The Jimi Hendrix Experience – Electric Ladyland.
Fecha de publicación: 16 y 25 de octubre de 1968 en EEUU/Europa.
Productor: Jimi Hendrix
Discográfica: Reprise Records.
Texto por Carlos Salvador.
“… joder, ¿y a qué me dedico yo ahora?”
Algo así balbuceó un estupefacto Jeff Beck tras presenciar la actuación de un joven guitarrista que Chas Chandler, bajista de The Animals reconvertido en manager, había traído desde Estados Unidos al colorido Londres de finales de 1966.
La historia es bien conocida. La que cuenta cómo la realeza del rock inglés, desde Paul McCartney a Pete Townshend, asistía alucinada a unos conciertos en los que ese guitarrista negro y zurdo, de peinado imposible y ropajes chillones, se entregaba a un ritual de energía bruta, lascivia y violencia. La historia de un guitarrista que reinventaba el rock, el blues, el pop y el soul lanzándolos al futuro entre oleadas de ruido y feedback. Que tocaba la guitarra con los dientes, la maltrataba y la acariciaba, se frotaba contra ella en una nada sutil simulación sexual, y acababa destrozándola o prendiéndole fuego. La historia de cómo The Jimi Hendrix Experience aterrizó en el Swingin´ London y lo cambió todo en un tiempo récord.
1967 fue un año de vértigo en todos los sentidos, y Jimi Hendrix junto al extraordinario batería Mitch Mitchell y el efectivo bajista Noel Redding publicó los indispensables Lp´s Are you experienced? y Axis: Bold as love. Dos discos en los que el uso de la guitarra en el rock se llevó a unos límites nunca antes escuchados y que le convirtieron en uno de los iconos definitivos de la cultura pop.
Sin embargo, la figura de Hendrix es una de las más distorsionadas del rock, reduciendo habitualmente su importancia únicamente a espectacular guitarrista. Instalado perennemente en ese ridículo Panteón de los dioses del rock y en el aún más absurdo club de los muertos prematuramente, a menudo se olvida que fue tan buen compositor, productor y arreglista como intérprete, sin nada que ver con los miles de guitarristas corremástiles que no parecieron entender nada de su legado. Él trabajaba para la canción, sabía cuándo y qué debía sonar, con una expresividad e imaginación única, y es ahí donde empieza a tomar forma su siguiente trabajo: en la búsqueda de reconocimiento.
Más allá de la violencia y los trucos escénicos, el guitarrista ambiciona ser reconocido como artista y músico antes que como el salvaje del pop de la época. Espoleado por esa ambición creará en 1968 Electric Ladyland, tercer disco del grupo que acabará siendo su canto del cisne y, posiblemente, su obra maestra.
Sabe que será doble, como el Blonde on Blonde de Dylan, y que hará lo que le dé la gana, como los Beatles en Revolver. También que el título del disco servirá como homenaje a las mujeres de su vida.
Con esa idea en la cabeza la grabación se lleva a cabo en innumerables sesiones a caballo entre Nueva York y Londres, buscando la perfección durante noches que no parecen acabar. Chas Chandler, productor de sus dos anteriores trabajos y acostumbrado a las tomas rápidas y a los singles inmediatos de tres minutos, tira la toalla cansado de repetir tomas sin entender qué buscaba su protegido. Es el propio Hendrix quien llevará las riendas de la grabación, siendo finalmente quien tome todas las decisiones. Noel Redding también reconoció acabar harto del caos, el descontrol y la corte de músicos, groupies, y aprovechados en general, que seguían al grupo. Hendrix por el contrario estaba feliz de poder contar con colaboradores y músicos amigos, yendo más allá del formato trío al que estaba limitado.
Y consiguió su objetivo pese a significar el fin del grupo. Puliendo la fuerza bruta de su debut y ampliando la paleta de colores de Axis, Electric Ladyland resultó ser lo más ambicioso, ecléctico y espiritual que nunca hizo. Su gran obra.
