Sello: BMG.
Productor: Nick Raskulinecz.
Crítica por Carlos Kashmir.
Tercera parada en la nueva andadura de AIC 2.0, y lo primero que me viene a la cabeza es una cita del dramaturgo francés Pierre Corneille que reza “cuanto mayor es el esfuerzo, mayor es la gloria”. Y me refiero a ella porque al igual que los dos anteriores álbumes, no es fácil el camino hasta hacerse con él. Tiene que pasar un proceso de maduración para llegar a vislumbrar la verdadera magnitud de este “Rainier Fog”. Es entonces cuando empiezas a encajar piezas y sin saber cómo a cantar los temas, aprenderte cada puñetero riff, línea de bajo o batería… y a emocionarte. Y eso que hubo un momento en el que casi me enroco en pensar en él como en el primer pequeño tropiezo de una carrera inmaculada, viniendo de un comeback tan conmovedor y sobresaliente como “Black Gives Way To The Blue”, y del “Dinosaurio”, una continuación que para servidor puede ser perfectamente el mejor disco de esta década. El listón siempre está en las nubes con Cantrell & co., la confianza es plena a pesar de las dudas tras las primeras escuchas, pero como de costumbre vuelven a tocar la fibra y seguir dejando el nombre de AIC y la memoria de Layne en un lugar inalcanzable para casi cualquier banda que haya continuado en unas circunstancias parecidas. De ese lugar tiene la llave y la fórmula secreta Jerry Cantrell.
Regresan con otro magnífico título, inspirado en el Mount Rainier que domina el skyline de Seattle, siendo la primera vez en 22 años que graban en su ciudad natal y en los estudios Bad Animals (ahora Studio X), tras el clásico “Tripod”. Nick Raskulinecz está una vez más tras los mandos, y en su estudio casero de Nashville grabaron también voces y guitarras. Huelga decir que el sonido de la banda vuelve a ser único e inimitable. Kinney continúa demostrando que su golpeo y estilo son personalísimos, e Inez sigue sustentando a la banda con sus contundentes e imaginativas líneas. DuVall tiene esta vez algo más de protagonismo, pero a estas alturas todos sabemos cuál es su rol, que no es otro que apoyar a Cantrell en las melodías vocales y guitarras, dando aire fresco a la banda con su personalidad; no calzarse las botas de Layne. Bendito el día que sus caminos se cruzaron en la gira del “Degradation Trip” y Cantrell se dio cuenta de la química vocal y musical tan grande que existía entre ambos. Y es que resucitar a AIC podría haber sido una de las mayores catástrofes musicales de la historia, y no solo no ocurrió eso, sino que están escribiendo uno de los capítulos más respetuosos, dignos y emocionantes que se recuerdan. Con “Rainier Fog” lo siguen refrendando.
Abre The One You Know con un riff incisivo, Inez soltando grasa con su bajo y Jerry desgañitándose la garganta y luciéndose con un soberbio solo, algo predominante a lo largo del disco. Según Cantrell se inspiró en el Fame de Bowie y escribió el tema cuando éste falleció. En directo ya hemos comprobado la redacción (tanto en Hellfest como en Mad Cool) que suena de fábula, y los fans la cantan como un clásico más.
En Rainier Fog meten una marcha más y DuVall se apodera de la voz, hasta que llega ese típico cambio de ritmo marca de la casa y Cantrell pone el contrapunto y el toque para que el tema termine por agarrarte las pelotas. Se trata de un tributo a la escena de Seattle; la demo original la grabó Cantrell en su casa de Los Angeles con la ayuda de todo un Duff McKagan, el cual le dijo que debía ser el primer single. No le hizo caso, aunque a tiempo están de publicarlo como tal.
Con Red Giant nos introducen en una caverna a base de riffs muy metaleros, a los que Kinney con su batería les da ese empuje para que sea aún más jevis. Uno de los momentos más oscuros y monolíticos del disco, que te llevan a la hipnosis con esos ritmos pesados.
Tras arrastrarnos con sus cadenas en el anterior tema, en Fly Cantrell se saca de su sombrero de cowboy un temazo de esos que sirven de perfecto equilibrio a la densidad de otros, y que recuerda a los tiempos del “Boggy Depot”. Cierto sabor country planea con las acústicas y el deje de Cantrell, que vuelve a sacársela con otro solazo y un celestial estribillo.
