RESURRECTION FEST – Viveiro – 11, 12, 13 y 14 de Julio 2018.
Por Carlos Salcedo Odklas.
Fotos: Juan Morillas
VIERNES 13
Tras una primera jornada matadora afrontaba el segundo round sin apenas horas de sueño en el marcador. Parece que el sentimiento de cansancio y resaca era la tónica dominante entre los sufridos asistentes, porque cuando atravesé las puertas del recinto, a las tres de la tarde y bajo un sol acusador, el panorama resultaba bastante desangelado. En mi peregrinaje hacia el Main Stage pasé por delante del Ritual en el que el grupo cántabro Pandemia estaban terminando de dar un show de puro thrash metal añejo bastante solvente. El problema es que lo hacían ante un público muy escaso. Y el ambiente no mejoró demasiado cuando Virgen saltaron al escenario principal. Esta situación me hizo pensar si no se estaría pecando de exceso en el número de bandas en el cartel. El movimiento el segundo día de un festival por regla general empieza más tarde debido a las brutales resacas provocadas por el entusiasmo y la impaciencia de la primera jornada, y programar tantas bandas a unas horas que se presuponen de baja afluencia quizás sea un error organizativo. Es una lástima que bandas emergentes, para las cuales tocar en un gran festival como el Resu es todo un acontecimiento, tengan que llevarse el chasco de tocar para «cuatro gatos», aparte de que supone un gasto innecesario de medios. Dejando esta reflexión y volviendo a Virgen comentar que la banda hizo todo lo posible para animar a los pocos congregados con su harcore crust. Se sumo el hecho de que la organización había adelantado su actuación por problemas logísticos que comentaremos más adelante, lo que también revirtió negativamente en la entrada. Sin amedrentarse un pelo el frontman de la banda le puso especial entusiasmo, llegando incluso a bajar a cantar entre el público para contagiarlos con su energía y generar algo de movimiento. No hay duda que pusieron todo su empeño para levantar la actuación como unos profesionales a pesar del escaso público y de un sonido que, como ya comentamos en la jornada anterior, fue muy irregular en el escenario grande.
Seguidamente actuaron en el escenario Ritual los gallegos Barbarian Prophecies. Me llamó poderosamente la atención el tremendo chorro de voz que se gastaba su menuda cantante, algo bastante vistoso y que destacaba en mitad de una formación que destiló un death metal algo genérico pero sin lugar a dudas bien interpretado. Se les vio un poco tímidos, pero supieron aprovechar los escasos treinta minutos concedidos mostrando su propuesta de forma cruda y sin interrupciones arropados por un sonido bastante correcto.
La gran sorpresa llegó a continuación con Rise to Fall. La banda de Bilbao lo dio todo en la que era la última actuación de su actual gira, y sin duda se notó que querían cerrar esta etapa de su carrera por todo lo alto. Para empezar gozaron de un sonido increíblemente bueno, que parecía sacado directamente de un CD y por el que habrían matado muchas bandas del escenario Main. Por su parte la banda funcionó como una unidad totalmente compacta, que destilaba profesionalidad y entrega a raudales. Practicando un metalcore melódico y técnico, de estribillos pegadizos y coreables, y con un pequeño toque de electrónica, pusieron del revés a una audiencia que por suerte a esa hora ya era bastante más nutrida. Aunque no soy el mayor fan de su música me fue imposible no contagiarme de su energía y al tercer tema ya estaba cabeceando como un loco. Sin duda un notable alto el bolo de los bilbainos, a la altura de cualquier banda internacional puntera en su género. Nos recordaron que en un par de meses saldrá su nuevo trabajo, el cuarto en la historia de la banda, al que sin duda habrá que echar un ojo, así como seguir de cerca la trayectoria del grupo, ya que quedó claro que por profesionalidad y entrega estamos ante una banda que merece ser aupada hacia nuevos niveles.
