Híbrido – I
Sello: Spinda Records.
Texto por Manuel J. González.
Cuando Sandri Pow [Atavismo] me habló de Híbrido hace ya algún tiempo, me quedé pensando en el nombre. El término abraza indiscutiblemente esa práctica que tantos veneramos: un cruce, una mezcla de esencias. Por otro lado, saber que Poti [Viaje a 800, Atavismo] y José Ángel [Viaje a 800] iban a estar en el proyecto, incrementaba el deseo de conocer más sobre el mismo. Tiempo después supe que la banda había firmado con Spinda Records, un joven sello que se ha ganado el respeto de artistas y fans en un cortísimo periodo de tiempo. Berto Cáceres Caracuel es sinónimo de confianza y buena vibra; un tipo que, como tú y como yo, ama la buena música desde las mismísimas entrañas. Las premisas eran tantas y tan genial el augurio, que nada podía fallar. A la ecuación se agregaba un nuevo ingrediente: la savia de otro músico de nuestro sur geográfico con mucho que decir. Un desconocido – al menos para mí – Zoa Rubio [The Bradlys] es el verdadero artífice del esqueleto de “I”: «somos amigos desde hace muchos años, y exceptuando a Sandri, ya había tocado con ellos en varias ocasiones», comenta el guitarrista.
No hay duda de que Zoa se muestra como sus compañeros de formación, abogando siempre por la humildad y el respeto por la música: «los riffs y la base de las canciones, exceptuando el tema que abre el disco, fueron cosa mía, pero el resultado final es cosa de todos; si no hubieran estado Sandri, Poti o José Ángel en este proyecto, el fruto en cada caso hubiera sido totalmente diferente». Zoa considera que ser músico en el Sur es algo verdaderamente especial: «aquí es todo más complicado, tenemos que hacer el triple de kilómetros para tocar; pero ¿sabes qué?, no lo cambio por nada del mundo; los músicos del Sur tienen algo que los demás no tienen, no me preguntes qué, pero es como lo siento…». Nos cuenta además algo de sus orígenes: «cuando tenía tres años ya tocaba simulando con raquetas de tenis y las partía contra el suelo a lo Townshend; en mi familia había varios músicos… aunque todo hizo click cuando escuché a Hendrix…». Ya hablando de “I”, Zoa nos explica el camino que ansiaba recorrer: «quería un disco progresivo y lleno de contrastes; soy bastante meticuloso y exigente, aunque sé que a veces es mejor que las cosas fluyan sin demasiada obsesión…». Ciertamente, analizar un trabajo de esta envergadura se convierte en algo fácil. Todo está en su sitio, la música enamora desde el primer segundo, pero sobre todo percibes ese fluir y esa naturalidad que tan solo unos pocos consiguen sin parecer que fuerzan la máquina.
Por otro lado, la versatilidad en los gustos musicales de cada uno de estos músicos es para quitarse el sombrero; desde Las Grecas hasta Motorpsycho los algecireños interiorizan una amalgama sonora que de otra manera no podría generar tan buen resultado. No olvidemos las decenas de fracasos creativos de bandas que amamos durante años, pero que se han olvidado de las nuevas músicas. El ombliguismo jamás fue buen consejero. Los que me conocen saben de mi pasión, de mi exigencia, y saben sobre todo que jamás me casé con un músico o banda. En este caso, ya no es solo el respeto que sientes hacia ciertos artistas, sino saber que de alguna manera lo que acaban de conseguir a través de su música no tiene parangón. Escuchas “I” una y otra vez y reconoces en él la perfecta definición de amor. Me atrevo a decir que es lo mejor que han grabado cada uno de ellos desde que comenzaran en esto de la producción musical. Nunca cinco canciones habían significado tanto. Desde la inicial “Pensando en un eco de instinto interior”, en la que el bajo de Poti te da la bienvenida de manera sinuosa y elegante, todo es placer auditivo. Las guitarras rugen – desgarrándote sin permiso –, mientras la dulzura pop en las melodías vocales del ex Viaje a 800 corrobora que el equilibrio entre ímpetu y delicadeza es a veces tan necesario. La canción te conduce a parajes ansiados, pero sobre todo a ti mismo. Su sinceridad abruma; y el miedo desaparece.
Mientras tanto, Sandri da luz al perfecto latido, ese que empuja la sangre, ese que nos permite ser, respirar. Es entonces cuando abandonas la tierra en una nave espacial llamada “Nada, Nadie”, una cápsula pop repleta de descargas emocionales, de perfectos estribillos, de zarandeo existencial. Saltas sobre las estrellas, brincas sobre el olvido, y la música hace el resto. La perfección es superlativa. Ansías que el tiempo se detenga mientras eternizas el sentir. Sin desconectar permites que la épica de “Escarlata” active nuevos resortes de emoción, provocando que flotes, que te relajes, que te deleites con ese sonido del Sur que conquistó tu corazón. Bellísima se antoja la labor de entretejido vocal; voces que se cruzan, consiguiendo que lo hipnótico se convierta en adicción. En el fondo, celebras estar vivo; es la fiesta de la verdadera música. La cara B – sí, adoramos los vinilos – arranca con “Les Pilules Vertes”, una oda al virtuosismo compositivo, un tributo a esa esencia andaluza que ellos mismos nos enseñaron a amar. Trece minutos en los que recorres campos de olivos, en los que el salitre se adhiere a tu tejido gracias al viento que sopla desde altamar. Cierras los ojos, una vez más, desconectando tu ser de la propia existencia. Reposas el alma antes de ser capaz de enfrentarte con “Ente”, esa obra maestra que cierra “I”; «comencé con una idea básica, que es el riff que suena tras la intro; y de ahí fui desarrollando todo el esqueleto… la idea de incluir la parte black sin embargo es de Poti, mientras que José Ángel unió las dos maneras de interpretar la intro… es un trabajo de todos…», comenta Zoa.
“Ente” es orgasmo, diez minutos en los que se repasa lo que más nos gusta de esa no ciencia llamada melomanía; un ejercicio anímico de esos que solo suceden una vez en la vida. Te sientes perplejo, abrumado, y lloras por dentro y por fuera. En el fondo, no logras comprender cómo alguien puede albergar semejante capacidad para vaciarse. “Ente” es amor, es respeto, es querer olvidar todo lo negativo para vivir en la más placentera eternidad. Intentar describir su grandeza es sencillamente quedarse corto, pues son tantos los detalles, los guiños, las ideas llevadas a buen puerto, que ansías repetir una y otra vez la experiencia. La idea de invitar a Jorge de Adrift me parece uno de esos aciertos históricos que son más valientes que planificados. Escuchas “Ente” una vez más y es como si Jorge hubiera estado siempre allí, en ese lugar tan especial. Desde luego que “I” es una celebración, de esas que nos recuerdan por qué respiramos, y por qué caminamos sobre el planeta Tierra. Gracias. No podemos olvidar, una vez más, la maestría de Antonio Ramírez creando portadas que abrazan la mejor de las músicas. En palabras del mismo artista: «es un placer haber firmado esta portada; el disco lo tiene todo: buenas melodías, desarrollos progresivos, guitarrazos, buenas voces…». Ya os lo dije: “I” es candidato a mejor disco de 2019. Tiempo al tiempo.