Pocas cosas me irritan más, musicalmente hablando, que digan que AIC 2.0 no tienen variedad en sus discos. A parte de ser una falacia, demuestran que siguen queriendo investigar otros terrenos, como es en el caso de Drone, una locura de blues (en “Jar Of Flies” le dieron una vuelta en Don´t Follow y Swing On This), potente, fangoso y demoníaco. Jerry saca a pasear su inmenso feelin’ y la base rítmica se luce. Al final de la canción parece como si fuera a aparecer entre la espesa niebla el malo de una peli slasher. El que sí aparece tocando la guitarra acústica es un buen colega de la banda, Chris DeGarmo de Queensrÿche.
Deaf Ears Blind Eyes da el pistoletazo de salida a la segunda cara volviendo las oscuras golondrinas armonías vocales. Un vals bailado de puntillas sobre lodo.
Pasan con pasmosa facilidad del lado oscuro a la luz con Maybe. Cantrell manda y te agarra de la mano para hacerte volar. Con un regusto al “Sap” y “Jar Of Flies” contiene un largo y fabuloso estribillo y un interludio sencillamente épico.
Con So Far Under tenemos el claro ejemplo de la adaptación total y mimetización de DuVall al sonido AIC, ya que es un tema suyo que suena a “Tripod” por los cuatro costados, hasta el solo a lo Sludge Factory. Enfermizo y con un estribillo bestial que parece un motor bajando de revoluciones. DuVall comentó sobre ella que “trata de sentirme completamente en contra, en inferioridad numérica, rodeado, enfrentando cuotas aparentemente insuperables, y estar realmente cabreado al respecto; fue inspirado por las circunstancias personales, así como por los eventos del mundo en general”. Al parecer también estaría detrás el suicidio de un cercano amigo suyo.
DuVall sigue reclamando protagonismo en Never Fade, pareciendo a primera vista el tema menos especial o más impersonal que encontramos en ”Rainier Fog”,
pero con un rollo Comes With The Fall y un estribillazo cortesía de Cantrell que se te mete hasta el tuétano. Una copla que da dinamismo y frescura al disco, rock directo sin pretensiones ni concesiones.
Y es así como llegamos al introspectivo All I Am, un cierre melancólico que vuelve a envolvernos con esa capa de niebla que tiñe el álbum en ciertas ocasiones. Con un tono novedoso en el sonido AIC, una progresión muy epic classic rock setentera y unos arreglos y efectos que se dejan ver en más momentos del disco dando aún más empaque. El Ten Years Gone, Dream On o Tuesday’s Gone de los de Seattle.
“Rainier Fog” quizás esté un peldaño por debajo de los dos anteriores, pero no deja de ser otra enorme demostración de clase y buen gusto, y una piedra más que forma una trilogía apabullante que puede comer sin problema en la misma mesa de los clásicos noventeros. Y es que incluso cuando parece que intento sacarles más pegas, al final consiguen volarme la cabeza y arrancarme el corazón. Quizás guste más a cierto sector que veía el “The Devil Put Dinosaurs Here” un tanto lineal, pero créanme que solo se trata del orden de los temas, porque el “Dinosaurio” no puede ser más variado. Como decía al principio “cuanto mayor es el esfuerzo, mayor es la gloria”, y es que hace falta esa paciencia y esfuerzo para descubrir la auténtica dimensión y alcance de los temas, y llegar así a esa gloria que nos espera cada vez que lo escuchemos. AIC 2.0 continuarán siendo los que más respeto merezcan de su generación mientras Cantrell siga en pie. Da vértigo pensar que ha pasado por todo tipo de momentos bajos, hundido en un agujero, y viendo como se han ido tantos amigos… y ahí está, superando cada obstáculo que ha tenido en la vida y entregado 100% a la música y a la banda de su vida, no queriendo formar una familia por ello, su familia es la música (¡y su granja!). Tal vez sea el músico de los 90s que mantenga la llama de la inspiración mejor y más dignamente. El nombre de Alice In Chains no puede seguir en mejores manos. ¡Eterno Jerry Cantrell!