Rise of the Northstar eran una de las bandas más esperadas por muchos de los asistentes al festival, lo que se hizo evidente en una buena congregación de público y mucho movimiento en las primeras filas a pesar de un sonido bastante desastroso. Sin duda los fans del grupo estaban disfrutando de lo lindo, pero personalmente no conseguí meterme en la onda de los franceses. Su concierto me estaba pareciendo simplemente correcto y los temas interpretados me resultaban algo planos, condicionado especialmente por el despliegue anterior de Rise to Fall. Tampoco me resultó especialmente atractiva su puesta en escena, influida por el anime japonés, por todo ello decidí retirarme a reponer fuerzas para lo que se me venía encima.
Hemos comentado anteriormente que hubo unos pequeños problemas logísticos al comienzo de la jornada, al parecer relacionados con el montaje escénico de Megadeth y Scorpions. Esto obligó a la organización a adelantar todas las actuaciones del escenario grande una hora. La organización se preocupó de anunciarlo desde por la mañana en las redes sociales así como a través de las pantallas del recinto, pero no hay duda que mucha gente, quizás menos proclive a estar pendiente del móvil durante un festival, no se enteró de los cambios. Es muy difícil poder hacer llegar la información a todo el mundo ante percances de última hora como este. La organización hizo lo que pudo, aunque quizás pudiesen haber hecho un poco más (anuncio por megafonía en la zona de acampada, más información en los alrededores del recinto). El caso es que para mucha gente, menos acostumbrada a sesiones maratonianas, la jornada empezaba con Megadeth, y fue una auténtica lástima que muchos de sus fans se perdiesen parte de la actuación de la banda, o incluso la totalidad de la misma en los casos más dramáticos. Inevitables problemas de última hora que por desgracia deslucieron la jornada para algunos.
En cuanto a la mítica banda liderada por Dave Mustaine mencionar que en principio fue un poco bajón que tocasen tan temprano dada su relevancia. La hora y el sol apalancaron un poco el ambiente. Respecto al sonido, siguiendo la tónica del escenario grande, fue bastante irregular, especialmente en el apartado guitarrístico. Los que ya hemos visto varias veces a Megadeth en directo sabemos que sus actuaciones suelen ser «sota, caballo y rey», con muy pocas sorpresas tanto en el apartado escénico como de selección de temas, por lo tanto lo que suele distinguir unas actuaciones de otras es el estado de forma y entrega de su alma Dave Mustaine. Teniendo esto en cuenta podemos afirmar que los asistentes al Resu estuvieron de suerte. Dave, a pesar de que arrastra desde hace años problemas en el cuello y las manos que minan su movilidad y entrega, se mostró con ganas y en un estado de voz ligeramente mejor al visto en otras ocasiones recientes. También comentar que la actual encarnación de Megadeth se encuentra entre las mejores de su historia. Mustaine siempre se ha caracterizado por rodearse de grandes músicos, pero el aumento de empaque y carisma que se ha visto los últimos años con la entrada del fabuloso solista Kiko Loureiro, así como del batería Dirk Verbeuren, el mejor que han tenido en muchos años, se nota bastante. Como decimos pocas sorpresas en un set list donde no faltaron sus grandes clásicos como Hangar 18, con la que comenzaron la actuación, She-Wolf, Symphony of Destruction, Peace Sells o Holy Wars. Ante semejante ristra de piedras angulares del thrash el público no pudo permanecer indiferente, coreando y desfasando en cada tema de los americanos. Sorprendió la inclusión de The Conjouring, temazo de la primera época apartado durante mucho tiempo del directo. Sin ningún tipo de explicación acortaron su set unos minutos y abandonaron el escenario habiendo realizado una descarga bastante solvente que no decepcionó a sus seguidores. Con esta actuación ponían fin a su gira Dystopia, que les ha tenido dando vueltas por el mundo durante dos años, prometiendo Mustaine que la siguiente vez que los viésemos sería ya con nuevo disco bajo el brazo.
