Retomamos nuevamente la sección Benditos Bastardos. Y por supuesto lo hacemos de la mano de uno de esos títulos que levantaron polvareda en su día y que aún producen cierta controversia en la actualidad. De esos discos que figuran como una especie de rareza dentro de la discografía de una banda. Odiado por unos, amado por otros, defendido y aborrecido a partes iguales. Es hora de retroceder a la década de Rambo, Robocop, las baterías electrónicas, los lagartos de V y los peinados con toneladas de laca. Bienvenidos a 1986, el año de la mano de Dios de Maradona, la tragedia de Chernobil y… la publicación de Turbo de Judas Priest.
Judas Priest – Turbo (1986).
Por Jaime Taboada.
Judas habían comenzado la década de los 80 pisando el acelerador y sin intención de levantar el pie. Trabajos como British Steel, Screaming For Vengeance o Defenders Of The Faith habían aportado varios himnos al repertorio del grupo y en 1984 eran junto a Iron Maiden, Ozzy o Scorpions uno de los nombres más representativos del heavy metal. Tras la publicación y posterior gira de presentación de Defenders Of The Faith la banda estaba en lo más alto de su carrera. Sus discos se vendían cada vez mejor y sus conciertos congregaban cada vez más público. Sin embargo los años de actividad frenética comenzaban a pasar factura, por lo que Halford y los suyos decidieron tomarse un respiro de varios meses.
En 1985 Judas Priest no tocaron en directo, salvo en uno de los conciertos de Live Aid. Los miembros del grupo aprovecharon para descansar, relajarse (algunos en Marbella) y componer con tranquilidad. Rob Halford pasaba en aquel momento por un importante bache anímico y personal motivado por el consumo abusivo de drogas y por graves problemas con su pareja, lo que desembocó en el suicidio de ésta. El Metal God parecía atravesar el peor momento de su vida. Incluso años más tarde llegó a confesar en una entrevista que intentó suicidarse. Pero si algo ha demostrado el carismático cantante a lo largo de su carrera es que siempre que ha caído se ha vuelto a levantar. Y el de 1985 es solo un ejemplo entre varios. El frontman se reharía y Judas Priest regresarían al primer plano de la actualidad. ¡Por todo lo alto!
Debido al periodo de descanso, KK Downing, Tipton y el propio Rob acumularon material para llenar dos discos al menos. Por lo que la idea inicial fue la de grabar un doble LP que se titularía Twin Turbos. Finalmente se descartó el formato doble en favor de un álbum sencillo. Para ello la banda recopiló el material más accesible y comercial. En 1985 el pop dominaba el mundo y el grupo quería trascender más allá del heavy metal. Hablamos de la época de las emisoras FM y de la incipiente MTV, dos pilares básicos en los que apoyarse para cualquiera que deseara llegar y/o mantenerse en la cima. Y Judas Priest, sin complejos, quisieron intentar el asalto al estrellato. Y de ahí el carácter de “bastardo” de Turbo.
No era la primera vez que Halford y los suyos grababan canciones ligeras o pegadizas. Hits como You´ve Got Another Thing Coming o Living After Midnight lo eran, por poner dos ejemplos. Pero en Turbo todo está clara y premeditadamente orientado a la comercialidad. ¡Y el resultado es cojonudo! El disco generó interminables polémicas desde el momento de su publicación y del estreno del videoclip de la canción Turbo Lover. Guitarras sintetizadas, teclados, nuevo look y nuevo sonido. Todo a la vez. Y claro, el cambio se le atragantó a algunos fans que no veían clara esa “dulcificación”. Hoy quizás esto nos suene a batallitas del abuelo cebolleta, pero hay que poner este tipo de polémicas en su contexto. Y lo que en 2018 puede ser considerado una anécdota, en 1986 tomó el cariz de asunto de estado.
Hace poco más de 30 años el mundo del rock en general era bastante conservador y casi todo se encerraba en etiquetas y tribus urbanas. Las mezclas no eran bien vistas o al menos eran percibidas con desconfianza. Debido a esa cerrazón, hubo más de un caso de colapso nervioso de fans que no daban crédito a sus oídos mientras escuchaban el inicio de Turbo Lover, con su sintetizador, su batería y la forma de cantar de Halford. No dispongo de estadísticas pero posiblemente en esos días aumentó el consumo de ansiolíticos entre la parroquia metalera.
