Sello: ANTI-
Producido por: Jack Shirley.

Por: Álvaro Antípodas.


En cualquier disciplina artística, y por extensión en cualquier ámbito de la vida, existe quien a capa y espada defiende la ortodoxia hasta el día del juicio final. La corta, a la par que intensa, carrera de la banda californiana Deafheaven ha venido marcada desde su eclosión en 2013, gracias a su segunda obra Sunbather, por el continuo arqueamiento de ceja del sector más true que habita la galaxia metalera. Con una propuesta musical que se ha nutrido como base del black-metal tradicional si bien aderezado con múltiples ingredientes habituales del post-rock o el shoegaze. Una combinación ya explorada antes que ellos por formaciones como Agalloch o Alcest, sin que éstos hayan recibido tanta atención –para bien o mal- como el combo de San Francisco. Tres años después de publicar un difícilmente criticable New Bermuda, regresan mediante Ordinary Corrupt Human Love, un álbum que probablemente va a polarizar aún más las opiniones enfrentadas sobre su música.

Habían avisado ya George Clarke y Kerry McCoy tanto en declaraciones como en los teasers de adelantos que la presencia de piano/teclados iba a jugar un papel importante en su nuevo disco. De esta forma, nos encontramos nada más arrancar con una You Without End que tras unos segundos en los que solamente se oye el rumor de fondo de las olas da la bienvenida a un piano omnipresente durante todo el tema. Luminosidad melódica y un spoken word femenino que anuncia la intención artística de un disco que busca más la belleza cinemática propia del post-rock que la intensidad y desgarro emocional del blackgaze predominante mostrado anteriormente. En este sentido, son varios momentos del disco en los que nombres como Explosions In The Sky e incluso MONO vienen a la mente. En esta misma línea de búsqueda de resplandeciente preciosismo sin rastro de oscuridad se encuentra Near con registro vocal limpio casi inédito hasta ahora en la faceta al micro de Clarke.

Es en las piezas de mayor minutaje donde consiguen trazar mejor los patrones y las dinámicas de transición entre los claro-oscuros. En Honeycomb abren la veda con un Clarke de corazón en boca en primera plana, convenientemente arropado durante varios minutos por la pegada inconfundible de un Daniel Tracy que en los tramos de velocidad y blast-beats vuelve a destacar. Otro detalle a no pasar por alto como novedad es la inclusión de algunos solos de McCoy con un sonido inesperadamente deudor del sleaze y el glam –véase el del ecuador de la citada Honeycomb o al cierre de Canary Yellow y Glint- encajando sorprendentemente bien. En la vertiente más blacker, habría que citar a la nombrada Glint, en la que nuevamente vuelven a sonar absolutamente épicos mediante un recorrido por toda su gama cromática. Tema que en perspectiva se hubiese acoplado a la perfección en New Bermuda al lado de Brought to the Water o Gifts for the Earth.

No toda la jugada les sale a pedir de boca al quinteto, y es que existen momentos en los que musicalmente el mayor desasosiego melódico que de costumbre lleva a lo anodino, como en el meramente anecdótico dueto con Chelsea Wolfe, o en la similitud de ciertos tramos instrumentales entre Near y You Without End. A medio camino también se queda el tema de cierre, Worthless Animal, que pese al registro vocal black-metalero de Clarke se ve eclipsado por la melódica línea de guitarra de un McCoy cuyo peso relativo parece prevalecer en términos generales sobre toda la obra. Quien quiera afilar los cuchillos y echarse encima de la banda tendrá suficientes motivos con un disco en el que lo relativamente luminoso se impone a la oscuridad y en el que la ambición/evolución musical de esta banda sigue su camino ascendente. Obra poliédrica de múltiples aristas notable, que no sobresaliente debido a que el factor sorpresa de su propuesta ya es menor que antaño unido a que su elevado minutaje le resta cierto impacto e impronta.