El siguiente plato en el menú también era de los fuertes. Los americanos Suffocation arrasaron el escenario Ritual con un auténtico recital de death rompe vértebras de altura. Se había rumoreado la presencia del cantante original Frank Mullen, algo que finalmente no se llevó a cabo, pero que no deslució en absoluto una actuación totalmente demoledora. Su sustituto, Rick Meyers, se gana el puesto cada noche derrochando energía, perfectamente respaldado por una banda de una pericia fuera de dudas en la que destaca el carismático Terrance Hobbs a la guitarra y la presencia escénica de Derek Boyer con su peculiar pose al bajo. La banda exprimió totalmente su escaso tiempo de actuación, disfrutando de sí mismos mientras lanzaban temazos como Effigy of the Forgotten o Infecting the Crypts, y al igual que está pasando en todas las fechas de su amplio periplo europeo dejaron a la audiencia totalmente exhausta y satisfecha.
Con Leprous llegaba el momento álgido de la jornada para los aficionados al metal progresivo. La banda noruega, que ha cimentado una sólida base de fans a golpe de discazos, realizó un show totalmente intachable, provocando el delirio entre sus fieles así como el asombro entre los curiosos. El sonido, al igual que había pasado con Rise to Fall, parecía directamente sacado de un compact disc, resultando potente a la vez que cristalino, y permitiendo disfrutar de todos los matices de sus excelentes composiciones. Basaron gran parte del repertorio en su último y excelente trabajo Malina, aunque también dejaron espacio para un par de clásicos, como el tremendo Foe o The Price. El estado vocal de Einar Solberg resultó particularmente asombroso. Por desgracia sufrieron uno de los momentos más feos del festival cuando la organización decidió cortarles el sonido tan solo un par de minutos antes de que acabasen su último tema, Slave. Es cierto que se habían pasado de hora y estas cosas van por contrato, pero teniendo en cuenta que era el último tema y solo quedaban un par de minutos se podía haber hecho la vista gorda perfectamente. Como decimos un detalle muy feo y una falta de respeto tremenda hacia la banda que no nos imaginábamos ver en un Resu. Por supuesto la banda, a pesar del corte de sonido, continuó interpretando el tema hasta el final ante una tremenda ovación de un público indignado que estaba disfrutando de una actuación impecable. Quitando este punto negro se puede afirmar que Leprous fueron otro de los grandes triunfadores de la segunda jornada.
Y llegaba el momento de Scorpions, quizás el cabeza de cartel más polémico en la historia del festival. De primeras muchas críticas quedaron acalladas ante el hecho de un recinto completamente abarrotado. Las tablas de Scorpions a estas alturas están fuera de toda duda y parecía claro que, a no ser que surgiesen contratiempos inesperados, la banda ofrecería un gran show ante un ambiente propicio. Y así fue, con la banda en un buen estado de forma, una espectacular puesta en escena y una ristra de temas míticos en la historia del heavy metal. Arrancaron con Going Out With a Bang y Make it Real, y desde el primer momento llamó la atención la espectacular iluminación y puesta en escena que traían, que sin duda fue la culpable de los desbarajustes horarios de la jornada. También era la primera vez que el escenario grande sonaba como debería sonar siempre: alto y claro. Con The Zoo y Coast to Coast quedó demostrado el buen estado de forma de la banda, con Matthias Jabs y Rudolf Schenker cargando hacia adelante y Klaus Meine bastante correcto a la voz, aunque demasiado estático en el escenario. La incorporación de Mickey Dee, el legendario batería de Motorhead, también se notaba bastante, sumando carisma y empaque al conjunto. Me sorprendió gratamente la respuesta del público, cantando al unísono, vitoreando y pasándoselo en grande. Viendo la respuesta de la gente parece que, después de todo, la elección de Scorpions para encabezar el segundo día no fue tan mala como vaticinaban algunos. Y es que temas como Wind of Change, Big City Nights, Still Loving You o Rock you Like a Hurricane, que ya pertenecen al imaginario colectivo de la gente que amamos la buena música, son una apuesta sobre seguro, por lo que gente de todas las edades (aunque bien es cierto que con predominio de maduritos) y pelajes se dejaron llevar para disfrutar de un show emotivo. Evidentemente no estamos en los 80 y la edad pesa, hubo algún parón, finales alargados y cambios de tempo que minaron ligeramente el ritmo del concierto, pero no creo que en pleno 2018 se pueda exigir mucho más a una banda tan veterana como Scorpions, que incluso tuvieron el detalle de lanzar un recuerdo al añorado Lemmy Kilmister interpretando Overkill. Buen show y nada que objetar a estos cabezas de cartel.
