«Porque una risotada es la respuesta más sensata y fácil a todo lo extraño». Herman Melville (Moby Dick)
The Malkuth Grimoire, el debut de los germanos Alkaloid en 2015, fue toda una sorpresa por dos motivos. El primero de ellos era la conjunción de estrellas implicadas, pues en él se reunían los ex-Obscura Hannes Grossman y Christian Münzner, Morean de Dark Fortress, Linus Klausenitzer de Obscura y un Danny Tunker cuyo currículum quitaba el hipo (ha pasado por bandas tan insignes como Aborted, God Dethroned, Prostitute Desfigurement o Spawn Of Possession). Algunos de los nombres propios más interesantes del tecnicismo extremo que convertían automáticamente el proyecto en un acontecimiento de primera línea, a la espera de escuchar lo que habían pergreñado los “angelitos”. El resultado (segundo motivo) aunque desigual supuso un soplo de aire fresco dentro del Tech Death Metal que lideraban Obscura y que para muchos fans del terrorismo sonoro pecaba de excesivamente calculado y masturbatorio, mostrándose aquí mucho más libre, fluido y, sí, divertido. Una muy prometedora carta de presentación que tiene su continuación en Liquid Anatomy (2018, Season Of Mist), su segundo largo y en el que la nueva criatura rompe la crisálida para mostrar toda su grandeza.
Si en su debut Alkaloid aún no conseguían quitarse de encima las inercias y la propuesta acababa por momentos en cierta tierra de nadie, ahora por fin podemos disfrutar de la total materialización de esa idea, un disco tan redondo, vital y exuberante que tan sólo deja la opción de aplaudir todos y cada uno de sus aciertos, que son muchos. El más importante era sacudirse de encima las inevitables comparaciones con Obscura, banda madre de la mayoría de los integrantes de Alkaloid y que afortunadamente quedan sepultadas por los méritos propios de que hacen gala en Liquid Anatomy. Y eso tan sólo ha sido posible relajándose, sonriendo e intentando pasarlo lo mejor posible, lo que en conjunción con las inhumanas capacidades técnicas y compositivas del quinteto ha devenido curiosamente en un disco tan revolucionario o más que los esgrimidos por los citados Obscura, principalmente por el imposible maridaje que llevan a cabo entre barroquismo instrumental y gancho indefendible. La maravillosa apertura con Kernel Panic ya nos avisa de que estamos ante algo muy diferente, siendo capaces de hacer guiños a los Cynic más melódicos mientras al mismo tiempo te sueltan guantazos de puro primarismo extremo, haciendo honor al título del álbum con unas transiciones fluidas, irrealmente naturales.
Azagthoth es la mejor prueba de la genial exquisitez que han alcanzado los teutones: a una seductora apertura preñada de sonoridades orientales le sigue uno de los riffs quebrantanucas más adictivos que vayas a escuchar este año, acompañado de coros industriales quebrados por una invocación ultraterrena que de nuevo vuelve a abrazar las melodías corales para cerrar con la quinta puesta y la mirada fija en el hiperespacio. Una absoluta barbaridad de tema donde la imposible exigencia técnica de sus elementos copula con una clara intencionalidad de atrapar al oyente y no soltarlo hasta que la hora larga que compone el disco toque a su fin. Hasta una moñada como la balada que da título al disco alcanza la gloria de la mano de un solo de guitarra ridículamente adictivo, y que algo así funcione en esta casa puntúa doble. El espíritu progresivo de Liquid Anatomy se muestra mucho más acusado que en la mayoría de trabajos del género, demasiado concentrados en mostrar la cantidad de cosas que son capaces de hacer sus músicos en el menor tiempo posible, y que temas como In Turmoil’s Swirling Reaches niega a golpe de Death-Fusión invocando de nuevo a los seminales Cynic y pariendo por el camino otra joya de innumerables facetas.
Los amantes del Tech-Death más ultralimínico pueden consolarse con Chaos Theory and Practice, aunque sus deflagraciones se vean interrumpidas por unos pasajes melódicos de puro prog etéreo que aumentan la sensación de estar ante una criatura realmente especial y ajena a cualquier convención bajo la cual se la quiera enterrar. El único pero, si es que se le puede poner alguno, es ese cierre excesivo con una Rise Of The Cephalopods que intenta obrar como compendio de virtudes en un disco que ya las ha hecho estallar todas en la cara del oyente, y cuyos casi veinte minutos de metraje pueden atragantar incluso al más osado a pesar de contar con algunos momentos realmente alucinantes. En todo caso estamos ante una grieta infinitesimal en un constructo sonoro imponente, la viva demostración de que a veces el genio barroco nace de la relajación y no de sesudos garabateos sobre pentagramas.
El segundo largo de los germanos Alkaloid enarbola con genio imposible la fusión entre Death Metal y Progresivo, y para escarnio del onanismo extremo lo hace tirando de gancho, fluidez y una transversalidad infinita, regalándonos por el camino un disco de los que dinamitan todo a su paso sin inmutarse. ¿Quién dijo que la excelencia no era divertida?