Queen – Jazz (1978).

Texto por Jaime Taboada.


Cíclicamente muchas bandas que en su día fueron legendarias vuelven a estar de actualidad. Bien sea por algún tipo de reunión, la reedición de su discografía o, como en el caso que nos ocupa, por el estreno de una película. Hollywood ha logrado que los Queen clásicos hayan vuelto a estar en boca de mucha gente. Tras años de apaños (musicales, giras con Paul Rodgers o con Adam Lambert) para tratar de sacar tajada de su pasado por parte de Brian May y Roger Taylor, ahora se vuelve a hablar de la etapa clásica de la Reina. De cuando dominaban el mundo y Mercury era la definición de rock star en persona. Por ello, es el momento adecuado para rememorar la época más gloriosa del grupo en la turbulenta década de los 70. Y nada mejor que hacerlo hablando del grandioso Jazz que, publicado hace 40 años, sigue siendo en mi opinión la cima artística de los británicos.

En 1978 Queen estaban en su momento más álgido. Desde que habían saboreado las mieles del éxito masivo con la canción Killer Queen, de su disco Sheer Heart Attack, cada nuevo trabajo incluía nuevos himnos y hit singles como si estuvieran en posesión de algún tipo de fórmula o receta mágica mediante la cual conseguían que sus discos fueran adorados por legiones de seguidores, independientemente de la disparidad de estilos que el grupo abarcaba. Love Of My Life, Bohemian Rhapsody, Somebody to Love, o We Will Rock You habían sido publicadas en un periodo de escasamente tres años. Una racha impresionante. Por si fuera poco, las modas y movimientos apenas afectaban a su status.

En 1977 Gran Bretaña experimentaba la revolución punk, cuyos seguidores consideraban podridas, corruptas y decadentes a formaciones como Pink Floyd, Led Zeppelin, Pink Floyd o en general cualquier banda que llenase estadios o grandes recintos. La respuesta de alguien como Mercury no se hizo esperar. Compuso toda una declaración de principios como fue We Are The Champions (el título dejaba muy clara su posición) que cantaba noche tras noche en multitudinarios conciertos. No fue escrita especialmente como reacción ante el punk rock, pero podía interpretarse fácilmente de ese modo. No sería acertado afirmar que la aparición de Sex Pistols o The Clash preocupara demasiado a Freddie. En realidad no le inquietaron lo más mínimo. Johnny Rotten descarga ira y rabia en clubs, mientras que Mercury apostaba por ser el “entertainer” definitivo y llegar a cuanto más público mejor. No consideraba a Sex Pistols como unos competidores. Para él fueron una anécdota.

Volviendo a 1978, la banda estaba en racha creativa. Las largas giras no hacían mella en su capacidad creativa motivando que, tras unos cuantos meses en la carretera presentando News Of The Word, el grupo tuviera ya preparadas una serie de canciones listas para ser publicadas. Debido a eso, en julio decidieron comenzar a grabar lo que sería su nuevo álbum. Para ello, por primera vez en su carrera, se desplazarían fuera de Gran Bretaña, concretamente a Francia y Suiza, en donde darían forma al disco. Además, volvían a recurrir a Roy Thomas Baker como productor, algo que no hacían desde A Night At The Opera.

Las sesiones de grabación tuvieron lugar entre julio y octubre. Los miembros de Queen, conscientes tanto de su extraordinario talento como de la calidad de su material, dieron rienda suelta a su falta de prejuicios continuando su línea de no encorsetarse ni ceñirse a cánones preestablecidos. Fieles a su filosofía, probaron todo tipo de ideas que acudieran a su cabeza, por disparatadas o excéntricas que pudieran parecer. No tenían miedo de ser tachados de ridículos o algo por el estilo. Gran parte de la crítica los calificaba de meras caricaturas histriónicas mientras que a su vez, millones de fans compraban sus discos, llenaban sus conciertos y adoraban al grupo.

Como era habitual, a la hora de hacer una especie de “reparto de poderes” los cuatro miembros de la formación aportaron canciones. Por lo general, se le otorgaban más peso a las composiciones de Mercury y May, pero el material de John Deacon y Roger Taylor, menor en cantidad, solía ser soberbio y tan ecléctico como el de sus compañeros. La dinámica siempre solía ser la misma. Casi siempre uno de los miembros del grupo llevaba al estudio alguna idea que podía o no convertirse en el embrión de una canción. Si veían potencial, por lo general el resto de la banda la completaban aportando ideas y arreglos. No sin fuertes discusiones en ocasiones, fruto de los inevitables choques de caracteres entre cuatro personalidades tan fuertes como talentosas.

Además, el status del grupo hacía que no todos gestionaran la fama de la misma manera, empezando a ser evidente la división dentro del seno del grupo entre dos bandos, no enfrentados, pero sí con visiones un tanto dispares de cómo había de ser el día a día de Queen. Por una parte, Mercury y Roger Taylor disfrutaban de su posición de estrellas y vivían en una juerga continua, mientras que Brian May y John Deacon trataban de mantener los pies en el suelo y la cabeza en su sitio.

Todo este cúmulo de factores, hacían que la situación en el seno del grupo se asemejara a la composición química de algún potente explosivo. Una serie de elementos que individualmente quizás no fueran peligrosos, pero que al mezclarse, generaban un resultado mucho mayor que la mera suma de las partes. A pesar de ciertas tiranteces e inestabilidad, a nivel artístico y profesional, Mercury, May y compañía continuaban funcionando a pleno rendimiento y no dejaban que temas personales influyeran en la calidad de su obra.