Al igual que ocurrió el día anterior con At The Gates los ingleses Paradise Lost sufrieron el tumulto ocasionado tras el final de los cabezas, pero aún así consiguieron cuajar una buena actuación de doom y gothic. Presentaron algunos temas de su nuevo disco Medusa, pero como no podía ser de otra forma las mayores ovaciones las recibieron por los temas de su legendario Draconian Times. Un show sobrio y profesional que se hizo bastante corto.
Era hora de cerrar el escenario grande, y los encargados para hacerlo fueron los veteranos thrasher de Albacete Angelus Apatrida, un grupo muy querido y ya tradicional en la que era su sexta actuación en el festival gallego. Angelus Apatrida no es que hayan inventado la rueda, e incluso para el profano sus temas pueden llegar a sonar algo repetitivos, pero está claro que lo que hacen lo hacen como nadie, y por eso son actualmente una de las bandas de metal más importantes del país. Con la novedad de Adrián, de la banda In Mute, a la batería sustituyendo al convaleciente Victor Varela (al que por supuesto desde aquí deseamos una pronta recuperación), descargaron un set list directo a la yugular, con espacio para temas nuevos de su reciente trabajo Cabaret de la Guillotine, así como temas míticos de la banda. Mencionar el impresionante y multitudinario circle pit que consiguieron montar con Give’em War, así como el delicioso trabajo de David con la guitarra solista, el tipo disfrazado de pulpo y la buena comunión entre la banda y un público que, seguramente, firmaría por tenerlos todos los años sobre el escenario del Resu.
De esta forma se cerraban las actuaciones principales. Para aquellos que aún no estuviesen muertos les esperaba el tributo a Metallica en la carpa. La banda, bajo el nombre de Seek’em All, no me terminó de convencer con su interpretación meramente correcta de los temas más manidos de los de San Francisco, no obstante cumplieron el cometido de terminar de exprimir a los asistentes y mandarlos calentitos a la cama o a donde quiera que les llevasen sus pasos tras la que seguramente fue la jornada más brutal del festival.
Galería de fotos jornada del viernes 13:
SABADO 14
Y casi sin descanso llegábamos a la jornada final del festival. Y aquellos a quienes no les gustase el viraje del Resurrection Fest de pequeño festival underground a parque temático del rock sin duda estarían rabiosos, ya que el tercer día fue aquel en el que se apreció más cantidad de gente disfrazada (y no nos referimos unicamente al mítico maquillaje facial de Kiss) así como la jornada con más niños pequeños acompañados por sus padres. Por otra parte también fue el único de los tres días en que se consiguió el ansiado sold out.
Las agradables sorpresas empezaron pronto en esta jornada final con la descarga de Purpura en el escenario Desert Stage. Tras este nombre tan poco atrayente se escondía un estupendo dúo valenciano de post-metal experimental en la línea de bandas como Bell Witch, destilando una música atmosférica, oscura y envolvente. La labor de Manuel Martinez me pareció prodigiosa, creando capas y capas con su bajo de 6 cuerdas a base de loops y efectos mientras su compañero, Adriá Puchalt a la batería marcaba perfectamente el tempo y propiciaba el marco ideal para su propuesta. Una banda para apuntar en la libreta y descubrir con más calma en casa.
