Los Anthrax de John Bush.
Vol.1: Sound of White Noise (1993).

Texto por Antonio Aparicio.


El arranque de la década de los 90 supuso una significativa transformación en el mundo musical y fue el punto de inflexión para muchos grupos. Mientras que implicó el nacimiento y desarrollo del grunge, el metal industrial y la música alternativa, otros estilos como el heavy metal comenzaron a coger óxido aplastados por el rodillo de las nuevas tendencias. De ahí que muchas bandas ya consagradas, percibiendo los nuevos aires que se respiraban, se vieran en el dilema de transformarse y reinventarse o caer en el olvido y desaparecer. De cambiar los pelos largos y cardados, la laca, la ropa ajustada y andrógina por camisas de franela, pantalones rotos, y zapatillas de skate reventadas. En algunos casos consiguieron ese reciclaje sin perder la esencia o la calidad, mientras que en otros conllevó una bajada de pantalones en toda regla, forzada por exigencias de sus productoras o por no perder notoriedad y prestigio (y dinero).

Lo cierto es que si los grupos de metal que venían de triunfar en los años 80 no querían perder ese tren, tendrían que modificar sus registros y adaptarse a lo que en ese momento era considerado como actual; tanto en lo estrictamente musical como en el contenido de sus letras. En definitiva, cambiar su filosofía, cambiarlo todo. Para ello había varios caminos: Mezclar estilos o adentrarse en en el sonido grunge. O sonar como Pantera.

Y aquí es donde nos encontramos a Anthrax en el año 1992, con el abandono/despido del frontman del grupo, Joey Belladona. Quizá porque él se lo buscó, quizá porque los demás miembros del grupo lo marginaron a propósito, quizá porque querían dar un vuelco a su carrera, o por una mezcla de todo, en el año 1992 el frontman de Anthrax abandonó el grupo. El caso es que se Scott Ian y compañía decidieron ponerse en contacto con el cantante de un grupo metalero de segunda fila, Armored Saint. John Bush, a pesar de ser relativamente desconocido por la gran masa, gozaba ya de popularidad entre los grupos de la Bay Area por su peculiar y potente voz. De hecho, durante una época en que James Hetfield se planteó actuar sólo como guitarra, se llegó a pensar en incorporarlo como el frontman de Metallica. Incluso el propio Scott Ian llegó a declarar que si hubiesen contado con Bush desde el nacimiento de Anthrax serían la banda más grande de thrash sobre la tierra.

El paso siguiente fue romper con su antigua discográfica especializada en heavy metal, Megaforce records, y firmar contrato con el sello Elektra, con el que se comprometían a sacar a la venta un total de 5 álbumes a razón de 2 millones de dólares cada uno. En aquella época las discográficas aconsejaban, sugerían e incluso presionaban a sus grupos para que se ajustasen a los nuevos estándares, dejasen atrás “impulsos creativos individuales” y se adaptaran a los atribulados sonidos provenientes de Seattle. Y Anthrax no fueron una excepción. Se pusieron en contacto con Dave Jerden, prestigioso productor que trabajó con Alice in Chains en dos de los discos más influyentes de la época ,“Facelift” y “Dirt”, y con el ex cantante de Armored Saint ya contratado como frontman, se pusieron manos a la obra. El proceso creativo involucró a todos los componentes del grupo, incluído el propio Bush, al que otorgaron libertad tanto para colaborar en la música como en las letras.

