Han hecho del Chicago Blues su bandera, pero no nos vamos a engañar, no suena ni remotamente parecido a las grabaciones clásicas de Chess o de gente como Hound Dog Taylor . Por otra parte, además, suenan demasiado encorsetados sin querer salirse ni un por un momento del guión.
A cambio, el grupo suple esta carencia con acierto en una muy inspiradas composiciones, un repertorio casi al 100% propio y el liderazgo de una voz negra, americana (lo cual evita imposturas en el acento o la dicción) y muy poderosa. Además, si bien suenan quizás demasiado pulidos, evitan caer en la tentación de aterciopelar en exceso sus canciones con arreglos de vientos o de teclados, recurso que en muchas ocasiones se utiliza para hacer más “amables” ciertas canciones. En ese aspecto, es un acierto el que se mantengan fieles al esqueleto de batería/bajo/dos guitarras/voz. Hay añadidos puntuales de teclado y armónica, pero que en ningún momento eclipsan al resto de instrumentos ni parecen forzados.
El disco se inicia con la excelente My Name que pone las cartas sobre la mesa desde el primer minuto. A medio camino entre el blues más elegante y el jazz más estilizado la voz de Powell se impone. Sexy, cálida, profunda, pero a la vez, llena de fuerza y curtida en mil batallas se adapta como un guante a la canción. Y tras esta tarjeta de presentación llega uno de los momentos álgidos del disco, Nothin´But The Cat, elegido con mucho tino como primer single. Un tema muy rítmico, desenfadado, con mucho potencial y que en un mundo justo sería sonaría en todo tipo de emisoras de radio y figuraría en puestos altos de listas de éxitos. Llegados a estas alturas de la audición ya ha quedado claro que la colaboración entre la cantante de Chicago y los pucelanos no es una mera suma de nombres sino que forman un todo empastado y sonando muy compactos.
Pero no se queda la cosa en un par de temas destacables. Hay blues lento e intenso en el tema que da título al álbum, vibrante y caliente funk en Let´s Do It Again y Let´s Storm This Place, rock y boogie en I Don´t Wanna Dance o Stand In Line, además de una lograda versión del Too Late del maestro Little Walter. Todo esto y más es lo que podemos encontrar en este disco. Algo de agradecer el que no podamos destacar una canción por encima del resto pero que tampoco presenta ningún tema que sobre o que esté incluido para rellenar minutaje. Buenas intenciones y mejores resultados para un apreciable y meritorio ejercicio de blues con una conexión hasta hace poco inédita Valladolid-Chicago que, pese a lo que pueda parecer, suena natural, nada forzada y con un muy aceptable nivel de calidad. Ni cambiará el curso del blues ni creo que Velma y los Bluedays lo pretendan, pero contribuirá a hacer que el género siga en boca de muchos. Y desde luego, si en algún momento enciendo la radio o entro en un bar y suena Nothin´But The Cat no seré yo quien me queje.