No regresé al recinto hasta bien entrada la tarde para disfrutar del show de Tremonti. Una actuación que fue de menos a más, tanto en intensidad como en respuesta del público, consiguiendo desperezar poco a poco a los asistentes. El ex Alter Bridge venía presentando su reciente nuevo disco, titulado A Dying Machine, del que tocó un par de temas junto a varios clásicos de su discografía. Su metal inofensivo y coreable, interpretado con profesionalidad y acompañado de un buen sonido, dejó bastante satisfecho a un público que se acabó metiendo de lleno en el terreno del gran compositor, que demostró sus buenas dotes a la voz junto a su conocida pericia guitarrística.
En las antípodas del sonido Tremonti acudían al Ritual Stage los finlandeses Rotten Sound, directamente salidos del infierno y sin tiempo para tonterías escupieron un set de puro grindcore death sin contemplaciones. Una descarga rápida y furiosa, caótica e hiperviolenta, sin parones, ni charlas ni vistosos alardes técnicos, con la única misión de noquear lo antes posible como si se tratase de un crochet de Mike Tyson directo al pómulo. Cumplieron su misión de sobra, y hasta el más apagado entre la audiencia se tuvo que rendir ante el despliegue de la banda para acabar cabeceando como un poseso.
Un atronador sonido de sirenas nos hacía presagiar alguna desgracia, por el contrario marcaba el pistoletazo de salida a uno de los shows más movidos y desenfadados de esta jornada final. Frank Carter y su banda, The Rattlesnakes, se subían al escenario principal con la única intención de ponerlo patas arriba. La banda, con una trayectoria increíblemente corta, se metió al público en el bolsillo con un despliegue de energía sin igual. Por supuesto la gran culpa de ello la tuvo su estupendo frontman, todo un desquiciado que no paraba de animar, correr y saltar mientras iban cayendo los temas de sus dos únicos discos publicados. Pogos alocados, crowndsurfing, gente arrodillada, de todo se vivió en un show en el que Frank, pasado de actitud y carisma, manejaba al público totalmente a su antojo. No me gustó especialmente su propuesta musical, pero hay que reconocer que aquello se transformó en una auténtica fiesta a la que todos nos vimos arrastrados.
Y ahora es cuando viene lo complicado. Igorrr. Un grupo raro. Muy raro. Una banda de culto. Una propuesta extraña, extravagante, y desde luego no apta para todos los públicos. Con Igorrr sucede que te puedes encontrar a un puñado de personas que los consideran una de las mayores genialidades del panorama musical actual, pero también a muchísimas más que consideran que la banda es una puta mierda. Me voy a mojar y, aún a riesgo de resultar polémico y a sabiendas de que mucha gente se va a echar las manos a la cabeza, mi veredicto es el siguiente: Igorrr dieron el mejor concierto de todo el festival. Y lo hicieron por la tarde, sin pantallas ni pirotecnia, sin una iluminación espectacular, bajo el sol y únicamente a base de talento.