Conociendo estos antecedentes, se iban disipando dudas poco a poco. ¿Qué camino tomaría Anthrax en este momento? La continuidad que les había proporcionado tanto éxito? ¿Tirarían por el lado alternativo como ya hicieran en el álbum “the attack of the Killer B´s” fusionando varios estilos, pero sin salirse del thrash? ¿Intentarían algo arriesgado para una banda ya consolidada? El resultado fue este trabajo, un auténtico punto de inflexión que marcaría una época para ellos. El cambio se había producido y era radical. Dejaron a un lado las bermudas, la estética colorida y el cachondeo para volverse más serios, solemnes y afectados. La música, conservando la potencia del metal, ya no era tan rápida, jugaban con los tiempos y las guitarras sonaban con una suciedad impropia del thrash metal, acercándose más a la densidad de Crowbar, con claras influencias de grupos que rompían esquemas en esa época, como Alice In Chains, Melvins o Pantera, de los que eran buenos amigos. Por otra parte las letras dejaron de tener ese tono jocoso y burlesco para tratar temas mucho más serios, acordes también a la temática coyuntural. Incluso guardaron el el baúl a “Not Man”, el monigote bigotudo con esa sonrisa grotesca que utilizaban como mascota. Incluyeron la frustración, la angustia vital, la tristeza, el aislamiento o la soledad; exploraron los recovecos de la enfermiza, paranoide y depresiva mente humana, así como la incapacidad para sobrellevar los problemas y encontrarles una solución. Por cambiar, hasta cambió la estética de las carátulas y el libreto, dándoles un aire industrial muy característico. De hecho, la portada podría acompañar perfectamente cualquier disco de Nine Inch Nails sin desentonar.

El álbum salió a la venta el 25 de abril de 1993 y se llamó “Sound of White Noise”. El ruido blanco es un sonido que contiene todas las frecuencias y éstas están a la misma potencia. El sonido de las olas del mar, el del tráfico de fondo, una radio desintonizada o un aspirador encendido son ejemplos característicos. Tiene distintas aplicaciones, utilizándose terapéuticamente para relajación, para crear estados alterados de conciencia, como método para facilitar la hipnosis, o incluso para quebrar la voluntad de un interrogado y obligarlo a confesar. Y sí, las guitarras de este disco suenan a un maravilloso y potente y agresivo ruido blanco. 

El disco se presenta con el tema “Potter’s Field” (el lugar de un cementerio donde se enterraba a gente pobre o a bebés no reconocidos por sus padres”), con una introducción de ruido blanco, una voz que invita a adentrarse en esta experiencia auditiva y que nos dice “This is a Journey Into the sound”. Un corte sacado de una locución del actor inglés Geoffrey Sumner, utilizada también por otros artistas para introducir sus propios trabajos. Parece que nos están advirtiendo y preparando para lo que se nos viene encima. Es como un interludio, un corte brusco, una aclimatación para escuchar a los nuevos Anthrax. Enseguida y en medio de ese ruido blanco surgen una serie de golpes que parecen imitar la cadencia de los latidos de un corazón en estado de reposo que se empieza a acelerar hasta alcanzar una velocidad crítica… hasta que surge la batería a un ritmo vertiginoso, casi de redoble que suena a los disparos de un subfusil y un momento después un agresivo y sucio riff de guitarra. Y entonces da la bienvenida la voz rasgada, seca y áspera de John Bush. PERO QUÉ ES ESTO. ¿Estos son Anthrax? Miro la carátula otra vez a ver si me he equivocado. Pero no. Han vuelto. Son distintos . Y suenan de puta madre. Una sensacional sorpresa. Su presentación ha sido una descarga brutal. Desde el primer momento uno se da cuenta de que han roto con su pasado y han cogido otra senda. Por cierto, esta canción habla en primera persona de la ira y el desprecio que siente un bebé nonato que reprocha a su madre no haber nacido porque ha sido abortado.

Nos preparamos para el segundo corte, “Only”, del que el mismo James Hetfield dijo que era “una composición perfecta”. Funcionó como la canción más representativa del álbum y la que más éxito cosechó. Aunque es la más comercial, incluso con un estribillo aparentemente pegadizo, sigue conservando el tono rabioso y arrollador de la primera. La letra sigue adentrándose en la condición humana, indagando en el reproche, el desengaño y la falta de confianza en los seres cercanos. Sin tiempo para recuperarse y descansar surge la tercera pista, “Room for one more”. Empezamos a darnos cuenta de que el sonido va a ser homogéneo y uniforme. No va a haber cambios radicales en los registros como en trabajos anteriores, más influidos por el eclecticismo y la música alternativa. La canción comienza con un demoledor riff que intenta parecerse a los anteriores Anthrax, pero enseguida aparece un John Bush que parece decirnos “ Eh, tíos un momento, que ahora yo soy el cantante y mando yo”. Vuelven a hablar en la letra de la culpa, la venganza, y de la imposibilidad de arreglar el pasado por muy arrepentido que estés de tus actos. De este tema rodaron un vídeo donde se confirma el cambio en la estética, ahora más austera, decadente e industrial.