Tal cosa se pudo comprobar cuando Jazz se puso a la venta en octubre de 1978. La fiesta de presentación es de las que aún se recuerdan. Aunque el título pudiera sugerir lo contrario, no tenía nada que ver con el estilo jazzístico. Pero aún así Freddie y los suyos decidieron correrse una juerga por todo lo alto en New Orleans. Una noche de excesos que pasó a la historia y generó docenas de anécdotas y leyendas urbanas. Travestis, orgías, enanos con bandejas llenas de cocaína sobre sus cabezas, etc. Una de esas celebraciones que justo tras tener lugar pasan a formar parte la mitología rockera.

Respecto a lo que nos interesa, que es el aspecto musical, poco se puede decir de este disco que no se haya dicho ya. ¡Qué barbaridad! Un himno detrás de otro, tocando palos y estilos muy diversos pero logrando sonar cohesionados y, sobre todo, manteniendo en un primer plano la esencia 100% Queen.

Hay rock´n´roll duro y guitarrero en ese fantástico Fat Bottomed Girls, adornado por ese memorable estribillo y esos coros. O en el fabuloso If You Can´t Beat Them, una de esas joyas que aportaba Deacon al repertorio del grupo. Tampoco se quedaban cortas la aguerrida Dead On Time, de Brian May o Let Me Entertain You, temazo con el sello inconfundible de Mercury. Y por supuesto, mención especial para una de mis canciones favoritas (de Queen en particular y de la historia del rock en general), ese explosivo y demoledor Don´t Stop Me Now, un cañonazo de esos que hacen que nos vengamos arriba en cuanto suena.

Saliéndose de los terrenos más convencionales, el muestrario es amplio y diverso. La inicial Mustapha, fruto de la inagotable creatividad de Freddie es un gran ejemplo. Batiburrillo estilístico de ritmos morunos, guitarras rockeras y una letra en la cual se mezclan de manera inconexa palabras en inglés, persa y algunas otras lenguas. A veces la línea que separa la genialidad de la idiotez es muy fina. Pero no cabe duda de que en esta ocasión estamos ante un caso incontestable de genialidad. Podríamos decir lo mismo de Bicycle Race, también escrita por Mercury, con otra mezcolanza estilística en la que nada parece tener sentido pero en donde todo encaja. Incluso un solo de… ¡timbres de bicicleta! Roger Taylor, por su parte, aporta otra rareza funk como Fun It y el tema que da título al disco, una extraña canción que incluye una especie de medley de fragmentos de otros cortes del álbum. Las suyas, sin ser malas, son en mi opinión las composiciones menos destacables.

Además de las canciones ya mencionadas, el listado de temas está salpicado de composiciones lentas y más melódicas, pero no por ello menores. Todo lo contrario. Canciones como ese mágico Jelaousy, escrita por Mercury o In Only Seven Days (otra gema cortesía de John Deacon) son el vehículo ideal para que Freddie nos deleite con su inimitable manera de cantar. Mientras que May nos da muestras de su apabullante talento y polivalencia con dos títulos superlativos; Leaving Home Ain´t Easy, cantada por él mismo, y Dreamer´s Ball, una de las joyas de la corona, con aires de blues de los años 20. Pura magia que sigue emocionando en 2018 de la misma manera que lo hacía 40 años atrás.

Un disco como Jazz no ha de ser enmarcado dentro de estilos o etiquetas. Podemos aceptar que Queen eran una banda de rock. Y lo eran. Pero este trabajo no se podía etiquetar como un disco de rock a secas. Y no se trataba de que fuera mejor o peor, sino de difuminar y borrar fronteras estilísticas y hacer desaparecer cualquier tipo de límite artificial. Se podría decir que representaba la brillantísima y exitosa culminación de un proceso iniciado años atrás y que dejaba al grupo en su cénit creativo.

En octubre de 1978 se ponía a la venta el LP provisto de un muy trabajado artwork. La portada contaba con un diseño basado en un dibujo que Roger Taylor había visto en el Muro de Berlín. La carpeta interior incluía una foto de promocional de Bicycle Race con docenas de modelos desnudas montadas en bicicleta. Ésta fue tomada en el rodaje del videoclip promocional del tema y como dato anecdótico cabe decir que las bicicletas (sesenta y tantas) fueron alquiladas para el rodaje. Cuando el dueño se enteró de que habían sido usadas por mujeres desnudas exigió que la banda pagara todos los sillines.

La canción fue elegida como single, junto a Fat Bottomed Girls, a modo de doble cara A. Posteriormente también se publicó como single Don´t Stop Me Now. En algunos países también lo fueron Mustapha y Jelousy. Como era habitual en todos los trabajos de Queen, Jazz obtuvo un reconocimiento dispar a nivel de crítica, pero la recepción del público fue espectacular. El disco llegó al puesto 2 de las listas británicas y se colocó durante semanas en el Top 10 de USA. Los singles se contaron por súper éxitos y la posterior gira en olor de multitudes culminó con la publicación del disco en directo Live Killers. Se estima que las ventas del LP superaron los cinco millones de copias, además de dejar para la posteridad una serie de himnos y clásicos que siguen emocionando a generaciones enteras además de continuar sonando frescas, vigentes y para nada ancladas en el pasado.

Ahora que Hollywood ha vuelto a devolver a la banda al primer plano no es un mal momento para desempolvar nuestra copia de Jazz y saborear cada uno de sus múltiples, fascinantes y apasionantes matices. En realidad cualquier momento es bueno para disfrutar de semejante obra maestra. Bien para sobrellevar momentos duros, bien para festejar los buenos, pocos compañeros de viaje lograrán hacer nuestro día a día más llevadero que Jazz. Ahora que el espíritu de Mercury está más vivo que nunca se impone el plantar cara a los contratiempos y hacer nuestro el lema de Freddie:

Don´t Stop Me Now,

Cause I´m Having Such A Good Time!!!!


DiabloRock