No nos engañemos, el panorama musical está muy trillado, muchas veces cuesta distinguir unas bandas de otras, algo que se intenta disimular modificando el prefijo de la etiqueta estilística en cuestión, por lo tanto propuestas que te descoloquen y emocionen tanto, a la vez que destilen calidad a raudales, no deben pasarse por alto nunca. Por supuesto también puede considerarse como un punto negativo la poca accesibilidad de su música, que mezcla absolutamente todo lo habido y por haber, y que hará muy difícil que lleguen mucho más alto en cuanto a popularidad. Tenemos a su estupenda cantante lírica, Laure le Prunenec, que ya hipnotiza en vídeos y resulta totalmente fascinante en directo, con esa preciosa voz y unas capacidades escénicas que rebasan la mera música y la acercan al teatro. Por su parte Laurent Lunoir es el contrapunto perfecto, un ser amorfo y torturado que grita y grita de forma desgarrada. Mientras tanto el batería Sylvain Bouvier, también militante en Trepalium, da una auténtica masterclass en su instrumento, y finalmente el gran cerebro, Gautier Serre, que ejerce de director del cotarro a los mandos de la nave. Aunque el elemento natural de la banda es una sala, y desde luego no bajo la luz solar, consiguieron meternos en su burbuja a los que estábamos dispuestos a ello, y de qué manera. El sonido por desgracia fue algo mejorable en el apartado de las voces, especialmente la de Laurent, al que se vio muy ajustado en su labor. El resto simplemente fue más allá de la música, puro arte. En mi opinión, para redondear la puesta en escena, la formación también debería incluir a un guitarrista. Es bien sabido que Gautier es el gran cerebro detrás de Igorrr, pero al Igual que Tobias Forge aún componiendo toda la música en Ghost no sale él solo disfrazado de Cardenal acompañado de música pregrabada, Gautier debería incluir a un guitarrista para las presentaciones en vivo, con ello ganarían en vistosidad y sin duda resultarían menos chocantes de cara a los despistados que se encuentren frente a la banda sin conocerla previamente. En la música de Igorrr hay grandes riffs y momentos guitarristícos de altura, por lo tanto de cara a las presentaciones en vivo la presencia de un buen guitarrista sería sumar un punto más. Asistimos a un show por desgracia muy breve debido al estatus del grupo, pero que espero les haya hecho ganar algún fan entre los muchos despistados. Al finalizar la actuación de los franceses mucha gente se había quedado con la sensación de «¿pero qué cojones acabo de ver?», algo totalmente comprensible, pero para los que nos subimos al barco de Igorrr hace tiempo aquello fue sin duda una velada repleta de magia.
Tras esta sorprendente actuación era el turno de uno de los platos fuertes del festival: Prophets of Rage. La superbanda formada con piezas de Rage Against the Machine, Public Enemy y Cypress Hill resulta una combinación explosiva que no puede salir mal, y menos en un ambiente festivalero. La gente saltó, bailó, ovacionó y disfrutó de lo lindo. El sonido fue estupendo, con un Tom Morello que, a pesar de estar recuperándose de un contratiempo en su mano, dio un auténtico bolazo, ejerciendo de batuta y maestro de ceremonias con su feeling y extrañas técnicas de guitarra, y una formación que, poco a poco, se va desembarazando de su enorme legado para gozar de una personalidad propia. Evidentemente tuvieron que tirar de clásicos indiscutibles de sus respectivos proyectos pasados, como Fight the Power, Bullet in the Head, Jump Around o Bulls on Parade, a los que, de forma loable, intentaron dar una pequeña vuelta de tuerca para no limitarse a una interpretación sin más. También dejaron caer unos cuantos temas originales que, aunque no recibieron la misma respuesta por parte del público, no desentonaron en el conjunto de la actuación. Como decimos otra fiesta más sobre el escenario principal que acabó, como no podía ser de otra forma, con una brutal interpretación de Killing in the Name, acompañados esta vez por el gran Frank Carter a modo de guinda. Una descarga notable que tuvo un pequeño punto negro justo al final, cuando B-Real se despidió con un sonoro «¡Muchas gracias Barcelona!» que provocó la mofa y la indignación entre los asistentes. Asumiremos que fue un pequeño desliz y nos quedaremos con la espectacular actuación y respuesta del público.