Continúa el trabajo con “Packaged Rebellion”, una crítica a los “revolucionarios de salón”, aquellos adolescentes que se creen rebeldes por aparentar una determinada actitud, pero que en realidad esconden una personalidad vulgar y conformista. Comienza con unas guitarras lejanas que se van acercando poco a poco, hasta que estallan en una melodía que transmite desengaño y decepción. Sin mantener el tono implacable y agresivo de los otros cortes, sigue consiguiendo un sonido denso y homogéneo, incluída una melodía pegadiza. “Hi Pro Glo” es el quinto tema del álbum, otra serie de demoledores riffs acompañados de una batería que parece estar a punto de romperse en cualquier momento. Se nota la influencia del sonido Pantera, tanto en la forma de la composición como en el sonido. El título de la canción es un juego de palabras en inglés que mezcla la marca de una comida para perros con la pose y la afectación de personas que fingen ser de una manera pero que luego son unos farsantes.

Seguimos con “Invisible”, muy del estilo groove metal de Pantera y que luego imitarían Machine Head. Una de las canciones más salvajes del álbum en donde se puede apreciar que Bush no sólo tiene una potentísima voz, sino que encima la sabe usar. Siguen ahondando en temas como la deslealtad, la falta de confianza confianza y el reproche que conlleva. La siguiente es “1000 points of hate” quizá es la que más recuerda a su pasado, pero manteniendo siempre ese tono novedoso que provoca la escucha de este trabajo. Ritmo rápido, guitarras, sonido ácido y la voz de Bush a pleno rendimiento. Letras sobre odio, rencor y resentimiento. LLega “Black Lodge”, consigue un aura de misterio y desasosiego que la convierte en la canción lenta del álbum pero aún así está lejos del concepto de balada. A pesar de intentar alejarse de su su pasado, Anthrax siempre han sido admiradores de los cómics y las películas de serie B. En este corte nos muestran su lado más mitómano. El título de la canción hace mención a una localización que aparece en la serie “Twin Peaks”. Para los arreglos contaron con la colaboración del músico Ángelo Badalamenti, compositor de la archiconocida banda sonora de esta serie de culto.

La novena canción lleva el extraño título «C11H17N2O2S Na», que es la fórmula química del pentotal (o tiopental) sódico, un potente barbitúrico que se utiliza en combinación con otras sustancias como inyección letal para los condenados a muerte, o como suero de la verdad en interrogatorios. Ritmo y potencia vertiginosos, sonido sucio y desgarrador. Anthrax no pareciéndose a Anthrax. “Burst” es la penúltima, con todos los instrumentos a una velocidad vertiginosa para dar paso a la desgarradora voz de Bush, que se exhibe en este tema enseñando lo que es capaz. Agresividad, rapidez y mucho, mucho talento.

La última canción es “This is not an exit”, una fantástica y curiosa forma de cerrar. A pesar de que el álbum mantiene un sonido uniforme, en esta es donde quizá se encuentra más la influencia de la época, del grunge, y más concretamente de Alice in Chains. Porque sin perder la esencia de lo que en realidad querían hacer y de cómo querían sonar, este tema parece una composición perdida de Staley, Cantrell y compañía que hubiesen tomado prestada los Anthrax para hacer una versión. Texturas musicales envolventes, potencia y rabia desesperada junto a melodías que suben y bajan para conseguir una atmósfera rabiosa y depresiva. Hasta en alguna parte se atreven con los coros, e incluso la letra se asemeja: Desesperación, culpa, indefensión, descontrol, depresión. “This is not an exit, I can never change it, This is not an exit, it’s no way”. Puros años 90.

En definitiva y para acabar, gran trabajo de los siempre infravalorados y menospreciados Anthrax, que supieron adaptarse y sobrevivir a los peculiares y talentosos años 90. Personalmente prefiero a Bush y no a Belladona, pero ya se sabe: Las opiniones son como los culos , todo el mundo tiene el suyo. Si aún no has escuchado este disco, no sé a qué esperas.



Muy pronto más entregas repasando la era John Bush de Anthrax.

DiabloRock