Sello: Holy Roar Records/Translation Loss Records.
Por: Álvaro Antípodas
En Reino Unido, donde la música siempre ha jugado un papel fundamental en la cultura, siempre se señala a Liverpool con objeto de los Beatles, al sonido Manchester en sus diferentes vertientes o Birmingham por haber dado nacimiento a Black Sabbath y con ellos la génesis del metal. Sin embargo, rara vez se apunta a la ciudad de Bristol. Localidad de donde han salido nombres como Massive Attack y Portishead abriendo la veda del Trip hop, y que a menudo se cita como la que alberga mayor número de músicos por habitante de la pérfida Albión. Añadan que en la actualidad alberga un festival referente como es el ArcTanGent. Si esto fuese poco, el año pasado desde sus confines sorprendían todos unos hooligans como IDLES con un debut demencial a la par que incendiario y ahora volvemos a toparnos con otra revelación. Guarden el nombre: Svalbard.
Ante el nombre de Svalbard responden un cuarteto que desde su formación a principios de esta década ha regado su perfil de Bandcamp con múltiples Splits y EP´s, editando su debut One Day All This Will End en 2015. Es justo ahora con su nuevo largo titulado bajo el realista nombre de It´s Hard To Have Hope cuando he llegado a conocerles. Con un estilo basado en ese crossover entre Metal y Hardcore, una actitud de fiereza y crítica comandada por su frontwomen Serena Cherry y un arsenal de grandes temas cómo se presentan en este 2018. Estilísticamente no es fácil de encasillarles, por momentos en los ratos de más velocidad, inmediatamente piensas en Converge, como ocurre con el trallazo infeccioso que es Unpaid Intern, con la dupla vocal entre Serena y Lian Pheelan echando humo, o en el acelerón de For The Sake Of The Breed. Mientras que en otros cortes se acercan a lo intenso emocionalmente del screamo como en el contraste de claroscuros melódicos de Try Not To Die Until You´re Dead o a la luminosidad post-rockera con lorek.
Si por algo destaca este disco es por su capacidad para mostrar sus mejores cartas justo de entrada. Y es que, su sonido se encumbra cuando tiran más por los derroteros del metalcore, como en el manifiesto crítico en contra del despectivo término “feminazi “que Serena escupe arropada por una poderosa batería de Mark Lilley. Misma fórmula de buscar la confrontación en Revenge Porn, que tras una intro de suave voz se transforma en empoderamiento absoluto y reivindicación femenina nuevamente. Sobresaliente el remate final con una línea de guitarra que te taladra el hipotálamo desde la primera escucha.
Catártico disco de una banda que recibe comparaciones con sus compañeros de sello y más veteranos Rolo Tomassi, tanto por afinidad musical como por ética y compromiso. Un buen espejo donde mirarse para un grupo que con su segundo trabajo consiguen acertar casi plenamente. Quizás algo deslucido y más convencionales suenan en el tramo final de la obra, especialmente en las dos últimas canciones, un hecho que no resta excesivamente a la media hora fabulosa que entregan con anterioridad. Un descubrimiento y gratísima sorpresa.