El inicio con percusiones tratadas electrónicamente y sonidos distorsionados abre la puerta al maravilloso y delicado soul de (Have you ever been to) Electric Ladyland, una de las canciones de las que más orgulloso estaba Hendrix, quien acabó la grabación de la misma dando saltos de alegría porque, según él, finalmente podía cantar (hasta entonces siempre había estado inseguro acerca de sus capacidades vocales). De ahí a Crosstown traffic, reflejo de una relación fallida en un funk violento y martilleante que mantiene toda la tensión gracias a un insistente piano monocorde y un Mitch Mitchell espectacular. Mientras suenan sus últimas notas la atmósfera se vuelve densa y nocturna, envuelta en bruma. Es el comienzo de Voodoo Chile, el mejor blues que nunca hiciera el grupo. Ayudados por el órgano de Steve Windwood y el bajo de Jack Casady, se entregan a un aquelarre de quince apabullantes minutos de subidas y bajadas, tempestades y calmas, en una historia de hijos engendrados por rituales vudús, espíritus nocturnos y leones en la montaña. Sólo ha pasado una cara de las cuatro que componen el disco y queda claro que éste mira de tú a tú sin complejos a obras capitales de ese mismo año como Beggars Banquet o White Album.
Hay más, mucho más, en esta amalgama de psicodelia, rock, pop y una reinvención de toda la música negra que tan bien conocía Hendrix. Un disco que descubre algo nuevo en cada escucha y en el que el guitarrista expuso todos sus miedos y obsesiones: soledad en la siniestra psicodelia de Burning of the midnight lamp, crítica social ante la creciente violencia racial en House burning down. Incluso temas menores como Little Miss Strange (compuesta y cantada por Redding) mantienen el tipo gracias a la pirotecnia instrumental de Hendrix y Mitchell.
En 1983… (A merman I should turn to be) muestra toda su capacidad melódica en una de sus fantasías más recurrentes de escapar y aislarse del mundo que le rodea, mientras en Rainy day, dream away y Still raining, still dreaming adelanta el futuro jazz rock con el saxo de Freddie Smith y un uso magistral del wah-wah en la guitarra. Uno no puede más que lamentarse de que no se llevara a cabo la colaboración entre Hendrix y Miles Davis, quien reconoció sin tapujos su influencia durante su experimental etapa eléctrica.
No pueden quedar sin mencionar las dos canciones finales. Por un lado la rendición del All along the watchtower de Dylan, que acabó siendo la madre de todas las versiones con Brian Jones de invitado y uno de los solos más recordados de Hendrix. Y como colofón el hard blues de Voodoo Chile (Slight return), su único single en llegar al nº1 en Estados Unidos. Con su reverenciada introducción de wah-wah y su posterior desarrollo proto heavy, posee una expresividad y fuerza telúrica que aún nadie ha superado, tal vez porque esos sonidos sólo podían venir de algún lugar desconocido.
Fin. Salta la aguja. Silencio. Y la sensación de que esto sigue siendo tan revolucionario como entonces. A diferencia de otros coetáneos, el reconocimiento y el éxito fue inmediato, situando a Hendrix en lo más alto.
Una vez publicado, las ediciones estadounidenses e inglesas no difirieron en el listado de canciones, pero sí lo hicieron en la portada según decisión de la compañía discográfica, Reprise en USA y Polydor en Reino Unido y parte de Europa. Ninguna de las publicadas fueron lo que el propio Hendrix deseaba: una fotografía del grupo en Central Park tomada por Linda Eastman, quien al poco tiempo sería Linda McCartney (fotografía que, por cierto, se empleará por primera vez este año aprovechando la enésima reedición).
La insulsa y anodina portada americana tenía el rostro de Hendrix en tonos anaranjados, y la europea, bastante más impactante, presentaba un grupo de mujeres desnudas mirando a cámara con extrañeza, cortesía del fotógrafo David Montgomery. Hendrix la odió desde el primer momento, algunas de las modelos que participaron en ella también, pero se convirtió instantáneamente, escándalo y prohibiciones mediante, en una de las portadas más icónicas y recordadas del rock. Una lástima que en las actuales reediciones no se haya mantenido, más por mojigatería que por cualquier otro motivo.
Han pasado cincuenta años, y tanto los logros como el aura del disco y del propio Hendrix no han perdido vigencia alguna. De Prince al Blood sugar sex magik de los Peppers, de Mars Volta al Ten de Pearl Jam, son pocos los que no han acabado por mirar en un momento u otro hacia la trilogía mágica de la Experience, y a la vista de las continuas reediciones y publicaciones póstumas, en ocasiones indignas, no parece que vaya a disminuir.
El embrujo se mantiene intacto, esperando a que cualquier incauto se acerque a él…´cause I´m a Voodoo Chile… y cómo sonreía el condenado.