En 1986 el ambiente del heavy era muy inmovilista y poco dado a sutilezas. Quien metiera teclados en sus canciones era visto con desconfianza salvo que se tratara de John Lord o del teclista algún grupo prog (en aquel momento denominados como Rock Sinfónico) que gozaban de una extraña bula. Y si en lugar de teclados hacía acto de presencia algún sintetizador, el grupo se arriesgaba a recibir todo de tipo de insultos y amenazas además de exponerse a la ira de muchos de sus fans que practicarían el tiro al músico en los conciertos usando los más variopintos objetos (vasos de cerveza, monedas, cinturones, etc.).
Pero Judas Priest nunca fueron de los que se arrugaran ante los retos. Y la publicación de Turbo significó uno de importancia capital. Recibido con división de opiniones hubo quienes lo vieron casi como un delito de alta traición, mientras otros sin embargo lo aceptaron y disfrutaron. La banda consiguió además incrementar su base de fans, puesto que el disco se situó como el más vendido hasta ese momento en la carrera del grupo. No es para menos, teniendo en cuenta que hablamos de un álbum en el que todos los temas son potenciales singles.
Y es que dudo que alguien pueda ponerle pegas a un himno como Turbo Lover, con ese crescendo y ese estribillo tan memorable (I´m Your Turbo Lover/Tell Me There´s No Other/I´m Your Turbo Lover/Better Run For Cover). Por no hablar canciones pensadas para corear puño en alto en algún concierto multitudinario como Rock You All Around The World, Private Property o la comercial pero excelente Parental Guidance, un ataque directo al puritanismo censor y aquel odioso PMRC, organización autoproclamada guardiana de la pureza y la moral del público.
Tratándose de Judas Priest no podía faltar la ración de épica, por supuesto. Y en Turbo estaba presente y a lo grande en Out In The Cold, medio tiempo precedido de una intro con sintetizador (sí, más “herejías”) que iba creciendo en intensidad según iban transcurriendo los más de seis minutos de duración. En la gira de presentación del disco, utilizaron este tema para abrir los conciertos, con efectivos y efectistas resultados.
Pero Out In The Cold, utilizado para abrir la cara B del LP, iba a ser tan solo un alto en el camino; un momentáneo desvío del lado festivo. Las aguas volvían a su cauce y el resto de los surcos del álbum estaban ocupados por cortes como Hot For Love o Wild Nights, Hot & Crazy Days, con títulos más propios de Ratt o Motley Crüe que de Judas Priest. Dos cañonazos en cualquier caso, más metálico el primero, más festivo y hard rockero el segundo, que daban paso a Reckless, quizás la canción que mejor retenía la esencia clásica de la banda. Cuando el álbum se puso a la venta el personal alucinó. Para muchos fue un horror difícil de olvidar e imposible de perdonar. Y más cuando comprobaron que el grupo no se había vuelto loco ni eran robots o impersonators. Incluso como productor figuraba Tom Allon, su hombre de confianza y con quién habían trabajado en muchos de sus anteriores trabajos. Hubo sospechas de algún episodio de locura colectiva transitoria.
Por mi parte, lo único que puedo decir es que, siendo un disco “bastardo”, ha aguantado más que bien el paso del tiempo. A mí me sigue pareciendo un gran álbum en el que no sobra nada y con la presencia de unos cuantos temas memorables. Si bien ese marcadísimo regusto ochentero se puede atragantar en determinados momentos, (¡ese sonido de batería y esas guitarras sintetizadas!) de principio a fin es un título básico, a mi entender, dentro de la discografía de la banda.
La presentación del disco dio lugar a la grabación de un doble LP en directo. Y posteriormente, en 2016 se publicó una lujosa reedición con dos CD´s extras grabados en un concierto en Kansas City. Las aguas volvieron a su cauce y tras la experimentación que supuso Turbo el grupo volvió por sus fueros metálicos posteriormente con la publicación de Ram It Down, y sobre todo con el explosivo Painkiller.
Pero no es momento de ponerse trascendente sino de volver a sentirse como un adolescente, y corear de nuevo mientras hacemos los cuernos el estribillo de Parental Guidance a voz en grito, sin importarnos nada ni nadie.