Y llegamos al fin de fiesta y otro de los momentos más polémicos del festival: la actuación de Kiss. Un concierto que, como no podía ser de otra manera, generó opiniones encontradas entre aquellos a los que les parecido un show correcto e intentaron pasarlo bien y aquellos a los que les pareció estar asistiendo a una esperpéntica verbena. Sinceramente, no sé qué esperaban algunos, más aún teniendo en cuenta que Kiss llevan haciendo el mismo show, casi punto por punto, desde hace décadas. El set list de siempre, la coreografía en Deuce, el momento Gene en Firehouse etc etc… todo eso siempre ha estado ahí y casi siempre en el mismo orden. A estas alturas todo el mundo debería sabe qué puede esperar de un concierto de Kiss. En este caso casi todos vuestros prejuicios serán ciertos y la probabilidad de disfrute del show dependerá de los ojos que los miren. La actitud y predisposición con la que uno afronta el concierto de esta veterana banda sin duda es clave para la experiencia en sí. Dicho esto apuntar que yo iba allí para divertirme, ni más ni menos. Paul Stanley hace mucho que perdió sus capacidades vocales, y es algo que desde luego no ha mejorado con el tiempo. Su labor al micrófono fue lo único que destacó negativamente dentro de un espectáculo de luz y sonido calculado al milímetro. Por suerte Paul es un profesional con muchísimas tablas e intentó compensar su bochornosa interpretación derrochando carisma, comunicándose y animando constantemente al público de todas las formas posibles, incluso chapurreando algo de español.
La respuesta del público me pareció muy fría, más aún estando frente a «the hottest band in the world». Ignoro si fue por agotamiento tras tres días de conciertos, o por llevar unas expectativas demasiado altas y darse de bruces con la realidad. Ante el lamentable estado de Paul fue Gene Simmons quien se echó la actuación al hombro. Por suerte el hombre no ha perdido su particular timbre de voz ni su carisma como The Demon. Como apuntamos el show transcurrió de la forma planeada, tuvimos ristra de clásicos del rock como Shout it out Loud, Lick It Up, I Was Made For Loving You o Black Diamond, así como los habituales recursos escénicos de la banda: el cacofónico solo de bajo de Gene Simmons escupiendo sangre, para posteriormente ser elevado hasta las alturas donde interpretaría God of Thunder, el momento tirolina sobre el público de Paul Stanley en Love Gun o el fin de fiesta total con Rock and Roll All Nite plagado de confeti y petardos. Un show correcto donde los únicos puntos verdaderamente negativos fueron la voz de Paul y la falta de ritmo en algunos momentos.
No fue ni de lejos el mejor concierto del festival, de hecho personalmente no lo situaría ni siquiera en el podio. Pero fue el concierto de Kiss, ni más ni menos.
Aún quedaba bastante tela que cortar: Alestorm, The Bronx, Exodus y Eyehategod, pero mi estado era ya tan lamentable debido a los excesos y el cansancio que no me atrevo a faltar el respeto a dichas bandas intentando hacer una crónica objetiva, por lo que doy por finalizada aquí la crónica de conciertos.
Galería de fotos jornada del sábado 14:
CONCLUSIÓN.
Pues otro Resu a las espaldas y un muy buen sabor de boca en el paladar. El emplazamiento del festival es fabuloso, la organización impecable, se respira un buen rollo general por parte de la gente, que va simplemente a divertirse y pasar un fin de semana para el recuerdo junto a sus familiares y amigos. Sobre las tablas se ha vivido alguna pequeña decepción, que ha quedado suplida de sobra por otras actuaciones de grandísimo nivel.
Parece ser que las cifras se han resentido ligeramente en esta edición y la asistencia ha sido algo menor que en años pasados, aun a pesar de contar con mayor presupuesto, pero tampoco hay que alarmarse porque ni mucho menos ha sido un descalabro, y ante el difícil panorama y la competencia parece que Resurrection Fest ha salvado de sobra los muebles. Está bien recordar que esto es una carrera de fondo en la que solo los más aptos sobreviven, y la gente que está detrás del festival está siguiendo una línea bastante definida, en la que prima el buen trato y la comodidad hacia el público a la par que se intenta que crezca el negocio. Siguiendo por ese camino la longevidad del festival está asegurada.
Por nuestra parte esperamos impacientes su siguiente edición, que estamos seguros será nuevamente una cita obligada y un fin de semana memorable. Nuestro agradecimiento a la organización, los empleados, las bandas y el público, todo ello perfectamente coordinado para hacernos vivir una gran experiencia, la experiencia Resurrection Fest. ¡Nos vemos en el siguiente!